La heroica lucha de Kraft marcó un camino La lucha de las trabajadoras y trabajadores de Kraft es una página gloriosa del movimiento obrero argentino, y una de las batallas más impor...

La heroica lucha de Kraft marcó un camino

La lucha de las trabajadoras y trabajadores de Kraft es una página gloriosa del movimiento obrero argentino, y una de las batallas más importante del proletariado fabril en las últimas décadas.

Hay un antes y un después de la lucha de Kraft, que demostró que era equivocada la idea de que no se puede luchar contra los despidos. Cuando nos plantamos los 2.700 obreros, dirigidos por nuestra comisión interna y nuestro cuerpo de delegados, trazamos un camino para enfrentar la crisis que tuvo la simpatía y el apoyo de millones de trabajadores y el pueblo. Fue un estímulo para que volvieran a instalarse los conflictos en las calles y rutas.

La lucha de Terrabusi es una página de dignidad nacional contra una empresa yanqui que pisoteó las leyes argentinas para descargar su crisis sobre los trabajadores de nuestro país. Produjo un cambió en la situación política nacional que venía girando en las peleas del gobierno “nacional y popular” con Clarín. La lucha puso en evidencia el verdadero carácter del gobierno que nos desalojó con una violenta represión. El conflicto ganó el apoyo y la simpatía de grandes masas y muy amplios sectores sociales y políticos, colocando al proletariado en el centro de la escena, unido a una enorme corriente asqueada de los aparatos sindical y político del sistema.

Los 38 días de paro, los cortes de la Panamericana, y las jornadas de innumerables cortes en todo el país como el día de la represión: el 25 de septiembre, y luego el 28 de septiembre, mostraron la fuerza de la clase obrera, en particular los grandes centros de concentración fabril, como eje de una amplísima unidad multisectorial. La lucha refirmó la política de reagrupamiento de las fuerzas obreras y populares, patrióticas y democráticas, y dejó nuevas enseñanzas para el camino que mostraron el Argentinazo y la Rebelión Agraria, para hacerle pagar la crisis a los que se enriquecieron a costa del hambre del pueblo, y para la lucha por un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático, hacia la liberación nacional y social.



El conflicto fue protagonizado por los 2.700 trabajadores de Kraft, con la dirección de la comisión interna y el cuerpo de delegados. Es un mérito de todos haber llegado hasta donde se llegó. Es mérito de una línea clasista, haber demostrado que hay dirigentes que no se compran ni se venden, que permanecen fieles a la clase obrera más allá de sus aciertos y sus errores, de los que nos hacemos cargo. Y es la comprobación de una línea justa que, en un conflicto que se desarrolló en una situación extremadamente difícil, contra enemigos muy poderosos, se logró desplegar la fuerza y la unidad obrera y popular, dividir a los enemigos, frenar el ajuste patronal, y conquistar el reingreso de la comisión interna para continuar la lucha. En esas condiciones se realizaron las elecciones de la comisión interna.

¿Qué es la Kraft?


 



La Kraft es una de las empresas de la alimentación más grandes en el país. Trabajan en su planta de Pacheco, en la zona norte del Gran Buenos Aires, 2.700 mujeres y hombres, divididos en tres turnos. Es la mayor empresa de la alimentación de Estados Unidos, que provee al Ejército de ese país. En el mundo, es el segundo monopolio de su rama. El principal accionista de la Kraft es Warren Buffet, que en medio de la crisis compró el ferrocarril Burlington Northern por 26.600 millones de dólares, y ofertó 16.700 millones por Cadbury.

La crisis internacional se descargó con fuerza sobre los trabajadores argentinos. La política del gobierno de Cristina Kirchner agravó esta crisis. Según datos de la UIA, en el primer semestre de este año, 220.000 personas perdieron sus puestos de trabajo. Las cifras oficiales del Anses muestran 400.000 aportistas menos.

El modelo laboral consolidado durante la década menemista fue mantenido a rajatabla por el actual gobierno: precarización laboral, generalización de contratos “basura”, agencias de empleo, trabajos eventuales y otras formas de tercerización. Las primeras víctimas de la crisis fueran los trabajadores precarizados.

