SUMARIO
1 - ARGENTINA, BUENOS AIRES: OPINIÓN - EDITORIAL DE HORIZONTE SUR, DEL 04/01/09, POR JORGE RULLI.
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EDITORIAL DE HORIZONTE SUR, DEL 04/01/09, POR JORGE RULLI
La terrible debacle del Capitalismo que, sacude actualmente a los Estados Unidos y a Europa, y que los medios denominan crisis financiera, es en realidad, una gigantesca crisis de sobreproducción y de sobreconsumo. La circulación fantástica de bienes y de recursos monetarios, especialmente virtuales, favorecidos por las dimensiones de los nuevos mercados globales y por las transacciones instantáneas, la desregulación a ultranza, el fundamentalismo de mercado y la especulación convertida en única ley, condujeron a una sobreeexasperación de la llamada Globalización y por fin, al colapso presente. La compleja red de Corporaciones transnacionales, grupos de investigación y desarrollo, bancos y compañías aseguradoras, empresas certificadoras y consultorías, Universidades y partidos políticos, grupos financieros y de lobbys, fondos de inversión y mercados de hipotecas, llegado un momento, se hicieron ingobernables e imprevisibles, y favorecieron el surgimiento de una crisis que, probablemente, no será el fin del Capitalismo según algunos románticos empedernidos pronostican, sino una debacle pronunciada que acarreará a las poblaciones enormes sufrimientos y que conducirá mediante concentraciones brutales, hambrunas e indigencias, a un nuevo escenario del Capitalismo global, pero con muchísimos menos protagonismos.
Nos dice el economista argentino, Bernardo Kliksberg, en un texto que le pertenece: “En Estados Unidos se perdieron en noviembre de 2008, 533.000 puestos de trabajo, en octubre 320.000 y en septiembre 430.000. Esta es la mayor destrucción de fuentes de trabajo desde la crisis de 1930. Son dos millones de puestos de trabajo en lo que va de este año. Esto disparó la desocupación al 6,7 por ciento, el porcentaje más alto de los últimos años. Si le suman las personas que están subocupadas y los desalentados, que se retiraron del mercado porque no consiguen trabajo, la tasa es actualmente del 12,5 por ciento. Una de cada diez personas que tiene una vivienda en los Estados Unidos por un crédito, está actualmente en mora o está siendo ejecutado judicialmente. La ciudad de Nueva York alcanzó un triste record, el de gente que vive en las calles: son ya 50.000. Noviembre fue el peor mes de ventas de los comercios de Estados Unidos desde 1982. La economía norteamericana representa la cuarta parte del producto bruto mundial, de manera que en un mundo globalizado todo esto tiene impacto en todo el planeta: desde el 13 por ciento de desocupación que tiene España, hasta la reducción del crecimiento de la economía china, que se pensaba que iba a ser el motor compensatorio y está afectada ya por la crisis. La situación de dificultades económicas severas ya afecta a todo el planeta a través de las múltiples conexiones de la economía americana con el resto del mundo”.
