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14 agosto 2015

Fidel es Fidel (Visión desde Cuba)

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Por Rodobaldo Martínez Pérez

Ya Fidel cumple 89 años este 13 de agosto. Hace casi una década de aquel infortunio imprevisto que lo separó de sus obligaciones habituales. La mayoría de la humanidad lo declaró imprescindible y clama, mientras una jauría babea enloquecida, en irracional delirio, deseándole el fin.

Fue después de esa aciaga fecha que él mismo sugirió otro nombramiento y comenzó una entrega distinta a la Patria, con la misma humildad que lo caracterizó siempre. A partir de entonces sería un soldado de las ideas o sencillamente, compañero Fidel.

Aunque lo sabemos en otras labores diferentes, sigue siendo nuestro invicto Comandante en Jefe, a pesar de no tener ya sobre su hombro la estrella en el rombo rojo y negro con las dos ramitas de olivo y acompañar su traje de campaña, a partir de ahora, con una minúscula entrellita en su gorra en representación de grados.

No está al frente del país, pero, sigue siendo la lección de la Obra de Enero, donde hay que acudir, para aprender de unidad, patriotismo, sacrificio, ética a toda prueba, sensibilidad, honradez, ejemplo personal, inteligencia sin importarle las glorias. Lo afirma Raúl Castro: Fidel es Fidel.

No por casualidad, su concepto de Revolución inicia con la sabiduría de tener sentido del momento histórico, y ahí está su convencimiento de no ver separada la acción de un determinado escenario, siempre adornada con los valores de la modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo más el imperativo de una lucha con audacia, conocimiento y realismo.

Nunca lo podremos ver separado de sus hazañas. De los días de universitario, cuando emergió como el muchacho rebelde empecinado en cambiarle los destinos a Cuba; el ataque al Moncada, que lo convirtió en la cabeza de la Generación del Centenario; el desembarco del Granma, como la mejor evidencia de entrar y triunfar, y después la Sierra, escenario de la conquista de sus sueños.

El Primero de Enero de 1959 continúa otra parte de esta historia. Con su rifle de mira telescópica y su barba de guerrillero bajó de las lomas, creció como líder y comenzó a dirigir el complejo proceso de otorgarle mejor destino a su país.

En Fidel se piensa cómo en oráculo, para desentrañar los caminos, cuando las dificultades rondan. Todo preocupación hasta el detalle lo hacen gigante y sus interminables preguntas en búsqueda de verdaderas respuestas marca atributo en su conducción.

Por aquella tendencia en querer descubrir la esencia de los fenómenos, separar lo bien hecho de lo malo y castigar a los culpables de desidias, hay frasecitas repetida por el pueblo, ilustradoras de una exigencia convincente e hijas de rotunda credibilidad: “¿lo sabrá Fidel?”, “Hace falta que se entere Fidel”.

Tantos proyectos generosos, frutos de su sapiencia y voluntad, nacieron por toda Cuba y le otorgaron al Archipiélago un lugar clave en el podio de los gobiernos humanistas.

Eliminamos el analfabetismo, recuperamos la dignidad, multiplicamos los centros para la salud y enseñanza. Una nación pobre del Tercer Mundo empezó a ocupar un sitio particular de progreso en el planeta. Adquirimos prestigio y comenzaron a llamarnos la Cuba de Fidel Castro.

Y nosotros orgullosos de un epíteto tan singular que nos hacen únicos y retrataba la grandeza de pensar en todos los hijos por igual. Cómo olvidar su popularidad en los periplos por el mundo, cuando las masas reunidas querían tocarlo, ansiaban oírlo e hicieron su nombre de multitudes. “Fidel, que tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él”.

Cuando se trate de defender el suelo que nos vio nacer, Fidel estará ahí, siempre guiándonos, porque para no resultar ignorantes aprendimos el poema: Como matar a Cuba.

“Hay que quemar primero al pueblo, y después las hierbas, arrasar las piedras, hasta borrarla del mapa, de viejos periódicos, de fotos, y a todas sus cenizas, montarle una guardia, Cuba estará muerta, como está Guevara, con fuerza incontenible, venciendo distancias”.

A esa verdad debía añadirse, para esos soñolientos que les falta alma, una frase clave para estos momentos: primero la muerte que entregar la Patria.

No importa el acoso y sus desafueros, no importa que hagan ni harán, este inmenso bosque tiene su relevo, porque entre sus siembras se yerguen los cedros, y ya hay semilleros, del duro y compacto noble Caguairán.

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