A fines del año pasado y principios de éste la Kraft no tomó personal para el inicio de la temporada, cortó las horas extras, adelantó las vacaciones y se preparó para profundizar la sangría entre los trabajadores efectivos.

El plan de la empresa fue largamente preparado. La casa matriz de Kraft preparó el ajuste para toda América Latina. Descargó su crisis en Ecuador, Venezuela, Colombia, México y Perú; y en España. Aquí, comenzó a inicios de este año con un cambio en la presidencia asumiendo como responsable del Cono Sur Alberto Pizzi, “ex alumno del Liceo Militar” que llegó “a la industria de la alimentación, primero en Pepsico y finalmente en Kraft” (Clarín 29/9/09). Por orden de la casa matriz, se contrató un nuevo equipo de seguridad, y asumió como gerente del área de Recursos Humanos Prendoné Pita (pariente del general Pita que actuó durante la dictadura), que armó el equipo que actuó en todo el conflicto. Además, designaron como Director de Asuntos Corporativos a Pedro López Matheu, principal artífice del descabezamiento de la comisión interna del diario Clarín, en el año 2004.

Estos directivos venían a aplicar el plan que consistía, como lo expresó la abogada de la Kraft ante la justicia, en despedir a 750 trabajadores, eliminar un turno, imponer la jornada de 12 horas y liquidar otras conquistas. Para eso necesitaban barrer la comisión interna y el cuerpo de delegados.



Luchas y conquistas



Los trabajadores de Kraft veníamos de luchar por la efectivización de los contratados, consiguiendo que entren más de 900 compañeros en el 2007. También rompimos los topes salariales acordados en las paritarias por la dirección del Sindicato de la Alimentación (STIA). Fue una lucha de enorme importancia, porque unió el aumento salarial con la efectivización de 900 jóvenes. En el 2008, pese al rechazo de la patronal y el sindicato, impusimos el cuerpo de delegados, instrumento clave para enfrentar la ofensiva de la patronal.

En marzo del 2009 arrancó la lucha por paritarias, hubo un período de debates en las secciones y en asamblea general se acordó un pliego de reivindicaciones. La empresa, en los meses de abril y mayo cerró la línea de Capri, Desayuno, alfajor azucarado y otras. Alrededor de 140 trabajadores de los tres turnos fueron redistribuidos en otras líneas. Creció la discusión sobre la profundidad de la crisis. Los compañeros preguntaban: “¿Cuándo va a llegar la crisis?”. Cuando en realidad el problema era cómo nos preparábamos para enfrentar la crisis que estaba en curso. La empresa se venía preparando.

Otro hecho que mostró que la empresa avanzaba en la ofensiva para imponer su plan, fue el juicio contra Ramón Bogado, por un corte de la Panamericana en mayo del 2007, por la efectivización de los contratados y por aumentos salariales. El juicio fue bajo presión de la patronal, que presentó los testigos. Se logró la absolución en medio de una contundente movilización de más de 2.000 personas.

El gobierno de Cristina Kirchner adelantó las elecciones legislativas al 28 de junio, en una maniobra para intentar disimular el fracaso de su política ante la profundidad de la crisis, y para poder llevar adelante los planes de ajuste previstos tanto en el Estado como en los privados, sin una campaña electoral por delante. Esto profundizó la división entre sectores de las clases dominantes que venía de antes, y fue clave en todo el conflicto de Terrabusi.

La derrota electoral del gobierno y el peso ganador del voto bronca estimularon que, frente a la crisis y la política kirchnerista de descargarla sobre el pueblo, se desatara un profundo reguero de luchas obreras, del movimiento de desocupados y el de jubilados que no pudieron ser desalojados de las calles y rutas, y de muchos sectores sociales. En el 2008 se había producido la rebelión agraria y federal que le asestó un duro golpe al gobierno.

A los dramas de la creciente pobreza y desocupación, a la feroz superexplotación realizadas por empresas como Kraft, vino a sumarse la epidemia de Gripe A. El gobierno, preocupado por las elecciones, quiso tapar la magnitud de la epidemia y el número de víctimas fatales. Luego del 28 de junio, junto con la derrota electoral del kirchnerismo se supo la verdad, con decenas de muertes que se reconocían a diario. La ola de indignación fue muy grande en Terrabusi. La comisión interna propuso un Comité de Crisis integrado por representantes de los trabajadores y la empresa, ante la gravedad del problema de higiene en la fábrica, el jardín maternal y otros lugares.

