“EL OBJETIVO DEL GOLPE FUE RECUPERAR LA AUTORIDAD DEL CAPITAL” SEGUNDA PARTE - ENTREVISTA AL HISTORIADOR LEÓNIDAS CERUTI, POR ANDRÉS SARLENGO (CONTRAPUNTOS, FM SERENA 102.1 MHZ - VENADO TUERTO) SUMARIO   1 - ARGENTINA, SANTA FÉ: OPINIÓN - “EL OBJETIVO DEL GOLPE FUE RECUPERAR LA AUTORIDAD DEL CAPITAL” SEGUNDA ...

“EL OBJETIVO DEL GOLPE FUE RECUPERAR LA AUTORIDAD DEL CAPITAL” SEGUNDA PARTE - ENTREVISTA AL HISTORIADOR LEÓNIDAS CERUTI, POR ANDRÉS SARLENGO (CONTRAPUNTOS, FM SERENA 102.1 MHZ - VENADO TUERTO)

SUMARIO

  1 - ARGENTINA, SANTA FÉ: OPINIÓN - “EL OBJETIVO DEL GOLPE FUE RECUPERAR LA AUTORIDAD DEL CAPITAL” SEGUNDA PARTE - ENTREVISTA AL HISTORIADOR LEÓNIDAS CERUTI, POR ANDRÉS SARLENGO (CONTRAPUNTOS, FM SERENA 102.1 MHZ - VENADO TUERTO).


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De: Andrÿffffffffffe9s Sarlengo

Fecha: Viernes, 19 de Diciembre de 2008 11:46 a.m.

Para: GACETILLAS ARGENTINAS - REDACCIÓN

Asunto: “EL OBJETIVO DEL GOLPE FUE RECUPERAR LA AUTORIDAD DEL CAPITALl” PARTE FINAL

“El objetivo del golpe fue recuperar la autoridad del capital”

Parte final

“El 24 de marzo de 1976, representa la muerte, la corrupción, la persecución, el exilio”, subraya el historiador Leonidas Ceruti.

Leonidas nació en Providencia (Santa Fe) y es un profuso narrador de las luchas obreras. “El 1º de mayo es el día de los explotados, de los trabajadores”, afirma en su libro “El 1º de mayo en Rosario 1890-2000”.

Con Leonidas repasamos qué fue (y sigue siendo) el Proceso de Reorganización Nacional. Es indispensable mirar hacia atrás para desbrozar el camino rumbo a una verdadera democracia. Es indispensable comprender que el capitalismo siempre precisará gobiernos “autoritarios”. Aunque votemos cada dos años: los gerentes que elegimos representan “la autoridad del capital”.

Leonidas Ceruti aporta a la reflexión con sus largas respuestas.

¿Democracia con niños sin pan ni escuelas? El discurso oficial pretende engañarnos y confundirnos.

Habrá que desbrozar nuestro lenguaje para que el amo opresor aparezca desnudo y tal como es. Habrá que matarlo –si es necesario- y parir la democracia.

· Contrapuntos: ¿Cuáles son las principales consecuencias sociales que nos dejó el Proceso de Reorganización Nacional?

· Leonidas Ceruti: Las secuelas dejadas por la dictadura, para el país y especialmente para el movimiento obrero fueron catastróficas. Pero en el análisis deseo incluir no solo las consecuencias de la dictadura sino lo sucedido en estos 25 años de democracia, en los planos económicos, sociales y políticos.

Los mismos puede sintetizarse en:

*Cambios en la estructura económica como proceso de reconversión y ajuste ininterrumpido. Concentración del poder económico vía mecanismos de apropiación financiera, progresiva perdida de capacidad de intervención estatal en la economía, modernización selectiva en torno a las industrias exportadoras y destrucción de las fracciones débiles del capital centrado en el mercado interno por caída de la demanda y por estrangulamiento financiero.

*Menor capacidad de autonomía del Estado en relación directa con el poder financiero internacional y la reconversión industrial que se adapto a esa realidad y se oriento casi exclusivamente hacía la industria alimentaría, automotriz, petróleo, papel, telecomunicaciones, servicios públicos. La estrategia de “los capitanes de la industria”, desde Pérez Companc hasta Techint, paso por sumarse a los cambios que se producían, y su capital excedente ocupo todos los espacios que dejo la retirada del Estado, porque la privatización ofreció una oportunidad al capital en crisis. El Estado fue un remate completo, que no tuvo parangón con otros países que vivieron el mismo proceso o sea una adaptación al ajuste del capitalismo mundial.

