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06 junio 2015

Permitamos que las mujeres pasen al frente (Mujer Fariana)

CORRESPONSABILIDAD

Pablo Atrato

Por Pablo Atrato

“No podemos asegurar la verdadera libertad, no podemos construir democracia -por no hablar de socialismo- si no llamamos a las mujeres al servicio cívico, al servicio en la milicia, en la vida política, si no la liberamos de la atmósfera embrutecedora de las tareas del hogar y la cocina”

Lenin, Cartas de lejos, Zurich, 11 / 24 de marzo de 1917

Son muchos los documentos existentes que tratan de arrojar luces, y generar conciencia en los temas de género, feminismo y nueva masculinidad. Son todos ellos, temas de vital importancia para la construcción de una sociedad democrática y pluralista. son también múltiples y variadas las interpretaciones, temores y fobias que se generan alrededor de estos temas por parte de mujeres y hombres sobre todo, porque nos sentimos en muchas ocasiones equivocadamente rivalizados.

La sociedad patriarcal en que nos desenvolvemos, que reduce a las mujeres a objetos fundamentalmente sexuales, solo es posible transformarla si los varones, asumimos unos nuevos roles dentro de la sociedad; acciones que vayan mas allá, del reconocimiento de los derechos. Se trata de un cambio de actitud y compromiso de los hombres, de comportamiento frente a las llamadas tareas domésticas, por un lado y a la expresión o manifestación de lo afectivo por otro.

Si nos remitimos a los conceptos de sexo y género, nos vamos a encontrar con una de las principales dificultades para la comprensión de como la sociedad define roles para cada cual según el sexo, o lo que se conoce como la división sexual del trabajo.  Podemos decir que sexo es el conjunto de característica biológicas y físicas con que nacemos.  Y de acuerdo con  algunas definiciones de Género podemos indicar que es la suma de construcciones culturales, religiosas, normas de comportamiento definidos en función del sexo.

Las diferencias, o mejor las desigualdades que encontramos entre hombres y mujeres, devienen de las imposiciones de las funciones asignadas por la sociedad desde el seno de la familia; las niñas  se les enseña a barrer, hacer la cama, lavar platos y la ropa, oficios supuestamente de origen femenino y los hombres hipotéticamente el “trabajo pesado” que en la casa o el hogar nunca aparece, así que en efecto tiene entonces más tiempo para jugar y el mejor de los casos leer o practicar algún deporte.

El género, operando como sistema, implica algo más que contar números de mujeres y hombres, "...el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder..." (Scott; 1990: 44).

Un principio de la organización social capitalista excluyente, con el que debemos romper, en aras de superar la brecha existente en las relaciones hombre - mujer como sujetos de derechos.

Conocemos el concepto de género como categoría descriptiva y analítica de las dificultades y sobre todo de las desigualdades que persisten entre hombres y mujeres pero este conocimiento no está todavía integrado como práctica social de cambio. Esta voluntad de cambio la debemos asumir también los hombres y debe reflejarse en la decisión y disposición política de asumir sin miedos roles compartidos.

No se trata de ayudar al otro u otra a realizar su tarea dentro del papel que supuestamente le corresponde sino de asumir como propios responsabilidades que deben ser compartidas.

Frente a los quehaceres de la familia en la casa, por ejemplo, los hombres debemos asumir nuestras responsabilidades, no como una ayuda, como se suele decir, sino como un compartir donde todos y todas debemos participar.

Contradiciendo el dicho “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”, o parafraseando a Eduardo Galeano: la mujer en el papel de respaldo de silla,  permitámosle que pase al frente.

La nueva masculinidad de que mucho se habla y poco se practica, debe conducirnos a una objetiva equidad de género, que abra nuevos espacios a las mujeres en todo y cada uno de los ámbitos de la sociedad. No puede seguir siendo un discurso para estar a la moda de lo que se está hablando, pero en privado seguimos siendo miserables machos dominantes egoístas, a los que nos cuesta y pesa freír un huevo, lavar un pañal o limpiar el baño.

Nos duele todavía reconocer que nuestras compañeras, puedan y deban tener las mismas oportunidades en materia de desempeño político, económico y social. Debemos afrontar estos retos con humildad ya que en la recuperación de nuestra libertad de ser, ganamos. superar esa desgracia que significa la división sexual del trabajo que lleva implícito una desigual valoración del mismo, en que la mujer es sobre explotada es dar un paso certero hacia un nuevo tipo de sociedad más justa.

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