El dueño de la Kraft compró un ferrocarril en 26.600 millones de dólares, y ofreció 16.700 millones por Cadbury, y la empresa se negó a tomar medidas sanitarias frente a la Gripe A. Fue una verdadera provocación.

Esta realidad llevó a realizar movilizaciones a las oficinas y posterior conciliación obligatoria en el Ministerio de Trabajo. Esta lucha, que se dio en la primera semana de julio, es el antecedente inmediato a los despidos que llevó a cabo la Kraft el 18 de agosto.

Con las paritarias y la Gripe A, junio, julio y agosto fueron meses de lucha en Kraft.



El camino del Argentinazo y la rebelión agraria demostraba su vigencia y cómo obtener conquistas. Por eso dijo en medio del conflicto de Kraft, Joaquín Morales Solá, desde las páginas de La Nación: “El problema de fondo es que no está resuelta la crisis de representatividad del 2001”.



38 días de paro



El martes 18 de agosto la Kraft despidió a 162 trabajadores de su planta de Pacheco, incluidos cinco integrantes de la comisión interna, más de la mitad de los delegados de sección y tres congresales del STIA. Usó como pretexto las movilizaciones a las oficinas durante la Gripe A; la verdad era que iniciaba su plan de ajuste.

Había dos alternativas: dejábamos pasar los 162 despidos quebrando la unidad de los trabajadores, o los enfrentábamos. Fue correcta la decisión de enfrentarlos. El 18 de agosto, los trabajadores nos plantamos y paramos la fábrica luego de asambleas generales por turno. El Ministerio de Trabajo decretó la conciliación obligatoria. El sindicato, en ese momento, apoyó la lucha; y la CGT sacó una solicitada de apoyo.

La empresa violó todas las leyes argentinas. Desconoció las intimaciones del Ministerio de Trabajo y reafirmó su plan de ajuste. Despidió trabajadores en medio de la conciliación obligatoria, y luego suspendió a 36 trabajadores más, que en realidad eran nuevos despidos como luego se confirmó.

El 28 de agosto, mientras los trabajadores reclamábamos un paro nacional de la alimentación, la dirección del gremio convocó a un plenario en el que rechazó el paro. Daer nunca convocó un paro. El Ministerio de Trabajo en vez de prorrogar la conciliación, dio por finalizada su gestión dejando las manos libres a la Kraft.

Ante los despidos, Daer primero apoyó, luego criticó “la metodología” de lucha y planteó llevar las negociaciones al Ministerio de Trabajo. Buscaba subordinar a la comisión interna, y llevar el conflicto a la negociación de las indemnizaciones, dejando a los trabajadores a merced de la patronal. Ramón Bogado y María Rosario rechazaron, en el plenario del STIA, ese camino. Daer fracasó en su intento de controlar el conflicto.

A lo largo del conflicto fuimos combinando la permanencia de los despedidos dentro de la planta, con asambleas generales que ratificaban el paro y cortes de la Panamericana. Junto con esto fueron de importancia los cortes y marchas en todo el país, con el apoyo activo de distintos sectores sociales y políticos, con centro en los cortes de la Panamericana protagonizados por los trabajadores. Entre ellos los del cordón del Gran Buenos Aires, que le dieron al conflicto difusión nacional, y la marcha a la embajada norteamericana que mostró que los trabajadores de Terrabusi éramos la avanzada de la lucha antiyanqui y antiimperialista.

Las 38 asambleas generales en cada turno, y lo ocurrido el lunes 7 de septiembre, cuando la policía entró al comedor para detener a los despedidos y los compañeros del turno mañana lo enfrentaron y lo impidieron, demostró que el conflicto no era de un grupito como mentía la Kraft. El hecho nos unió más a los 2.700 trabajadores. La empresa fracasó en su intento de dividir a los despedidos de los efectivos durante los 38 días de paro.



