Por Ilka Oliva Corado
Cuando el candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump por el partido Republicano se refirió a México con insultos, el primero en alzar la voz fue el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro: “Yo como presidente de Venezuela de Bolívar y Chávez alzo mi voz en defensa del pueblo de México, ofendido por este pelucón. Qué indignación. Quien se mete con México se mete con Venezuela. Repudio total las declaraciones de este bandido y ladrón”.
En ningún momento lo hizo Peña Nieto y ninguno de los presidentes del triángulo norte de Centroamérica. Y eso que era a ellos a quienes les concernía, pero no; lo hizo Maduro, desde el Sur del continente. Ninguno de ellos tampoco jamás se pronunció cuando Obama firmó la Acción Ejecutiva contra Venezuela, o cuando Clinton y Biden pidieron de emergencia una invasión militar estadounidense en el país venezolano. Lo digo, para reseñar la diferencia entre la sangre roja, hirviente y el chilate ralo que se toman los coches.
Cuando Trump dijo mexicanos, se refirió a toda Latinoamérica. El insulto y las calumnias fueron para todos los latinos que vivimos y trabajamos en este país, con y sin documentos. Por esa razón Maduro que entiende perfectamente el concepto de Patria Grande, de hermandad y solidaridad se pronunció inmediatamente. No lo hizo República Dominicana que tiene llena a Nueva York de dominicanos indocumentados, no lo hizo Guatemala, ni El Salvador y mucho menos Honduras que son como México: la mano de obra más barata y más explotada que existe en Estados Unidos. No lo hizo Colombia que tiene llena Miami de colombianos. Lo hizo Maduro, en nombre de la dignidad del pueblo mexicano y de toda Latinoamérica. ¿Será porque Maduro y los pocos gobiernos progresistas no fueron colocados en el puesto por las embajadas de Estados Unidos en la región?
No sorprende que Peña Nieto se mantuviera al margen y no por desentendido sino por cobarde y afín. Tampoco sorprende que el día miércoles 31 de agosto mientras 61 atracadores corruptos votaban para destituir a Dilma como presidenta de Brasil, Peña Nieto recibiera en Los Pinos a Trump y no solo sino que también se mostrara sumiso y pusilánime ante un personaje catastrófico como lo es el candidato republicano.
No tan distinto a Obama que con su doble moral y con oratoria actoral, se va con tres Golpes en Latinoamérica, la militarización de México y del triángulo norte de Centroamérica y las manos manchadas de sangre con miles de migrantes asesinados, torturados y desaparecidos a consecuencia; y de miles de migrantes deportados, eso por mencionar algo.
Peña Nieto no debió recibirlo y mucho menos, que la invitación la hiciera el gobierno de México. Esa acción no solo humilla al pueblo mexicano, también muestra con claridad lo apocado y ruin de un personaje que trabaja obediente a las órdenes de la cúpula empresarial y de Estados Unidos.
¿Y por qué guardan silencio México, Guatemala, El Salvador y Honduras, en específico? Porque hablando de migraciones forzadas, aceptaron militarizar la región, con la aprobación del Plan Frontera Sur y Maya - Chortí que propuso Estados Unidos. Que Trump ahora hable de un muro es agua pasada, que no nos digan que están descubriendo el agua azucarada; el muro ya está, y va desde Honduras hasta el Río Bravo, militarizado por Estados Unidos, y lo hizo Obama y lo están pagando con sus vidas miles de inmigrantes indocumentados.
Porque ha raíz del Plan Frontera Sur y Maya - Chortí han desaparecido miles de indocumentados en tránsito, lo que viene siendo una especie de limpieza social que va desde Honduras hasta México, con el pretexto de luchar contra el tráfico de armas, de indocumentados y de droga. En la frontera entre México y Estados Unidos esta matanza corre a cuenta de la Patrulla Fronteriza. Lo que sucede con los migrantes en tránsito que viajan hacia Estados Unidos es un genocidio, con todas sus letras.
Porque aceptaron echar a andar el Plan de la Alianza para la Prosperidad, y Estados Unidos ha dado 750 millones de dólares a Guatemala, El Salvador y Honduras, y abonado 500 millones más. Y ni hablar del Plan Mérida o Plan México.
Mucho es pedirle a Peña Nieto integridad y respaldo moral a su pueblo, ante los insultos y la farsa, cuando somos testigos de lo que ha hecho siguiendo a sus antecesores; es la continuidad del gobierno de Felipe Calderón: quien inició una supuesta guerra contra el narcotráfico, apoyada por Estados Unidos, que solo ha servido para reprimir al pueblo mexicano y avalar así cada tortura, cada asesinato y cada desaparición. Han sido miles de niñas, adolescentes y mujeres ultrajadas por policías y militares, con el pretexto que trabajan para los carteles de droga o la trata de personas.
Vemos que lo ha convertido en una fosa inmensa, ríos de sangre por doquier, desapariciones forzadas, masacres, torturas y el genocidio latente que se lleva cientos de vidas diariamente. Pedirle a Peña Nieto que se pronuncie en defensa de su pueblo es como pedirle la renuncia al cargo. ¿Qué dice la OEA de todo lo que acontece en México en materia de Derechos Humanos? ¿Qué dice Estados Unidos? No dicen nada porque uno hace y el otro solapa.
Peña Nieto no tiene moral para defender a su pueblo de acusaciones extranjeras porque él mismo es peón de la injerencia estadounidense en el país, gobierna para Estados Unidos y la oligarquía mexicana. Para los consorcios de empresas transnacionales. Si hablamos de ecocidios, de minerías, de robo de tierras; de muertes, desapariciones y torturas a defensores del medio ambiente y de Derechos Humanos; el gobierno mexicano tiene una larga cuenta pendiente con la justicia. Y ni tocar el tema de abusos sexuales a niñas, niños, adolescentes y mujeres. Ni hablar de feminicidios.
No necesita tanta explicación la afrenta de Peña Nieto a México y a Latinoamérica, invitando y recibiendo en casa mexicana a Trump, con esto sirviendo de alfombra organizando un acto protocolario para su carrera presidencial. Común entre seres de la misma calaña.
Pero no desviemos tanto la atención en el tema Trump y Peña Nieto, porque la visita fue estratégica, lo que realmente es preocupante es el cuarto informe de gobierno y la farsa que ahí se detalla. El pueblo mexicano clama por justicia. ¿Cuántas personas fueron torturadas, asesinadas y desaparecidas durante esa visita? ¿Cuántas niñas, niños, adolescentes y mujeres fueron violados? ¿Cuántos feminicidios? ¿Cuántos migraron hacia Estados Unidos, forzadamente, transitando las fronteras de la muerte? ¿Cuántos murieron en la miseria de la pobreza extrema y la hambruna? ¿Y hoy, en este momento, qué está sucediendo en ese México del que no nos hablan los medios de comunicación monopolizados? Guardar silencio ante el genocidio que está viviendo el pueblo mexicano en manos del gobierno de Peña Nieto es inhumano, nos convierte a todos es cómplices.
La afrenta de Peña Nieto no es haber recibido a Trump en tierra mexicana, es gobernar para Estados Unidos y las oligarquías nacionales e internacionales; sacrificando a su gente, dejando lo más por lo menos. Así de ruin. Es una afrenta a México, a Latinoamérica y a la humanidad.
Audio, aquí.
Fuente: Crónicas de una Inquilina
No hay comentarios. :
Publicar un comentario