Estamos sin duda, en el final de un sistema que se consideró eterno y que no dudó en arriesgarlo todo en aras de la ganancia irrestricta. Alan Greenspan que fuera durante muchos años el responsable de la Reserva Federal, lo confiesa sin ambages ante el Congreso norteamericano que lo interpeló: “Estoy en estado de shock, de estupor. Creía que en un sistema de libre mercado las empresas iban a defender los intereses de sus inversores y accionistas, y eso no ocurrió”. No, eso no ocurrió. Cada cuál trató de ganar lo más que pudo, incluso arriesgando al conjunto y sacrificando los bienes de aquellos que habían depositado en ellos su confianza. Extraviada toda ética, volvemos como en el tango cambalache, a mezclar la Biblia con el calefón. El resultado lo conocemos, lo hemos sufrido reiteradamente. La crisis deviene en catástrofe y la catástrofe nos arrastra, sin que podamos asirnos de valores o conductas que considerábamos confiables. Los principales desmontadores actuales de la provincia de Salta son los mismos que ayer como Directores vaciaron el Banco Hipotecario y que antes de ayer, funcionaron como empresas consultoras de la privatización de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro. Contaron seguramente con la complicidad de importantes funcionarios, e incluimos en una de las últimas operatorias, a la ministra a la que se le encontró una bolsa con dólares en el baño privado y que hoy reciclada por las madres de la plaza y homenajeada en reuniones de antiguos militantes setentistas, impulsa importantísimos planes de construcción de viviendas a cargo de presupuestos oficiales. Es el cambalache. El dueño de la empresa que en el Chaco salteño habría desmontado en una sola estancia, la Estancia Los Pozos, en el Departamento Rivadavia, alrededor de 25 millones de árboles nativos, luego donó una escuelita para los niños de la zona, y el gobernador Juan Carlos Romero lo homenajea en el acto de inauguración, tanto por la escuela donada, como por haber “alterado favorablemente la zona con la tecnología”.
Además de la corrupción, del prebendismo, del incumplimiento de los deberes de funcionario público, de la incompetencia o de la complicidad con los negocios privados, que comúnmente se inculpan en casos como estos, lo que se configura es, evidentemente, un desprecio absoluto por el entorno, un rechazo por todo aquello que tenga que ver con la ecología, a la vez que un fundamentalismo en la relación con las tecnologías. ¿A quién se le puede ocurrir que toda alteración del entorno mediante las nuevas tecnologías, resulte necesariamente favorable? Seguramente a un colonizado por las empresas que venden esas tecnologías, a alguien que ve el mundo circundante con los ojos de un invasor, que lo ve como un extraño, como un extraño que, en primer lugar, siente la pulsión de modificar de manera arbitraria los ecosistemas, a la vez que de reemplazar la fauna y la flora nativa por otras especies que le resultan aceptables a los propios fines. El invasor es alguien que no puede complementar su humanidad con el medio que lo rodea sino brutalizándola y modificándola. Lo que estamos planteando, es, en definitiva, el desafío de cómo resolver el estar en el mundo que nos tocó por suerte, de cómo considerarlo propio y de cómo adaptarnos a él, con el mismo respeto que empleamos en otros actos íntimos de nuestra vida… Es el desafío de arraigar en la tierra. Si lo vemos de esta manera comprenderemos que, entre el común de nosotros y ese gobernador de Salta que consideramos emblemático del abuso de poder, o entre ese desmontador implacable, dueño a la vez de Alto Palermo y de casi todos los shopping de Buenos Aires, que usa su respectiva kipá como distintivo religioso y que es conocido en su colectividad por su honorabilidad y filantropía, no existen tan grandes diferencias como habitualmente suponemos, sino en escala.
La lucha por salvar el Planeta a la vez que por construir una Sociedad más justa, exige una conducta en los pequeños actos de la vida, exige una entrega a los propios ideales y un activismo vivido como acto de servicio, que nos han enseñado a menospreciar desde izquierdas y derechas, en nombre de la toma del poder, de los grandes éxitos de la gran escala o sencillamente, por un culto irracional a la eficiencia. Es que se han compartido escalas de valores entre víctimas y victimarios y eso es precisamente lo que hoy está cambiando. En ese sentido, modificar la mirada implica una revolución. Desmontar la selva Salteña como hace el Señor Esztain de la empresa CRESUD, que es también, dueño del shopping Alto Palermo en Buenos Aires, es a todas luces un crimen incalificable contra los ecosistemas de selva, que aporta al cambio climático y a la desaparición de los bienes de que podrían disponer las próximas generaciones de argentinos. El problema es que hasta ahora a la rapiña a gran escala de esta oligarquía, solamente le hemos opuesto el maltrato relativo del monte, por parte de campesinos que utilizan un quebrachito de veinte años para hacer un miserable poste o que, hacen carbón con los árboles del monte para el típico asado de los argentinos. Es el caso asimismo, de tantas familias que utilizan el Chaco para la cría de cabras, y resulta fácil ver desde el aire los “peladales” alrededor de las casas, consecuencia de la desaparición de toda cobertura, por el modo en que se alimentan los caprinos. Y los hemos exculpado porque el daño resulta irrisorio comparado con las devastaciones tecnológicas que ahora se aplauden como progresistas. Pero eso no justifica que en tantos años, no hayamos sido capaces de hallar modelos productivos adecuados al medio, modelos que posibiliten sustentabilidad. Que, debido a modelos extractivos y de agricultura industrial, provincias enteras vivan en la emergencia año tras año, pasando con aceptación resignada de la sequía a las inundaciones, y reclamando cada vez, ayudas y subsidios, sin reconocerse que esa situación es el producto de la estulticia de sus gobernantes y de la extrema sumisión a los Agronegocios, de organismos como el INTA.