El desalojo y la respuesta obrera y popular



Pasaron a atacar al conflicto la CGT, los empresarios de la UIA y de la COPAL (Cámara de la Alimentación), actuando activamente la embajada norteamericana.

El gobierno nacional, a través del jefe de Gabinete Aníbal Fernández, prometió “correr a esos trabajadores” que osaron enfrentar los despidos: eran un “mal ejemplo” para los miles que estaban en esa situación en todo el país. Por eso esta lucha era un caso testigo para el conjunto de la clase obrera argentina. Se conoció después, que el gobierno pidió “patotas” a varios gremios “amigos” para que realizaran el desalojo.

¿Qué había ocurrido para que el gobierno pasara a hacer campaña contra la lucha de los trabajadores de Kraft tratando de crear opinión pública para el desalojo? La crisis azotaba al país, la “caja K” ya no daba para todo, y el gobierno había abierto negociaciones con el FMI, organismo que tiene como principal accionista a Estados Unidos. Se preparaba el viaje de Cristina Kirchner a Nueva York buscando el voto yanqui en el Fondo. La presidenta elogiaba a Obama en sus discursos. Obama tiene como principal consejero económico a Warren Buffet, el mayor accionista de Kraft. En medio de esos coqueteos con Obama, el gobierno ejecutó el brutal desalojo represivo de la Kraft. Fue el mismo día que Cristina K se abalanzó sobre Obama para lograr la foto en la que se los ve abrazados.

Ese 25 de septiembre, 300 efectivos de la policía bonaerense, unidades con perros, caballería e infantería desataron una salvaje represión contra los compañeros despedidos dentro de la fábrica, acompañados por los dirigentes clasistas de la comisión interna, Bogado, María y Penayo, y trabajadores, familiares con sus hijos y organizaciones sociales que estaban en la puerta. En especial los de la CCC, que jugaron un gran papel, sin pedir nada a cambio.

La Kraft se convirtió en una comisaría donde pasaron a estar los 70 detenidos que fueron duramente golpeados, esposados e interrogados, sin presencia de abogados. Tanto la justicia como la policía esa noche, recibían órdenes de los directivos de la Kraft a través del jefe de seguridad de la planta. Un verdadero escándalo: un Estado dentro de otro Estado.

Los trabajadores de Kraft y su dirección ganamos prestigio y el apoyo inmenso de los trabajadores y el pueblo. El día de la represión en innumerables lugares se produjeron concentraciones y cortes solidarios.

Pararon los trabajadores del Astillero Río Santiago, del frigorífico Rioplatense y Paty, petroleros Skanska en Chubut, docentes de Escobar, ferroviarios, y centenares de comisiones internas y sindicatos repudiaron el hecho y se solidarizaron con la lucha. La CTA y la CGT (que volvió a cambiar su posición que posteriormente recibió a la comisión interna), también se solidarizaron. La CTA realizó una marcha y acto conjunto con los obreros de Terrabusi. Hubo una enorme solidaridad de los estudiantes de todo el país. La Federación Agraria Argentina apoyó a los trabajadores de Kraft, cortando la calle cuando estaba sesionando su congreso en la ciudad de Rosario. Se solidarizó la Federación Nacional Campesina. Artistas, intelectuales, más de 40 diputados, senadores, legisladores y numerosas organizaciones nacionales de la más diversa extracción llegaron a la fábrica o firmaron la solicitada de apoyo. También apoyaron sectores de la iglesia católica y de otras religiones. Fue inmensa la solidaridad internacional: se pronunciaron la mayoría de las centrales obreras de América Latina y los trabajadores de Kraft de los distintos países. Fue importante la solidaridad sindical en Europa y otros lugares. Chávez, en su discurso en la ONU, se refirió a la lucha de Kraft; Cristina Kirchner, que habló antes, no mencionó el tema.

La salvaje represión indignó al pueblo argentino. El 28 de septiembre el país estuvo al borde del estallido social. Se produjeron más de 100 cortes de ruta y puentes en toda la Argentina, desde Jujuy a Tierra del Fuego, jugando un gran papel la CCC. En esos días, se puso en evidencia la inmensa corriente de masas obreras (jóvenes, mujeres y veteranos), que no quieren pagar la crisis y están asqueados de los aparatos político y sindical del sistema.

