Para Bogotá, Peñalosa tiene programa neoliberal uribista Por Horacio Duque Giraldo El 25 de octubre se escogerá el próximo Alcalde de Bogotá (2016 - 2019), la ciudad está ante el inminente peli...

Para Bogotá, Peñalosa tiene programa neoliberal uribista

Bogotá para los ricos

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Por Horacio Duque Giraldo

El 25 de octubre se escogerá el próximo Alcalde de Bogotá (2016 - 2019), la ciudad está ante el inminente peligro de una nueva ola neoliberal promovida por el señor Enrique Peñalosa para agudizar los problemas de pobreza y segregación urbana. Hay que fortalecer la unidad popular y democrática de las mayorías sociales.

Nos encontramos en la parte final de la campaña para escoger, mediante el voto ciudadano, el próximo alcalde de Bogotá, la capital del Estado colombiano, el principal centro urbano de la nación, en el que viven casi 9 millones de seres humanos, sin contar las poblaciones vecinas que prácticamente ya integran su espacio urbano, en el ámbito de lo que se conoce como ciudad-región.

Entre los nombres postulados sobresale el del señor Enrique Peñalosa, quien ya desempeño el cargo durante el periodo 1998 - 2000.

Encubierto entre algunas fantasías urbanísticas (Metro elevado y Malecón en el río Bogotá), su programa es básicamente un repertorio de los lugares comunes del neoliberalismo y de la parapolítica uribista entramada con los dispositivos ilegales de las bandas criminales y paramilitares, que cobraran vigor con la muy segura adhesión de Pacho Santos, la carta inicial del caballista del Ubérrimo, cercano a protagonizar una de las conocidas jugadas de la politiquería clientelar.

Peñalosa, convertido en un avatar por las clases medias de los estratos 4 y 5, de la ciudad, ha orquestado una amplia campaña mediática y política hacia la que fluyen ríos de dineros aportados por los cacaos de la banca, el gran empresariado, gamonales corruptos, contratistas del gobierno, burócratas, terratenientes, iglesias de todo orden, redes mediáticas, generales, narcos, contrabandistas y paramilitares. Por plata no se debe quejar, pues la tiene en abundancia.

La pulsión de los segmentos más poderosos de la ciudad apunta a la derrota de la izquierda y los proyectos de reforma democrática del Estado y la sociedad que han profundizado en el reconocimiento de los derechos de amplios sectores populares en los recientes años.

Estamos delante de una feroz conjura de la derecha y la ultraderecha, para reversar y anular, los avances registrados en Bogotá en materia social y política, en los últimos 12 años, en que la izquierda democrática, con aciertos y errores, ha hecho progresos notables, después de más de 200 años de predominio citadino de la violenta oligarquía colombiana.

La hipótesis del triunfo peñalosista se construye básicamente alrededor de lo que constituye la naturaleza fundamental de la ciudad: el modelo urbano, la movilidad, el régimen estatal y la globalización.

El neoliberalismo es un “significante vacío” que sirve para reunir dichas variables, que asumen su formalidad en el programa radicado por Peñalosa ante las autoridades electorales.

Por supuesto, aquí no estamos delante de algo novedoso. Peñalosa es integrante de la misma elite que dio curso, desde el gobierno de César Gaviria (1990 - 1994), a dicho modelo mediante las privatizaciones y la apertura de la economía a los mercados globales.

Como Alcalde de Bogotá, adoptó las recetas neoliberales para el desarrollo urbano mediante la expedición del Decreto 619 del año 2000, que aprobó el primer Plan de Ordenamiento Territorial (http://bit.ly/1zonRwp).

Esa norma enmarcó el desarrollo de la Capital en cada uno de los postulados de ese dogma económico.

Durante varios años, la urbanización neoliberal impuesta con dicho POT, convirtió la ciudad en una mercancía, en un valor de cambio, destruyendo su principal rasgo: ser el espacio de encuentro entre personas, grupos y culturas diferentes y un lugar para el disfrute y la satisfacción de las necesidades humanas.

Circunstancia que hizo que los ciudadanos comunes y corrientes perdieran el control de la vida urbana, y que la misma quedara en manos de los agentes del neoliberalismo, especialmente de los propietarios del suelo y los promotores inmobiliarios, quienes transformaron a Bogotá para adecuarla a sus intereses mercantiles y de acumulación. En otras palabras, la ciudad dejó de pertenecer a la gente. A ella le fue expropiado su derecho a decidir sobre su propio destino y, en consecuencia, a producir la ciudad y a disfrutarla a su imagen y semejanza.

