Fuegos de octubre Por Mariano Molina *   Estoy un poco ansioso, con miedo que el caos de tránsito que vive la ciudad me impida llegar. Para la inmensa multi...

Fuegos de octubre

Mariano Molina

Por Mariano Molina *
 

Estoy un poco ansioso, con miedo que el caos de tránsito que vive la ciudad me impida llegar. Para la inmensa multitud que habita esta urbe parece ser un día más, una previa de fin de semana largo con clima primaveral. Camino aceleradamente porque estoy unos minutos atrasado. Al doblar en la esquina observo que todavía hay poca gente en la puerta y entonces me tranquilizo un poco. Hago los saludos de rigor y espero anotarme en la lista para entrar. Hay algunos rostros conocidos, con claras señas del paso del tiempo. Cómo nos sucede a todos.

Al rato comienza la ceremonia: el estrado, las partes, el público. Estoy en una sala de un juzgado dónde se va a leer un alegato pidiendo justicia.

Hace 22 años y casi 6 meses Walter Bulacio fue asesinado. Lo llevaron como a tantos miles de jóvenes en la historia argentina se llevó la Policía Federal. Y recibió una golpiza como tantas miles de veces sucedió y sigue sucediendo. Murió a causa de un derrame cerebral, producto de la agresión y tortura recibida en la comisaría. Pasó el tiempo. Hoy, sólo se puede condenar al comisario Espósito por privación ilegitima de la libertad y no por asesinato. Así las cosas…

Recuerdo en silencio esos tiempos del año 91, el comienzo de la larga noche neoliberal, las costumbres de la policía, el fin de las ideologías y el rock cómo un espacio de libertad y la posibilidad de vivir situaciones poco ordinarias. El país se ha transformado, pero hay estructuras que siguen imperturbables, practicando autoritarismo y gatillo fácil. En esas contradicciones vivimos. Avanzamos, pero podríamos hacerlo mucho más. Los caminos son tan sinuosos a veces….

Hace un tiempo escribía que Walter era uno de nosotros, un común cómo quién dice. Un adolescente del conurbano, hijo de una familia humilde y trabajadora en un barrio de laburantes que encontraba en el rock un ámbito libre y alegre con sus amigos. Su asesinato dejó una huella en miles de jóvenes de aquellos años que llevaremos el resto de nuestras vidas. Con Walter fue sentir en carne propia por primera vez que cualquiera de nosotros o nuestros amigos podríamos haber sufrido ese final. Ese impacto inexorablemente marca los destinos. Quizás por eso rápidamente se convirtió en bandera de lucha. Quizás por eso la eterna bronca, indignación y recuerdo.

Hoy pareciera que se acerca algo de justicia. Pareciera… Un atajo para tratar de tener alguna condena.

Hemos crecido. Nuestras caras cambiaron, nuestras biografías recorrieron infinidad de vericuetos. Hubo gente que siguió la causa, hubo un padre que se murió con las manos vacías, una abuela que se convirtió en símbolo de lucha que hoy atraviesa una situación delicada en su salud y una madre que prefirió el silencio, pero también pelea y reclama justicia. Hay abogados comprometidos que siguieron. Y otra enseñanza de la vida: ¿Qué importan nuestras diferencias políticas circunstanciales o permanentes ahora?  Ahí están algunas de las grandes y pequeñas causas por las que peleamos un colectivo diverso y heterogéneo.

Termina la jornada. Hay lágrimas. Hay abrazos. Me despido. Camino nuevamente las calles de la ciudad. El mundo parece tan lejano a veces…  Pienso en los compromisos de la vida, el paso del tiempo. Se me vienen nuevamente las imágenes del 19 de abril de 1991, las primeras marchas, los centros de estudiantes, el rostro de la abuela de Walter, los viejos amigos y compañeros. Imposible no recordar.

Veintidós años después acá estamos, seguimos y no olvidamos… Vivimos en un país que pudo cambiar, que es más democrático y sin embargo a veces tan injusto. Pienso en los poderosos intereses que se oponen a una reforma judicial y los argumentos mezquinos, mediocres y cómplices. Pasan los días y la Fiscalía pide sólo 2 años de prisión para el ex comisario, responsable de un operativo que termino en tortura y muerte. ¿Hay que explicar algo más? ¿Cómo creer todavía en lo que denominamos Justicia?

Será importante condenar al asesino de Espósito, pero la pelea de fondo indudablemente es derribar el autoritarismo de las fuerzas de seguridad y construir una sociedad donde los adolescentes y jóvenes dejen de ser víctimas del gatillo fácil, de ser vistos como un peligro social o seres a los cuáles se debe domesticar para que nada cambie.

Vayan en estas pequeñas líneas un homenaje a quienes no dejaron caer una causa con interminables vericuetos y palos en la rueda…

Y un eterno recuerdo a Walter, dondequiera que estés, sabes que no podemos darte algo más que una simple promesa: guardar por siempre tu nombre en nuestros corazones…

* Periodista y docente. Integrante de www.radiosudaca.com.ar

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