*Homogeneización de las clases dominantes.

*Fraccionamiento y aislamiento de los sectores populares, debilitamiento del mercado de trabajo.

*La desindustrialización, trajo caída del salario y desempleo.

*A la desarticulación organizativa impuesta a los sindicatos por la dictadura, se le sumo la atomización del movimiento obrero, produciéndose el debilitamiento político del poder sindical.

*En el plano político, la democracia, se fue restringiendo cada vez mas, con una serie de beneficios a los violadores de los derechos humanos, desde el Punto Final, Obediencia Debida y culminando con el Indulto para los comandantes genocidas dictado por Menem. Por otra parte fueron constantes los avances del poder ejecutivo sobre el legislativo y judicial, gobernando por decretos de “necesidad y urgencia”, bajo el pretexto de las “emergencias económicas”. El parlamento se fue desprestigiando paso a paso, donde los “diputruchos”, las prebendas, las “coimas” fueron moneda corriente.

*Corrupción en todos los estamentos políticos y de la sociedad.

Por otra parte, como ya hemos comentado el porque de los objetivos del golpe genocida de 1976, las consecuencias para la clase obrera y el resto de la sociedad. Pero conviene repasar lo sucedido, en los planos de las políticas económicas y sociales aplicadas, por eso los siguientes conceptos.

La dinámica adquirida por el movimiento obrero en los años precedentes al 76', se vio truncada por el golpe militar. La excelente investigación de Pablo Pozzi, “Oposición obrera a la dictadura”, nos plantea que la clase obrera recurrió a nuevos métodos de lucha, tácticas, planteos y objetivos, que fueron reformulados por la nueva situación. La represión de la dictadura hizo que el movimiento obrero elaborara “una serie de medidas que posibilitaran enfrentarla sin brindar blancos para el castigo”. El trabajo a reglamento, el trabajo a tristeza, el quite de colaboración y el sabotaje fueron algunas de las medidas que se fueron adoptando. Los primeros años 76-77 fueron cruciales en el avance de los métodos de lucha, mientras que el tiempo y la lucha permitieron ir tomando fuerzas. El aumento de la cantidad de conflictos y de medidas de fuerza, que se plasmaron en el año 79 con la primera toma de fabrica desde el golpe, las huelgas por tiempo indeterminado, las movilizaciones del Swiff y en San Miguel de Tucumán, fueron emergentes de ese avance cualitativo y cuantitativo.

Pozzi afirma que “A partir del año 1979 se nota una aceleración en el proceso de acumulación de fuerzas del movimiento obrero. El “paro sorpresivo” cuyas características son: corta duración, y niveles de organización muy altos que permiten conseguir desde la base una gran efectividad. Ante el paro sorpresivo, la fuerza represora se siente impotente, los conflictos no le dan tiempo para actuar. Cuando se enteran del hecho, ya no hay margen de acción porque‚ este ha concluido. Además, los trabajadores se mantienen en sus lugares de trabajo, lo que les permite obrar con rapidez y aprovechar al máximo el factor sorpresa.”.

Por otra parte, en los conflictos por despidos y cierres, las respuestas fueron distintas, con un enfoque opuesto al anterior. Es decir, “extender el conflicto a la calle, extenderlo a otras fabricas y lograr el apoyo de otros sectores sociales”. Fueron los ferroviarios, metalúrgicos y automotrices los que estuvieron al frente de la resistencia por la calidad de las medidas de fuerza.

La dictadura se vio forzada a reestructurar su táctica con la clase obrera. Durante 1978 y 1979 si bien se mantuvo un nivel represivo sensiblemente alto, puso especial énfasis más en la construcción de un sindicalismo a fin a sus intereses. Pero hacia diciembre de 1981 con la asunción de Galtieri, era evidente que si bien la dictadura había logrado algunos “éxitos” parciales (obras sociales, debilitamiento organizativo), el régimen había logrado parcialmente a dar forma a un sindicalismo “apolítico”, colaboracionista, en todas sus líneas.