La verdad es que la institucionalización del neoliberalismo por Peñalosa en Bogotá, apoyado por el capital financiero y bancario, fomentó la organización de una ciudad más fragmentada y desigual, donde ha predominado un uso especulativo del suelo, enfocado en proyectos residenciales cerrados y espacios públicos privatizados.

Como en todos los ámbitos de la vida social de nuestra nación, el neoliberalismo ha significado la destrucción de la ciudad sometida, mediante los Planes de Ordenamiento Territorial / POT, a las lógicas del mercado y los valores de cambio.

Con dicho POT, lo que cobró forma fue el fenómeno de expropiación de la ciudad por los grupos de poder económico y político que constituyen la oligarquía inmobiliaria asociada al desempeño político del actual Vicepresidente de la Republica, Germán Vargas Lleras, cuyo partido Cambio Radical, es uno de los principales soportes de la actual campaña de Peñalosa para la Alcaldía.

Las teorías económicas neoliberales que impulsan este proyecto de despojo, han acelerado la concentración de la renta y del poder en unas cuantas manos generando pobreza y desigualdad crecientes, exclusión, abandono masivo del campo, procesos acelerados de urbanización precaria, segregación social en la ocupación del territorio urbano, privatización de la vivienda social y de los espacios y servicios públicos, desalojos, y desplazamientos forzados de población a favor de los inversionistas y negociantes inmobiliarios y muchos otros impactos que inciden en la destrucción del patrimonio común y del tejido social a escalas nunca vistas.

Los postulados neoliberales fueron, igualmente, aplicados en el manejo de la movilidad, con la construcción de Transmilenio (2000), plagado de corrupción, y entregado en monopolio a 12 poderosas familias que controlan el transporte en la ciudad; en las privatizaciones a granel de las empresas estatales y en la conformación de la “ciudad empresa” disponible para los capitales globales mediante factores de competitividad.

Los gobiernos de la izquierda democrática han enfrentado tal circunstancia, resistiendo el imperio de los grandes poderes.

Una medida, en ese sentido, fue la expedición del Decreto 364 del año 2013 (http://bit.ly/1tsD9eM), que contiene un nuevo esquema de ordenamiento territorial, el cual ha sido atascado en el degradado sistema judicial, donde cursan las demandas judiciales de poderosas redes inmobiliarias para hacerlo inútil.

La arremetida política y electoral de Peñalosa tiene como propósito afincar en mayor profundidad el desueto modelo neoliberal en los próximos años. Desde luego, su intención es duramente contestada por una amplia coalición de fuerzas democráticas y de izquierda que convocan, en la coyuntura, la movilización ciudadana para impedir que ese nefasto objetivo se haga realidad en la Alcaldía

El caso de Peñalosa lo que nos está demostrando es que a pesar de que el neoliberalismo ha sido un absoluto fracaso en el mundo, aún sigue vigente ideológica y políticamente.

Es innegable que hoy la ideología del neoliberalismo ha perdido su poder.

La ideología neoliberal puede que ya esté fatalmente herida, pero no debemos apresurarnos a declarar el final del neoliberalismo per se, como lo muestra este caso de Peñalosa.

Así puede que tenga más sentido tomar prestada la afortunada frase que Jürgen Habermas aplicó en los años ochenta a la situación del modernismo, y concluir que el neoliberalismo "ha muerto pero sigue vigente".

El neoliberalismo se encuentra en un estado de atrofia, sin duda, pero su poder económico y militar aún perdura. Ha dejado a su paso, y continúa dejando, una estela de destrucción humana, tanto en los barrios pobres del mundo, como en el medio ambiente, o entre personas desposeídas por razón de clase, género, raza, nacionalidad, o por pertenecer a un pueblo indígena o afro.

A pesar de haber sido derrotado, a escala global, el neoliberalismo aún sigue vigente en nuestra sociedad causando grandes daños entre los sectores más pobres lo que plantea la necesidad de la constitución de un sujeto urbano, especialmente en Bogotá, que se movilice en defensa de sus derechos y por la construcción de una ciudad  democrática y con justicia y solidaridad social.

No sobra señalar los peligros que para el proceso de paz tiene esta arremetida neoliberal de Peñalosa.

Hay que desescalar entre todos esta máquina de pobreza y miseria peñalosista.

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