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07 septiembre 2015

Sobre el polvo y la ceniza (El Adversario Cubano / Santiago Arde)

Ejercito Yanqui

Raul Antonio Capote 4

Por Raúl Antonio Capote Fernández

El Gobierno de los Estados Unidos combate al terrorismo eliminando resueltamente a las víctimas. Bombardea y extermina a los civiles, posibles blancos de los terroristas. Es como una especie de contracandela en buena lógica yankee, si eliminan el objeto del terrorismo, tendrán que matarse entre ellos mismos. Lo malo es que cuando acaban con los terroristas de turno y con sus víctimas, se inventan otros, y así en una espiral interminable.

Fabrican terroristas a quien venderles las armas que produce su industria armamentista, luego las ensayan juntos futuros terroristas y gringos salvadores de la humanidad, amistosamente sobre gente inocente, los mismos inocentes que se supone que salven, los mismos inocentes que convertirán en terroristas y compradores de las armas que produce la industria armamentista y serán bombardeados con los últimos misiles de probada eficacia para destruir chozas de paja y barro, para asesinar a niños y mujeres.

Fabrican armas y terroristas, sin los cuales no pueden vivir. Sin el hombre del saco que atemorice a su propio pueblo a quien también han bombardeado más de una vez. Recuerden Maine, Pearl Harbor, 11-9, etc.

No puede vivir tranquilo el yankee ricachón dueño de las fábricas de armas, del petróleo, de los noticieros, del cine, de los periódicos, de la tierra, de los árboles, del aire, del agua; más no de las almas, ese que tiembla ante la resistencia “almada” que le mira de frente y es inmune a los misiles BGM-109 Tomahawk y a sus aviones no tripulados y a sus enormes e indefendibles costosos buques de última generación.

Esos hombres y mujeres “almados” que saben dónde está el culpable, que conocen quién es el desalmado que fabrica en su gran industria armamentista a los terroristas, a riesgo de ser considerados terroristas; de terminar como los fantasmas de Marte de Ray Bradbury, en tierra desolada, vagando entre la tierra calcinada, convertidos en polvo radioactivo, que no es lo mismo que el polvo enamorado de Quevedo, revueltos fabricantes de armas, víctimas y victimarios, en el blanco resplandor de falsa aurora, de las ojivas crecidas como flores de ceniza, nacidas en la postrera sombra.

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