No hay víctimas, lo que hay en todo caso, es gente que no pelea suficientemente sus derechos. Todos tienen armas a su alcance para reclamar justicia y también, para luchar por la justicia, y las primeras armas son siempre la conducta, la conciencia y la palabra, después viene el espíritu de la Ley que nos ampara en nuestros derechos a un ambiente sano, y que cada vez más, y más jueces están reconociendo operativa. El primer deber de todo hombre y mujer es el de asumir la propia humanidad. Ello implica muchas veces, tener que luchar y arriesgar la propia vida, y ello implica también una conducta con el medio que permita ser reconocido. No podremos enfrentar a los devastadores sino somos capaces de generar modelos sustentables, sino somos capaces de asumir el entorno como parte de una humanidad que se nos retacea también, en la injusticia y en la iniquidad.
Se pretende detener la debacle que viene con inversiones en nuevas rutas y en obra pública, con aliento al consumo especialmente automotriz, con planes de viviendas y la generación de empleos urbanos. Se refieren al necesario aumento del producto bruto y del crecimiento, y nos lo repiten como si fuera un mantra. Eso está absolutamente destinado al fracaso. Es justamente la economía del crecimiento la que está en crisis, la que ha llegado a un punto de no retorno. Ese modo de tratar de salir de las complicaciones actuales con mayor crecimiento, como si dijéramos que para salir de los problemas, deberíamos problematizarnos más… es lo que ha fracasado a nivel global, pero es también, lo que ha fracasado entre nosotros. Es esa idea del país campamento, la mirada del invasor en quienes no terminan de aceptarse y aceptar el entorno. Es esa idea del derrame que prima en las reuniones de los intelectuales, ese desarrollismo progresista que pasa indiferente frente a los niños que duermen en la calle…. Este modo de vivir es insensato y estoy convencido que nuestros funcionarios lo sospechan, pero los negocios y los compromisos los tienen atrapados. Frente a la economía del crecimiento existe como antinomia una economía de los cuidados, de los cuidados por el medio y por los más indefensos. Llegó el momento de cuidar a nuestra gente, ya crecimos, ya desmontamos; ya tenemos mucho, pero mucho más parque automotor del que necesitamos, ya tenemos carreteras, ya tenemos mucho más de todo lo que necesitamos…o que podríamos necesitar… llegó el momento de cuidar de nuestra gente, de cuidar de la tierra, de cuidar del bosque que ha sobrevivido, llegó el momento de planificar el esfuerzo, de medir las inversiones en energías humanas que se realizan. Es el momento de pensar con criterios de sustentabilidad los modelos productivos, es el momento de planificar para que los alimentos que pongamos en la mesa sean llegados de cercanías, sin packaching, sin cadenas de fríos, sin fechas de vencimiento. Es la hora de los mercados de pequeños productores, la hora de bajarse de la soja y de los modelos de agro exportación. Es la hora de modificar las miradas que han fracasado, el momento de ver el mundo con otros ojos…
Jorge Eduardo Rulli
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