Los días 10, 11 y 12 de octubre se realizó el Encuentro Nacional de Mujeres en Tucumán. Participamos con una delegación de 25 trabajadoras no despedidas, despedidas y familiares. El Encuentro fue un triunfo político. El conflicto de Kraft tiño todo el Encuentro, y se pronunciaron todos los talleres en solidaridad con nuestra lucha. La compañera María Rosario encabezó una charla de mujeres de la Kraft, muy importante y masiva, sobre el conflicto. El gran apoyo recibido fortaleció la lucha.

Un cambio en la situación. Las negociaciones



El gobierno kirchnerista quedó pegado a la Kraft yanqui, a un jerarca propatronal como Daer, y como responsable de una represión brutal que dejó al desnudo su falso discurso “progresista, nacional y popular”.

La firmeza de la lucha de los 2.700 trabajadores de Kraft y la inmensa solidaridad en las calles y las rutas golpeó duramente a la patronal, al gobierno y a Daer, que sufrieron una derrota política. El gran temor del gobierno y de la CGT era que se multiplicaran los conflictos como el de Terrabusi. Por otra parte, el kirchnerismo estaba metido en la pelea con Clarín por la ley de medios; disputa que mostraba la división de los grupos de poder del bloque dominante. Y había fracasado el intento de Cristina Kirchner de conseguir el apoyo de Obama para “ablandar” al FMI con la Argentina. Cambió la situación. Se rompió la unidad que habían mantenido la Kraft, Daer y el kirchnerismo desde que finalizó la conciliación obligatoria hasta el desalojo.

En esas nuevas condiciones fue posible abrir las negociaciones, usando a favor de la lucha las contradicciones que se abrieron entre el gobierno, el sindicato, y la empresa.

El gobierno buscó la manera de sacarse de encima esa brasa ardiente del conflicto, que se había convertido en un punto de referencia para los trabajadores de cientos de fábricas que estaban en la misma situación. Daer resistió el ingreso de la comisión interna a la fábrica, pero debió hacer concesiones para recomponer su imagen. La Kraft, duramente golpeada, debió retroceder, pero poniendo palos en la rueda para pudrir la negociación: mezcló en las listas de reincorporaciones a despedidos con suspendidos (lo que demostraba que los suspendidos eran en realidad despedidos), renovó las suspensiones, impuso un reglamento interno fascista, etc. Hizo de todo para que no se firme el acta, porque le cerraba el paso a su plan de ajuste y a la “limpieza” de la comisión interna.

Los compañeros clasistas de la comisión interna, Ramón Bogado, María Rosario, Jorge Penayo y Alfonso Alcadio, junto a los abogados de la interna fueron durísimos negociadores: le hicieron pagar en el acta, a la Kraft, al sindicato y al gobierno la derrota política que habían sufrido con la lucha.

Aislada, la patronal retrocedió con su plan de ajuste. Tuvo que comprometerse a no despedir y mantener los tres turnos, no tomar represalias, reincorporar a 70 despedidos y suspendidos (en realidad eran nuevos despidos), y renegociar la situación de los 53 restantes, pagar los haberes caídos durante el conflicto, el retiro de la policía de la planta y desactivar la “disciplina carcelaria y revanchista” de las “Normas internas para una sana convivencia”. Pero fundamentalmente la Kraft y Daer debieron aceptar el reingreso de la comisión interna en su conjunto, con sus derechos gremiales, lo que se logró a través de una resolución ministerial cautelar que amenazaba a la empresa con la intervención de la fuerza pública si no cumplía; resolución que sentó un precedente valioso para todas las luchas que atraviesen por esta situación. Además, la patronal y el sindicato tuvieron que aceptar elecciones de comisión interna donde se presentaran todas las listas, y no una elección clandestina, con la comisión interna afuera, y listas manejadas por ellos. Estas conquistas fueron un paso adelante que frenaba el ajuste y fortalecía las condiciones para continuar la lucha por la reincorporación del resto de los compañeros.

