Preguntas para un país distinto
Por Andrés Sarlengo
La presentación de mi libro “La democracia entre preguntas” el pasado 30 de octubre en Cosquín (Córdoba) fue un buen interrogante. Una excusa para pensar y sentir qué “democracia” sobrevivimos los argentinos.
Norberto Ganci nos presentó. El profesor Juan Carlos Sánchez (uno de los entrevistados en el libro) dijo lo suyo. Y yo desde el inició aclaré que la democracia Argentina –parafraseando a Eduardo Galeano- es la “obra maestra de una escuela artística que podríamos llamar realismo capitalista”.
Atilio Boron es categórico: “El dilema neoliberal no es entre Estado y Mercado, sino entre Democracia y Mercado”. Y muchos dirigentes políticos e intelectuales cayeron en la trampa ideológica cualquiera fuese sus intenciones.
El dilema es más democracia y menos capitalismo.
Preguntémonos qué democracia nos lego el Proceso de Reorganización Nacional 1976-1983. Como en 1879 el genocidio estatal como medio de los poderosos para bien de sus intereses. Otrora la “Conquista del desierto” y casi cien años después la “Defensa del ser nacional”.
Si el Estado fue (y es) capaz de asesinar sin contemplaciones… cómo confiarnos ahora que va hacernos libres, felices y solidarios…
No podemos pensar ni sentir la democracia existente obviando qué pasó desde el 24 de marzo de 1976 hacia el presente. Leonidas Ceruti* aseveró: “El objetivo del golpe fue recuperar la autoridad del capital”. Jorge Cadús* también es contundente: “Hoy los números demuestran cómo ha modelado la geografía del agro argentino el plan económico instaurado por Martínez de Hoz a partir de 1976”. La patria sojera son las corporaciones transnacionales que nos dominan.
El 20 % más rico de los argentinos se apropia del 53 % de la riqueza. El 20 % más pobre apenas obtiene el 4,2 %.
Tiene razón Carlos Solero*: “¿Democracia en la Argentina? Con más del 50 % de la población excluida…”.
Norberto Olivares* señala un camino a transitar: “Creo que lo nuevo será gestar un movimiento de derechos humanos que parta de la definición de los derechos humanos como una lucha anticapitalista”.
Si el Estado fue capaz de “desaparecer” 30.000 personas entre 1976 y 1983… ¿Por qué creer que actualmente tenga interés en formar sujetos autónomos, tolerantes y democráticos?
Darío Balvidares* sentencia: “El miedo y el autoritarismo fundaron una cultura: del fundamentalismo militar al fundamentalismo de mercado; de la desaparición forzosa de personas a la desaparición desasosegada de lo público. Es lo que ocurre desde los ’90: un Estado que a partir de los “cuerpos legales”, las leyes, habilita la desaparición de los cuerpos públicos (llamados estatales) cuando digo desaparición es en sentido que lo público deviene privado o tercerizado en función de la transacción dineraria; por supuesto que aquí estamos incluyendo áreas como la educación y la salud en ese desplazamiento.
El dilema es más democracia y menos capitalismo.
El Estado ya sabemos –historia mediante- de qué lado está. Nadie debería aferrarse a la ficción de que el Estado representa institucionalmente los intereses de la sociedad. Carlos Marx afirmó que el Estado es “una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”.
Ignacio Lewkowicz asegura: “Esa Constituyente (reforma constitucional de 1994) es el acta de defunción del Estado-nación y la partida de nacimiento del Estado técnico-administrativo propio de nuestra modernidad tardía –o de nuestra post-hiperinflación, post-estallido social, último avatar de la capacidad del Estado argentino de incluir a todos los habitantes como ciudadanos de nuestra nación. …La estabilidad es consigna absoluta del Estado técnico, que no gestiona las demandas de todos los hombres sino los encargos de su soporte subjetivo: los consumidores”.
La democracia argentina es apenas una nominación. “No, no se están diseñando políticas desde las instituciones del Estado que permitan formar sujetos libres”, sostiene Balvidares*.
El sistema educativo nacional conjuga a los estudiantes como consumidores y ciudadanos. Según la ley 26.206 “la educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social garantizados por el Estado”. Al subrayar BIEN nos transforma en consumidores y al destacar ESTADO en ciudadanos obedientes al derecho neoliberal.
El concepto calidad educativa atraviesa la praxis educativa y los educandos. “Calidad educativa… ¿Qué es eso?”, se pregunta el Profesor Sánchez* y responde: “Es fomentar conductas que permitan la supervivencia del sistema actual para beneficios de unos pocos”.
Es evidente que la “hegemonía del sistema educativo nunca dejó de estar en manos de la clase dominante”. Así lo recuerda Gustavo Teres*.
Y hegemonía como insiste Antonio Gramsci es supremacía que se manifiesta como dominio y como dirección intelectual y moral.
En definitiva –frente a la hegemonía del capital (plutocracia)- hay que oponerle la democracia. Y no queda otro horizonte que la pelea. Por eso, este encuentro con Norberto y Juan Carlos en el profesorado de Cosquín y el programa de radio El Club de la Pluma es un acto de persistencia para crear subjetividades democráticas y hombres libres.
En semejante apuesta –sin embargo- precisamos de muchos. Acompáñenos.
* Entrevistados en La democracia entre preguntas.
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