Es indudable que la dictadura modifico al movimiento obrero. Desde un punto organizativo, debemos remarcar el surgimiento de nuevas camadas de activistas y el desarrollo de conducciones paralelas a las cúpulas sindicales en el lugar de trabajo. La defensa que hicieron los trabajadores tanto del control sobre las condiciones de trabajo como de sus organizaciones gremiales fueron lo destacable del periodo. Las características que tomó la solidaridad obrera y la unidad de la clase frente a la patronal y la represión enfatizan lo expresado.

Las secuelas dejadas por la dictadura, para el país y especialmente para el movimiento obrero fueron catastróficas, posteriormente desde 1983 hasta la actualidad, se sucedieron distintas políticas económicas, sociales y políticas que nada hicieron para salir de las crisis que se sucedieron, que fueron convirtiendo a la sociedad en una verdadera barbarie por las miserias que se viven a diario.

A la desarticulación organizativa impuesta a los sindicatos por la dictadura, se le sumo la atomización del movimiento obrero, produciéndose el debilitamiento político del poder sindical.

Además, la feroz represión desatada en el país con el golpe del 24 de marzo, que no sólo se ensañó con los cuerpos de los torturados, perseguidos, exiliados y sospechosos sino que se prolongó en un sistemático plan de exterminio abarcando por lo tanto en su conjunto el campo de la cultura, con el objetivo de formar subjetividades individuales y colectivas para erradicar de las mismas los valores de solidaridad, compromiso ciudadano y participativo desde donde emergen principios de fraternidad, igualdad, libertad y reivindicación de los diversos derechos sociales, civiles y políticos conquistados por la sociedad inculcando en su lugar valores dominados por el individualismo, la competencia, el consumismo, el desinterés por el otro que llevan a posiciones de autoritarismo, negación de las diferencias y ruptura de los lazos sociales.

Para transformar las culturas del trabajo, del compromiso social y político, de la solidaridad y la entrega que permanecían con plena vigencia durante las décadas de los años 60 y 70 en nuestro país se forjaron dispositivos culturales que fueron utilizados como instrumentos de dominación y domesticación para sostener un orden impuesto, utilizando no solo los medios masivos de comunicación sino recurriendo a múltiples y diversos dispositivos culturales de control creados para disciplinar a hombres, mujeres y niños y para cohesionar una sociedad que fuera más pasiva y resignada, que acatara la lógica impuesta de los valores dominantes.

A la inhumana estrategia de desaparición de los cuerpos le siguieron estrategias intentando hacer desaparecer las construcciones culturales utilizando o combinando acciones que buscaban implantar el terror y el disciplinamiento socio-cultural: desaparición de escritores, quema de libros, cierres de editoriales, persecuciones a docentes, silenciamiento de la ciudadanía, tratar de implantar la desconfianza y delación, manejo discrecional de los medios de prensa, censura de libros, películas, artistas, clausura de lugares de producción culturales en sus diversas formas, deformación histórica de manuales y libros de estudio y hasta prohibición de cuentos infantiles “que estimularan demasiado la imaginación”.

El 24 de marzo de 1976 es una fecha clave de la historia reciente de nuestro país, un punto de inflexión y fractura en el proceso histórico de la sociedad argentina.

A más de treinta años del golpe de Estado que inauguró una de las épocas más sombrías y trágicas de nuestra historia, los argentinos encontramos una nueva oportunidad para reflexionar acerca de lo ocurrido en aquellos años, pero también para pensar en nuestra democracia en el presente y en la que aspiramos a construir en el futuro.

Indagar en las diversas cuestiones relativas a la censura cultural durante la última dictadura militar en nuestro país implica reconocer el carácter formativo, y no de mera reproducción de la ideología dominante, que tiene la cultura dentro de un proceso social. En ese sentido, las producciones simbólicas como la literatura, el periodismo, o las intervenciones de los intelectuales (tanto de los que fueron claramente opositores como de los que colaboraron en el diseño de políticas culturales que legitimaron el orden político, social y económico impuesto por el gobierno militar) confirman aquel rasgo determinante propio de la cultura.