En esa situación, si la comisión interna no firmaba el acta, se volvían a unir la patronal, el sindicato y el gobierno, la Kraft quedaba con las manos libres para su plan de ajuste de 750 despidos, los 158 iban todos a la calle, y quedaban afuera de la fábrica la comisión interna y todo el cuerpo de delegados. Y la comisión interna hubiera quedado como responsable de la ruptura de las negociaciones.

La firma del Acta



El miércoles 14, se terminó de definir el acta, y se acordó hasta el viernes para el pronunciamiento en asambleas, que se realizan en los turnos mañana y tarde, y aprueban el acta masivamente. Se plantea tratar de que la lista de reincorporados sea sobre los despedidos y no los suspendidos. El viernes, la patronal hace una nueva provocación presentando una lista de reincorporaciones mayoritariamente con suspendidos. Trata, a toda costa de que no se firme el acta para quedar con las manos libres para el ajuste y la barrida de la comisión interna y el cuerpo de delegados. Rompiendo la maniobra de la patronal, firman el acta la mayoría de la comisión interna: María Rosario, Jorge Penayo y Alfonso Alcadio. El compañero Bogado, erróneamente, no la firma; hecho del que se autocriticó en las asambleas en la fábrica.

Hermosilla y el PTS hicieron campaña para no firmar. Decían que la firma del acta traicionaba a los compañeros despedidos: la única negociación era “todos o ninguno”. Encerraron la discusión sobre la lista de 40 reincorporados, cuando lo que estaba en juego era todo el plan de ajuste de la empresa y la liquidación de la comisión interna. Empujaban el conflicto a la derrota. Rechazaban la única manera de avanzar frente a enemigos poderosos: una lucha prolongada y por etapas. Negaban que el acta negociada recogiera lo ganado con la lucha para fortalecerse y seguir el combate. Hermosilla argumentaba “de izquierda” ocultando que, en los hechos, su posición era propatronal. La posición justa, clasista, era firmar, fortaleciendo la lucha con lo ganado para continuarla.

Hermosilla hace pública su discrepancia en la puerta del Ministerio, ante todos los medios, rompiendo la comisión interna. Frente a los medios, María Rosario y Jorge Penayo defienden el balance de la lucha y las razones de la firma del acta. Hermosilla y el PTS pasan a intrigar y a calumniar activamente, como traidores, a los que firmaron, en especial en el turno noche y en los baños, y una campaña nacional contra “la traición de Bogado”.

Luego de la firma del acta por la mayoría de la comisión interna, después de haberse negado la Kraft y debido a la presión de los trabajadores y la intervención del Ministerio de Trabajo, el miércoles 21 se realizan asambleas en el turno mañana y en el turno tarde, para poner en consideración la firma del acta. Los turnos mañana y tarde votaron por abrumadora mayoría a favor de la firma del acta. En el turno noche no se realizó por el boicot activo de Hermosilla, coincidiendo, de hecho, con el intento de la patronal de impedir las asambleas.

El no firmar fue equivocado en tres problemas claves que nos pusieron a la defensiva: 1) tener una concepción del todo o nada en la lucha, y considerar que la negociación no es parte de la lucha; 2) No ver que los conflictos tienen etapas; y 3) una valoración equivocada de la correlación de fuerzas, subestimando que enfrentamos a varios enemigos muy poderosos.

Un debate necesario

Durante el conflicto, en la dirección de los trabajadores se fue agudizando un debate. La orientación impulsada por la mayoría clasista y combativa de la comisión interna y el cuerpo de delegados trabajamos para que el centro de la lucha estuviera adentro de la fábrica, en los 2.700 trabajadores y la unidad de los tres turnos; unido a un amplísimo movimiento solidario afuera de la fábrica, que permitiera que los más variados sectores pudieran confluir, desde sus reclamos, con la lucha de Kraft. La clave para todo eso era el paro activo de la gran masa de efectivos.

