Todavía no se ha dicho la última palabra
Por Arleen Rodríguez Derivet
Mirta Rodríguez (en silla de ruedas), madre de Antonio Guerrero, sale de la Corte Federal de Miami el 13 de octubre de 2009, donde Guerrero, luego de ser sentenciado en el 2001 a cadena perpetua, recibió este martes una nueva condena de 21 años y diez meses de cárcel. Andrés Gómez, de la Brigada Antonio Maceo en Miami, empuja la silla de ruedas. EFE/GASTÓN DE CÁRDENAS
Una versión de la vista de resentencia de Antonio Guerrero *
Dicen que es pequeña la sala de la Corte de Miami donde Antonio Guerrero fue resentenciado este martes 13 de octubre. O al menos lo parecía a las diez de la mañana, cuando la llenaron los amigos del héroe poeta que pudieron asistir a la vista para acompañarlo a él y a sus familiares en el momento crucial.
Algunos venían del exterior, otros habían atravesado el país desde la costa oeste, el resto vive en la propia ciudad. Todos han invertido sus mejores energías y sus escasos recursos personales en la solidaridad con la causa durante la última década.
Estaban allí en representación de miles de personas enlazadas por un movimiento que abarca ya los cinco continentes y que cuenta con el respaldo explícito de 10 Premios Nobel, más de 800 intelectuales prominentes y varios jefes de Estado.
Por los familiares de Antonio, tres mujeres: Mirta, su madre, Maruchi, su hermana y Maggie, su amiga. Estremecidas y estremecedoras las tres en su admirable acompañamiento al ser entrañable, que se sentaría solo a unos pies de distancia. También Roberto, hermano de René González, abogado y miembro del equipo legal cubano que representa a las familias.
Dicen que cuando el héroe poeta atravesó la sala llevaba grilletes en los pies, pero le habían retirado las esposas. Que pasó erguido, recto, digno, sin desviar la mirada del lugar que tenía asignado. La Corte prohíbe los saludos. Así que, buscando una señal en el pozo profundo de su mirada limpia, alguien creyó ver un leve parpadeo de cariño. Nada más.
Reproducción fotográfica del dibujo del artista de la Corte Federal de Miami, Shirley Henderson este 13 de octubre de 2009, de Antonio Guerrero y su abogador defensor Leonard Weinglass. EFE/GASTÓN DE CÁRDENAS/Shirley Henderson.
En el comienzo, la jueza Lenard dijo que aun no había leído el texto del acuerdo de los fiscales y la defensa, así que dió un receso de 35 minutos. Después vinieron las preguntas de rutina y las precisiones técnicas, la confirmación oral del conocimiento de los términos del acuerdo y una primera señal de que no sería breve ni sencilla la jornada: la Jueza dijo que la Corte no estaba obligada a seguir la demanda del acuerdo, sino la llamada Guía de Sentencia -el reglamento federal que establece duración y tipo de castigo-.
Después habló Leonard Weinglass, el abogado de Tony. Hizo un discurso tremendo, coinciden todos. Habló del impresionante récord de su defendido: sin una sola infracción de la disciplina, ninguna, con un empleo infatigable de su talento para rehabilitar a otros reclusos y superarse a sí mismo durante los siete años confinado en la dura cárcel de Florence, donde el 30 por ciento del tiempo lo pasó en lock down (castigos colectivos a la población penal por irregularidades en la instalación con las que no estuvo relacionado) y donde tantas veces sufrió la suspensión de visitas familiares. Nunca se le vio enojado a pesar de esas condiciones y de que cumplía condena de vida, lo que implica no volver a estar entre sus seres queridos nunca más.
Alguien anotó una frase de Weinglass: “Usted sentencia a un individuo, no a un país”, dijo en algún momento a la jueza antes de explicar cómo se llegó a una negociación con la fiscalía que de ningún modo resultó fácil. Y la urgió a que aceptara el acuerdo entre ambas partes: 240 meses (20 años) como una sentencia razonable.
Aquí vale una pausa. No puede olvidarse que ninguno de los Cinco logró encontrar justicia plena en los niveles de apelación recorridos desde que en junio del 2001 se les declaró culpables de todos los cargos.
La última decisión de un tribunal superior fue la de la Corte de Atlanta, declarando nulas las sentencias de vida de Antonio y Ramón y la de 19 años de Fernando, por considerarlas exageradas para quienes no habían obtenido ni transmitido ninguna información que afectara la Seguridad Nacional.
Ese distrito ordenó resentenciarlos bajo una nueva guía y la Corte Suprema lo ratificó. Es decir, devolvió a los tres a la Corte de Miami y a un momento similar al de junio de 2001, cuando ya habían sido declarados culpables por un tribunal que en minutos decidió el veredicto.
La diferencia esta vez eran los once años cumplidos y la certeza de que podrían conseguir una sentencia menos exagerada. Justa no. Como se sabe, desde que la Suprema cerró la puerta a la revisión del proceso, la libertad de los Cinco quedó fuera de las instancias judiciales, para depender enteramente de la exigencia universal de justicia.
Y puede afirmarse que lo conseguido este martes se debe en mucho a esa demanda moral de la Humanidad. Lo dijo a su manera y en su turno, la fiscal Katherine Heck Miller. Respondiendo a una fuerte exigencia de la Jueza para que explicara por qué antes pidieron condena de vida y 10 años para Antonio y ahora estaban de acuerdo en 20 años como sentencia razonable, la representante del gobierno reconoció el poder del “ruido mundial” que ha levantado el caso, por encima de otras consideraciones.
Aun así, la Jueza insistió en apegarse a la Guía de Sentencia, y con ello se fue por encima del acuerdo entre las partes en un año y diez meses. Era una sentencia bajo su firma la que estaba revirtiendo.
Quizás por eso, las últimas palabras del abogado en la pequeña sala fueron para demandar un poco de humanidad en la decisión final. ¿Cuántas personas sacrificarían la mejor parte de sus vidas por el bien colectivo? preguntó y advirtió: “Estamos hablando de cortar el corazón de la vida de un hombre que tiene dos hijos esperándole y para quien no ha sido nada fácil estar de acuerdo en la sentencia de 20 años, después de cumplir los que ha cumplido en una de las más duras cárceles. Nadie está rindiendo nada aquí. Usted no concede nada”, le precisó a la Jueza.
A la salida del tribunal, ya pasado el mediodía, Weinglass confesaba a la prensa que era la primera vez en su larga e intensa carrera en que un juez no se sumaba a los acuerdos entre las partes. Y anunció que el equipo de la defensa estará presentando un Habeas Corpus para mediados del próximo año. Hay nuevas evidencias que ameritan reabrir el caso.
Ya fuera de la Corte, los amigos enviaban sus primeros reportes al resto de las almas pendientes del resultado y de los detalles de aquellas horas en que la solidaridad pudo aquilatar el peso decisivo de su fuerza. Como dijo Gerardo Hernández hace un año, en la pelea por toda la justicia, solo ellos tienen la última palabra.
(*) Versión construida a partir de las anotaciones comentadas de Gloria La Riva y las impresiones de Andrés Gómez, Alicia Jrapko y otros amigos presentes en la vista de sentencia. No se usaron cables de prensa y ninguna cita es textual.
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