Desde esta perspectiva es posible preguntarse, entonces, cuáles fueron aquellas políticas diseñadas e implementadas, con relación a la producción intelectual y literaria, cuáles sus efectos en la circulación de las obras, qué cambios generaron en las formas de leer, cómo modificaron las relaciones entre integrantes del campo cultural durante aquellos años, qué respuestas promovieron y cuáles obtuvieron.

El Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 implicó una ampliación y sistematización del accionar represivo de las fuerzas armadas y policiales que se había iniciado en años anteriores, así como un fortalecimiento de los mecanismos de control autoritario sobre la sociedad. La censura cultural, había comenzado a sistematizarse durante los gobiernos de Juan Carlos Onganía, Alejandro Agustín Lanusse e Isabel Perón, principalmente, y se consolidó durante la última dictadura militar.

Si numerosos historiadores, sociólogos e intelectuales han analizado sus consecuencias sobre nuestra vida cotidiana, y sobre las prácticas culturales en general, son menos los que han examinado los mecanismos mediante los cuales el Estado dictatorial procuró ejercer su control sobre la cultura y en particular, sobre la literatura y el arte. En los últimos años, algunos investigadores se han ocupado de esta cuestión.

Queda mucho por explorar en torno al período más traumático de nuestra historia contemporánea y, en particular, acerca de las consecuencias concretas sobre la cultura que aún perduran. Puede mencionarse, por ejemplo, el quiebre nunca recuperado de la industria editorial argentina, debido entre otros factores, a la disminución de la lectura.

Para un gobierno que concebía a cada individuo como un enemigo real o potencial en tanto no se ajustara a los valores conservadores, resultaba natural o al menos necesario que buscase no sólo reprimir los actos de carácter simbólico, sino también intervenir en la cultura imponiendo modelos autoritarios y unilaterales. Si revisamos con detenimiento las intervenciones de los funcionarios dictatoriales, o el discurso de los medios de comunicación, así como algunos acontecimientos significativos, veremos que junto con el ejercicio de la censura -mecanismo inmediato y directo de represión cultural-, las diversas juntas militares desplegaron acciones que constituyeron una verdadera política de producción cultural. Tuvieron como objetivo construir e imponer un proyecto basado en la afirmación de un modelo de país acorde con sus principios morales e ideológicos conservadores, autoritarios y antidemocráticos. Como puede comprobarse, desde las primeras horas del Golpe los funcionarios de facto consideraron que para hacer perdurar su sistema político, el poderío militar necesitaba un sustento ideológico.

Pensaban que sólo podrían conseguirlo desarrollando un sistema capaz de incidir sobre “la mente humana, el sistema interno de convicciones de cada hombre”. Así lo sostuvo el Ministro de Cultura y Educación nombrado hacia julio de 1978, Juan Llerena Amadeo: “Las ideologías se combaten con ideologías y nosotros tenemos la nuestra”.

Para alcanzar dicho objetivo, una primera etapa consistía, por un lado, en la expurgación de todo producto cultural o práctica, calificados como subversivos. Por el otro, la intervención de las instituciones culturales más a mano: la escuela, los colegios y universidades, y los medios de comunicación estatales.

Es probable que la etapa siguiente, de prevención y acaso de imposición de la ideología materialmente dominante nunca haya llegado a consolidarse. Esto puede deberse, entre otras razones, al final precipitado de esta dictadura por la Guerra de Malvinas y a las formas de resistencia desarrolladas por ciertos sectores de la sociedad civil. Ahora bien, no se trataba meramente de censurar sino de controlar desplegando una tarea de investigación sistemática y planificada sobre todo y sobre todos, utilizando las estructuras administrativas y políticas del Estado terrorista: un libro, un evento, un escritor, un artista, un intelectual eran sometidos a una investigación y a un análisis que se volcaban en registros o expedientes. Como sucedía en el caso de la represión política, el Ministerio del Interior era la central ideológico política de la que partía una amplia descentralización operativa. De un modo similar a lo que ocurría con los informes de inteligencia sobre el campo político y sindical, éstos servían luego a los funcionarios que tomaban decisiones políticas como la prohibición, la persecución o la muerte. Estudios recientes de archivos de inteligencia revelan que, aunque no todo se prohibía, todo se controlaba. Contrariamente a una creencia vigente hasta hoy, según la cual la censura o la quema de libros eran actos más bien irracionales realizados por militares sin conocimiento ni capacidad de evaluar las producciones culturales, los informes fueron realizados por personal calificado según un plan sistemático, político, de represión y producción cultural: se asignaron estas al alcance de la censura. Para la dictadura hubo escritores y editoriales, pero también palabras prohibidas.

