Por Carlos del Frade
(Ape).- La televisión y el fútbol forman parte del mismo gran negocio: venden entretenimiento a millones de personas que creen en ellos.
Quienes manejen la televisión y el fútbol, manejarán gran parte de cualquier país del mundo.
La televisión y el fútbol formatean el alma de muchos pueblos.
De esto sabe Silvio Berlusconi.
Sus biografías sostienen que fue dos veces primer ministro de Italia (1994 - 1995 y 2001 - 2006) y que su origen empresarial se remonta al sector inmobiliario y la construcción cuando apenas tenía veintitrés años.
Apuntan esos textos subidos a la web que “en los años setenta se adentró en los medios de comunicación comprando participaciones en varios periódicos italianos, estrategia que culminó en la creación del Canal 5 de televisión (1980). Sus negocios se vieron generalmente favorecidos por el éxito, de tal manera que a comienzos de los años noventa controlaba las tres principales cadenas de la televisión italiana, el grupo editorial Mondadori, varios periódicos y revistas, estudios y salas de cine, la mayor cadena de grandes almacenes de Italia e incluso un club de fútbol (el Milan), al que convirtió en campeón. Un enorme holding llamado Fininvest daba unidad a este heterogéneo grupo de empresas, con prolongaciones en Francia, España, Alemania, la antigua URSS y la antigua Yugoslavia”, agregan los relatos sobre Berlusconi.
También apuntan que “su situación de hegemonía sobre los medios de comunicación italianos despertó recelos que llevaron en 1990 a aprobar leyes especiales para ponerle coto.
Pero, lejos de resentirse por tales ataques, o por el enfrentamiento empresarial con Carlo de Benedetti (el otro gran magnate de la industria italiana), Berlusconi prefirió la huida hacia adelante: ante la crisis de la República por las acusaciones generalizadas de corrupción (operación «manos limpias»), Berlusconi saltó al ruedo político ocupando el vacío que dejaba el descrédito de los partidos tradicionales. Apoyado en su imperio empresarial y en su control de los medios de comunicación, formó un partido propio con una ambigua ideología ultraliberal (Forza Italia), cuyo máximo aval era la eficacia de la gestión empresarial de Berlusconi; aliado en un «Polo de la Libertad» con los separatistas de la Liga Norte y con los neofascistas de la Alianza Nacional, llegó a ser primer ministro en 1994”, sostienen esas semblanzas.
En la Argentina, los que manejan la televisión y el fútbol, sin dudas, podrán aspirar a manejar la Nación.
Desde los años noventa hasta el presente, Marcelo Tinelli se ha convertido en el dueño de la televisión abierta y ahora va por el fútbol.
A nadie parece importarle el rol de la mujer como objeto a consumir y desechar en sus programas ni tampoco su fervoroso desprecio por la historia ni su endiosamiento del consumismo.
Los millones que lo ven todas las noches hacen de Tinelli un potencial Berlusconi criollo, en medio de negocios fenomenales y siempre oscuros, como son la televisión y el fútbol.
Si Tinelli, en mediano plazo, termina siendo presidente de la AFA, no habrá nada que impida que los próximos negocios se hagan en la cancha grande de la política.
Mientras tanto son pocas las voces que alertan sobre el peligro que entraña subordinar casi todo ante el éxito empresarial, el rating aplastante o las vueltas olímpicas.
Quienes manejan el fútbol y la televisión en cualquier país de la Tierra, podrán manejar el alma de las mayorías.
Berlusconi y Tinelli lo saben.
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