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02 enero 2012

La Emigración Cubana.

La Emigración Cubana








Por Lorenzo Gonzalo *

Foto: Virgilio Ponce

Martianos - Hermes - Cubainformación



La Ley de Ajuste Cubana, establecida en 1966 para resolver la legalidad de los cubanos que habían ingresado al territorio estadounidense a través del Programa de Refugiados Cubanos, se ha convertido en un arma de doble filo. Para el Poder central estadounidense significa un gasto más en una era de recortes presupuestarios. Para los políticos de origen cubano es la pérdida potencial de votos electorales.

Cuando el equipo de inteligencia de Ronald Reagan intuyó que el trabajo desempeñado en los comienzos de la década de 1980 por un señor llamado Mas Canosa, orientado a revivir las conspiraciones en contra del gobierno cubano, podía ser convertido en acción política beneficiosa para las acciones contra Cuba y de rebote beneficiar al Partido Republicano, la contrarrevolución cubana de Miami fue transformada en parte del “establishment” político.

En aquel entonces, una gran cantidad de los cubanos llegados a comienzos del proceso revolucionario, donde se mezclaban criminales de guerra, golpistas cómplices del golpe de estado que descarriló el proceso de la democracia representativa al uso en la Cuba del momento, funcionarios estatales corruptos, violadores del fisco, una amplia gama de profesionales, técnicos calificados, obreros privilegiados y un grueso de gente manipulada por las circunstancias, se habían acogido a la ciudadanía estadounidense. Quienes no lo eran, fueron convocados para que la solicitaran a la mayor brevedad. El resultado fue un grueso de votantes y activistas de origen cubano, quienes alentados por los lemas anti castristas confeccionados durante la Administración Reagan, concibieron de nuevo su regreso a la tierra perdida.

Los primeros activistas políticos fueron las personas denominadas exiliadas que no eran otra cosa que revanchistas, dedicadas a la conspiración y la comisión de actos terroristas, quienes diariamente se declaran enemigos del gobierno cubano. Les siguió el resto de los cubanos de origen se sumó al carro republicano con cierta militancia, llevados por un falso concepto de la palabra exilado.  

Ninguno de ellos había conspirado o levantado un dedo en contra del gobierno de Cuba, ni cometido acto alguno para desestabilizar al Estado. Simplemente habían sido llevados por la corriente, influenciados por los prejuicios socio políticos de la época. Ninguno era exiliado en la acepción exacta de la palabra. Excepto por un detalle mínimo de proporciones gigantes: el gobierno cubano los consideraba “enemigos”, los había cubierto de calificativos despectivos hasta tiempos recientes y no les permitía el regreso, condición indispensable para que un emigrado no sea exiliado. Por consiguiente, excluidos de su patria y bombardeados constantemente por una media que siempre ha estado al servicio de quien paga, la noción de “exiliados” les cuadraba a la perfección. Todavía se adviene en esencia para la mayoría de la población emigrada de origen cubano.



En ese tiempo se produjo por parte del gobierno de Cuba, un intento por “normalizar las relaciones con los emigrados”, sin embargo aguijoneado por el Bloqueo y el poder de los grupos terroristas, conspiradores y beligerantes de Miami, el gobierno cubano no estaba en condiciones de convertir aquel intento en un real proceso de normalización. Las medidas implementadas fueron muy tibias, inconclusas y carecían de una clara estructura jurídica, analizadas desde el punto de vista migratorio que tradicionalmente ha definido los derechos de esas personas. Para colmo, a los pocos años de comenzado dicho proceso, Washington aprobó la creación de Radio Martí, una emisora gubernamental dirigida a subvertir el orden institucional cubano. El gobierno de Cuba reaccionó ante la agresión y nuevamente fueron los emigrados deseosos de aproximarse a su país, quienes resultaron penalizados.

La seguridad nacional de Estados Unidos, debe haber sido consciente del poco significado que esas decisiones del gobierno cubano tendrían para la mayoría de los emigrados. No nos caben dudas que se trata de un suceso, que para entenderlo es necesario una información socio histórica y política amplia, donde las frustraciones no se convirtieran en estímulo acusatorio y una ponderación para el análisis, independientemente de los daños personales resultantes de los acontecimientos en cuestión.  

El intento del Estado cubano en aquel entonces, fue iniciar una normalización del fenómeno migratorio, en medio de una guerra informal e irregular, dirigida y financiada por los organismos de inteligencia del país más poderoso del mundo. Por consiguiente la inteligencia estadounidense intuía y deducía seguramente, que no había por qué temer un cambio de actitud en los votantes porque no era mucho lo que el gobierno cubano podría hacer en aquel entonces, amén de su tendencia a patrones de respuestas que ya desde aquel entonces permitían predecir muchas de ellas. Era de esperar que las acciones del gobierno cubano no podrían tener mucho impacto en la balanza del voto y el discurso prometedor de “regreso a la Patria”, esgrimido por los candidatos aspirantes en las elecciones,  tendría efecto dentro del nuevo papel asignado a los pobres inmigrantes cubanos manipulados por ambos lados. Todos o una gran mayoría de los emigrados con ciudadanía estadounidense de entonces, votarían por los representantes del antiguo régimen dictatorial de Cuba, que eran quienes dominaban la política local y servían, como siguen sirviendo, a la estrategia agresiva de Washington en contra de la Isla.  

Si eso pensaron los encargados del aparato estatal estadounidense, podemos decir que estaban en lo cierto. Eso fue precisamente lo que ocurrió.

La dinámica señalada contribuyó a la continuación del distanciamiento existente entre los verdaderos emigrantes y las problemáticas de su país.

Cuba por su parte no cambió su actitud hacia los emigrados y los funcionarios de sus embajadas durante la década de 1980, mantuvieron una actitud hostil hacia los cubanos que se acercaban a sus predios. En el mejor de los casos hacían labores de reclutamiento a cambio de un trato diferente, aunque dicha labor no fuera conducente a convertir a las personas en agentes del gobierno cubano. Durante la década de 1980 y 1990, los funcionarios de Cuba en el exterior, aun en medio de un actividad intensa de viajes de cubanos que visitaban con periodicidad a sus familiares en la Isla, continuaron practicando un trato poco amable y nada representativo de quienes vivían fuera del país.

La mezcla por un lado la estrategia estadounidense hacia Cuba, amparada en una propaganda feroz que trascendió los límites de Miami en la época de Geoge Bush, secundado por José María Aznar en España, época en que cobró categoría internacional y la lentitud con que el gobierno cubano ha asumido el procedimiento de ajuste de las regulaciones migratorias, ha contribuido al sostenimiento del voto de los emigrados a favor de los candidatos estadounidenses que plantean cambios en Cuba, cuando en realidad lo que piden es la rendición del gobierno.

El voto que es necesario cambiar no es solamente el del cubano emigrado sino el de la comunidad latina de la Florida, identificada en gran medida con sus quejas sobre muchas de las inconsecuencias actuales de las regulaciones migratorias existentes.

La importancia del tema nos ha llevado a comentarlo en diversas ocasiones y a veces a través de extensos trabajos, lo cual seguiremos haciendo como medio de entender las consecuencias resultantes para el ciudadano común.

* Periodista cubano residente en EE. UU. y subdirector de Radio Miami

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