Cada aniversario del golpe militar constituye un momento particular para la reflexión, el ejercicio de la memoria y el análisis histórico. La dictadura es recordada a través de innumerables manifestaciones: debates públicos, actos oficiales, ceremonias, movilizaciones. En el acto de ejercicio de la memoria, los distintos actores sociales privilegian miradas que contienen distintas interpretaciones. Los integrantes de las organizaciones defensoras de los derechos humanos y los partidos y grupos de izquierda mantienen vivo el recuerdo de la resistencia a la dictadura y de los crímenes llevados a cabo por los represores. Insisten, por otro lado, en la necesidad de que se haga justicia y en que se castigue a los responsables por los actos del terrorismo del Estado.

· Contrapuntos: En los ´90 la CGT fue cómplice del neoliberalismo y actualmente la CTA posee una posición ambigua. ¿Por qué crees que es difícil construir una alternativa política desde los intereses de los trabajadores?

· Leonidas Ceruti: Primeramente quisiera plantear y dejar sentada mi posición de que una alternativa política y social de los trabajadores debe ser gestada por los trabajadores mismos, y no por otros en su nombre.

Creo que debemos dejar de lado el llamado “sustitucionismo”, o sea todos aquellos que hacen, hablan y deciden en nombre de los trabajadores.

Por eso reivindicamos a la Democracia Obrera o Directa, que es uno de los métodos de lucha más creativos de los trabajadores. Los principios en que se basa ese tipo de democracia: es que los mismos DELIBERAN, DECIDEN Y EJECUTAN ellos mismos, en contraposición con la democracia de los representantes donde los electores de los representantes, no deliberan ni deciden sino es a través de sus representantes.

Desde las primeras reuniones, luego en las asambleas, pasando por las deliberaciones de los delegados de secciones, de encuentros interfabriles hasta el surgimiento de las asambleas populares, su práctica en distintas instancias de la vida obrera fue una de sus armas más poderosas.

Es una concepción de democracia que no consiste sólo en la decisión cada tantos años. Insistimos que la esencia es que deliberación y decisión se correlacionan con la ejecución, de quienes la practican. Su principio fundamental es que el poder descansa totalmente en manos de quienes la practican, y permitirá una democratización de toda la sociedad.

Y el otro gran aporte es el principio de Delegación y el poder ser Revocado su mandato y poder ser Reemplazado en cualquier momento, ante el no cumplimiento de las decisiones de quienes le dieron el mandato.

Esta forma de democracia surgió en la lucha, en el conflicto, en los lugares de trabajo, en las secciones productivas. Todo empezó con la elección de delegados para plantear sus problemas a partir de la producción, luego se fue extendiendo de una fábrica tras otra, lo que significo una reconquista del lugar de trabajo como centro de reunión, de discusión de las problemáticas de los trabajadores. Posteriormente, las asambleas pasaron de los salones de los sindicatos y se hicieron en el interior de la fábrica, donde antes tenían prohibido el ingreso los representantes sindicales, y se conquisto el derecho a cierto número de horas de reunión.

La asamblea como forma de organización y su instauración no fue debida a la iniciativa de ningún partido ni grupo político, sino que fue obra de los trabajadores durante el desarrollo de los acontecimientos que protagonizaban.

No surgieron con las formas ya definidas que tomaron cuando el movimiento alcanzó su apogeo, sino que fue el resultado de la transformación de los distintos organismos de combate creados en el curso de la lucha. Se producía un proceso muy original. Las masas obreras que la creaban, parecían pasar de una forma de organización a otra, modificándola cada vez, eliminando unos elementos, introduciendo otros, ora simplificando, ora perfeccionando la organización. En algunos lugares, surgieron como un desarrollo natural de los Comités de Huelga. En otros, por el desarrollo de los mismos comités de fábricas y talleres. Dichos comités, que en un principio no perseguían otra misión que dirigir el movimiento huelguístico, se transformaban paulatinamente, bajo el impulso de los conflictos, en organismos representativos de toda la clase obrera. En un principio se trataba únicamente de un sistema de representantes de fábricas, delegados por sus compañeros para tratar con los patronos, recaudar dinero para los huelguistas, etc.

