Ademys informa
Compañer@s: reproducimos carta de un maestro de la Escuela 4 sobre la resolución de un conflicto en la misma.
Compañeros: esta es una crónica de cómo hoy el macrismo tuvo que recular con el proyecto que ya todos conocen. Este proyecto que profundiza la fragmentación social y querían imponer por la fuerza en nuestra escuela fue para atrás con el reclamo y la lucha colectiva. Entre los padres, los pibes y los maestros le ganamos la pulseada.
Hernán
Un día feliz
Las 12 y la única noticia era que la Directora del Área estaba demorada. En la Escuela nº 4 del distrito 7º estamos esperando esta reunión que tenía fecha previa, el viernes 6 de noviembre. En este encuentro cara a cara con la funcionaria macrista replicaríamos nuestra oposición al proyecto de cambio de modalidad y fragmentación que quieren aplicar en nuestra escuela y en otras más. Al final llegó, menos impuntual de lo que esperábamos. Liliana Caracciolo más una acompañante que no se presentaría jamás pasaron a la biblioteca de la escuela y detrás los maestros. En la calle unos cincuenta padres esperaban a que se los hiciera pasar; son tan parte del conflicto, tan parte de la escuela como nosotros. La Directora del Área se negó ante nuestro pedido de tener la reunión con los padres: “Ustedes están muy mal informados”, nos dijo, “la reunión con los padres es el 13 de noviembre”. Le insistimos, le explicamos que los padres están muy preocupados y que se convocaron para escuchar en directo, no en diferido lo que nos tienen para decir. No hay caso. Los padres fuera de la escuela, los maestros en la biblioteca y la Dirección del Área ensayando una larga sordera. La reunión empieza con una conducta ostensiblemente agresiva hacia los docentes (mi registro es un poco desorganizado, mental sobre todo) que iría aumentando con el correr de los minutos. La Directora del Área señalaría una y otra vez que una de las causas por las que la matrícula de la escuela pública ha bajado es la pobreza de la propuesta pedagógica de sus docentes. Ninguno de nosotros aceptó este discurso y se lo hicemos saber. La Directora del Área seguía empecinada en demostrar o en imponer un realidad que ninguno de nosotros compartía. Afuera se empezaba a escuchar a los padres que no se habían movido: golpes de tambor casero, voces altas en cuello se filtraban y de a poquito empezaban a ocupar el espacio y a hacer cada vez más tensa la situación.
Cuestionamos que el proyecto haya nacido sin consulta previa a la comunidad: “En abril empezamos a pensarlo; es producto de tres cabezas”, dice la señora Caracciolo, que aun sostenía que esto iba sí o sí. Nos pronunciamos totalmente en contra de que se hable de los chicos en términos de “excedente”: “El Consejo Nacional de Educación usa ese término, ¿vos sabés lo que es el Consejo Nacional de Educación?”, le dijo a quién redacta, con una autoridad sólida como el merengue. Enfrascamientos como éste se presencian en contadas oportunidades. Caracciolo seguía hablando de los niños de Lugano, Bajo Flores y Soldati como “excedente”. “Excedente, es lo que sobra, ¿cómo pueden sobrar niños para la escuela pública?”, le decimos. La respuesta chorrea cinismo: “Es matrícula que sobra”, sentencia.
La biblioteca se empezaba a poblar con la solidaridad de algún que otro maestro que se acercó hasta la escuela. El clima se cortaba con un cuter. Cuando le señalamos que es indignante que el Gobierno considere como "ganado" a los chicos, pretendiendo darles un desayuno arriba del micro, el revés nos deja a todos una muestra cabal de la persona que teníamos adelante: “Van a ser turistas de primera clase”, dijo Caracciolo, sonrisa socarrona de por medio, sarcasmo, burla, mala leche. Los maestros la aplaudimos como toda respuesta. La cosa siguió con amenazas por parte de Caracciolo con el cierre de los grados.
Los padres a esta altura golpeaban las paredes vidriadas de la biblioteca y ocupaban todo el hall interno de la escuela. La Directora del Área señaló que esto no es propio del ámbito escolar. “Esta situación violenta la genera su gobierno, háganse cargo”, le contestamos. La puerta se abrió y una madre entró: “No nos van a dejar afuera”. Todos los padres se hicieron presentes en la biblioteca y rodearon a la Directora del Área. Una mujer grandota se le sentó al ladito y le habló de cerca: “¿Por qué nos quieren dejar sin escuela? Nosotros elegimos la jornada simple”.
Uno por uno, los padres le fueron dando sus argumentos: profundos genuinos, sencillos, valiosos. Caracciolo empezó a hacer malabares dialécticos para sostener su discurso. Las camaritas de los celulares se comenzaron a encender y casi todo fue registrado. Los malabares no alcanzaban y la postura aparentemente irrompible se empezó a doblar. Le pedimos que repita lo que nos dijo a nosotros: que el proyecto sigue en pie, que los niños harán turismo atravesando la ciudad. Tensión y pasos truncos de baile para encontrar una salida. Los maestros le pedimos que se comprometa públicamente a que este proyecto que atenta contra la educación pública no será aplicado en ninguna escuela de la Capital. Se aplaude, se canta: “¡Padres y maestros la lucha es una sola, y al que no le guste se embroma, se embroma!”. Los padres, los padres siguieron negándose a aceptar algo que nadie pidió y que pone en riesgo a la escuela. A esta altura los problemas derivaron en las políticas generales del macrismo. Le decimos que estamos cansados de la agresión constante y una madre maternal (es así) nos pregunta: “¿Los agredieron?”, y contestamos “Nos trataron de vagos”. Ah, esa madre: “¿Cómo le van a decir vagos estos maestros? Ellos educan tan bien a nuestros hijos, son tan prolijos”. Ternura, cosas de la garganta y no sé que más.
La reunión llevaba para una hora y pico cuando Caracciolo dijo que “Si los padres y los maestros no quieren el proyecto, no se hace”. Respiramos: por una vez tuvieron que ir para atrás. Pedimos que eso conste en un acta. El supervisor del distrito, que observaba silenciosamente, redactó toda la nota donde se dejó constancia de que en la Escuela nº 4 no habrá proyecto nuevo. Abajo las firmas de la funcionaria, de todos los maestros y de todos los padres. La mamá grandota que se había sentado al lado de la funcionaria entrelazó las manos y le mostró: “Acá, los maestros y los padres estamos así, unidos, juntos”. Poco, más o menos, es lo que sucedió esta tarde. Los pibes esperándonos en el patio para empezar el día. Eran ya las tres y un cielo gris plomizo nos cubría la cabeza. Un lindo día, creo, un día feliz.
Hernán Boeykens (Maestro de la Escuela nº 4 D.E. 7)
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