Sea como sea, el hecho es que la clase obrera creó una organización completamente original que se distinguía de todas las demás anteriores, tanto por el hecho de que fue iniciativa suya exclusivamente, como por los procedimientos empleados para su creación y los fines para que fueran constituidos. Esas asambleas fueron creadas por las clases explotadas; se constituyeron no de acuerdo con la ley, sino por la actividad directa de los trabajadores, y se transformaron en instrumentos de lucha.

Lo que no ofrece la menor duda es que al crearlos, dieron a los explotados y al pueblo una nueva forma de organización. Fueron en realidad, organismos netamente transformadores, inconcebibles en una época de desarrollo pacífico.

Esa práctica de democracia directa se dio desde los orígenes del movimiento obrero en el ámbito mundial. Se la vio practicar en los primeros sindicatos, luego en los actos, en las manifestaciones, en los conflictos, las huelgas, los piquetes, las tomas de fábricas, los alzamientos populares.

En nuestro país, el ejercicio de ese tipo de democracia se dio en distintos periodos:

*.-En los comienzos del movimiento obrero en Argentina

*.-Se desarrolló en los gremios y en los conflictos de las décadas del 20 y del 30.

*.-Durante el primer y segundo gobierno de Perón, en las crecientes y poderosas Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados.

*.-En la resistencia en las fábricas a las medidas antiobreras de los golpistas del 55, durante el enfrentamiento al Plan Conintes y en el Plan de Lucha de la CGT del 63.

*.-En los alzamientos populares del 69, en el marco de la CGT de los Argentinos, en los sindicatos combativos y clasistas de los 60 y 70, durante las marchas y asambleas del Rodrigazo del 75.

*.-En los Cortes de Ruta, en cada piquete y en cada conflicto que se han planteado desde los años 90.

Por otra parte, en lo que hace a los partidos políticos y grupos de izquierda, creo que es otra cosa distinta a lo planteado hasta aquí. Primero, quiero dejar sentado que todos ellos tienen derecho a su existencia, como expresiones políticas de distintos sectores de militantes. Segundo, pienso que todos debemos con nuestra militancia aportar a la transformación revolucionaria de la sociedad. Tercero, debe primar una voluntad de unidad de los que luchan, los revolucionarios, y tratar de superar las diferencias en el debate político y en la acción. No debemos ver a los compañeros de otros grupos como los “enemigos a vencer”. A quienes hay que vencer son las clases dominantes y sus sistemas de explotación, injusticia y barbarie.

En esa línea de pensamiento, el principal problema que todos debemos superar es el “sectarismo” que existe en el campo popular.

Y sumemos la crisis del movimiento revolucionario a nivel mundial desde hace varias décadas, al ponerse en cuestión y debate temas como: el tipo de partido, las vías de la revolución, los cuestionamientos al capitalismo y su superación por una sociedad sin explotadores ni explotados, los debates entre reforma o revolución, la participación en las “democracias vigiladas” o restringidas, luchar por cambios en el capitalismo o luchar por el socialismo, tener posiciones reformistas frente a esta sociedad o adoptar posiciones antisistema, el papel o el rol de los revolucionarios.

El esfuerzo debe estar dado por lograr la unidad de los revolucionarios a pesar de las diferencias y debates.

Hoy como en los años 60 y 70 el ejemplo pasa por las Comisiones Directivas de algunos sindicatos que están integrados por compañeros/as de distinto origen, experiencias, todos unidos por un gremio con compañeros accionando por los intereses de todos los trabajadores. Desde los ejemplos de los 70 como lo sucedido en el SOEPU de los petroquímicos de PASA en San Lorenzo, el Luz y Fuerza de Tosco, hasta lo que realizan hoy los compañeros docentes de AMSAFE Rosario, docentes de Entre Ríos, Neuquén, los delegados del subte en Capital Federal, los compañeros de Zanon, etc.

Andrés Sarlengo

Contrapuntos

16 de diciembre de 2008

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