Esta orientación se mantuvo en lucha contra las propuestas que venían de Hermosilla y el PTS, que subestimaban la importancia del paro y la lucha adentro de la fábrica. Lo dijo claramente Hermosilla: “Me cago en los de adentro. Acá dirigen los de afuera”. Trataban de reemplazar la democracia grande de las asambleas, el cuerpo de delegados y la comisión interna por reuniones de grupos de activistas, y trataban de que el centro de la lucha pasara por los despedidos dividiéndolos de los de adentro. Esa línea del PTS, a través de Hermosilla, usó argumentos oportunistas para montarse sobre la masa de jóvenes. Esa línea desprecia al conjunto de los trabajadores y traba el protagonismo de los 2.700 obreros y su democracia grande, aísla el conflicto de los sectores populares, y busca llevar de arrastre a los trabajadores atrás de los acuerdos que se deciden, en reuniones de activo, o fuera de la fábrica entre fuerzas políticas afines al PTS. Es un camino que llevaba a la derrota, como en Maffisa, Casino, Jabón Federal, Fate, etc.

Era un debate importante porque si nos aislaban y dividían, nos derrotaban. En esto jugó un papel activo la empresa y el sindicato, que trabajaron para “desflecar” la lucha; y a esta política de la patronal fue funcional la línea de Hermosilla y el PTS.

Hubo otro debate con Hermosilla y la dirección del PTS, previo al desalojo, que se volvió a repetir el viernes 4 de septiembre, cuando la empresa dio asueto y quedaron los despedidos adentro con un gran grupo de ocupados. Militantes del PTS trabajaron todo el día para que los despedidos abandonen la planta, con el argumento de que iban a ser duramente reprimidos. A Hermosilla, miembro de la comisión interna, lo sacan, ese viernes 4, y lo volvieron a sacar el día del desalojo con el argumento de “resguardar a los dirigentes”. En resumen, mientras los compañeros éramos reprimidos adentro y afuera de la fábrica, Hermosilla estaba en su casa. Fue duramente criticado entre quienes conocieron el hecho, pero la mayoría no lo conoció. Fue un error nuestro no haber planteado la discusión en asambleas: siempre hemos dicho que las luchas son con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.

De fondo, el PTS con Hermosilla a la cabeza, tanto el viernes 4 como en el momento de la represión, dieron por terminado el conflicto. No encabezaron antes, y luego “se resguardaron” frente a la represión, proyectando dirigentes para las elecciones de comisión interna. Los clasistas nos jugamos en el conflicto, por eso recibimos el golpe principal en la represión el 25 y decenas de juicios penales contra nuestros dirigentes.

Las elecciones de comisión interna



El lunes 19 de octubre el sindicato convocó a elecciones de comisión interna para el día 3 de noviembre, pese a que el conflicto seguía abierto por la reincorporación de los 53 compañeros.

Se prepararon dos fraudes frente a las elecciones. Uno el de la patronal con las vacaciones, otro el de Daer con dos urnas fuera de la planta. Nos precavimos frente al de Daer, pero no vimos, y nos desguarnecimos frente al fraude principal, el de la Kraft, cuyo beneficiario directo fue Hermosilla.

El día anterior a las elecciones la Kraft adelantó las vacaciones de 200 compañeros del turno mañana, otros 200 de la tarde, y 30 de la noche, perjudicando abiertamente a nuestra lista. En el turno noche, la Kraft paró la producción para garantizar que los trabajadores voten masivamente. Esto no fue así a la mañana ni a la tarde, y obstaculizó los relevos dificultando que los compañeros vayan a votar.

Se habilitaron dos urnas fuera del edificio de votación. Una en la calle Córdoba, para que voten los repositores, con un padrón de 280. Y la otra en el edificio de empleados HQ, con un padrón de 420. Estas dos urnas fueron impugnadas por las listas 1 y 2.

Fue un error no haber pedido la postergación de las elecciones hasta que estuvieran presentes todos los trabajadores. Y fue un error no impugnar la elección por esta maniobra de la patronal con las vacaciones, que cambió descaradamente la votación en la fábrica. La lista encabezada por Bogado tuvo en los turnos de la mañana y la tarde 600 votos, el doble que la de Hermosilla, que sacó 295 en esos mismos turnos. En los dos turnos donde los votos de la lista de Bogado duplicaron los votos de la de Hermosilla, la patronal sacó de la fábrica, con vacaciones, a 400 obreros. A la noche, en donde la lista de Hermosilla tuvo el 72%, solo le dio vacaciones a 30. Subestimamos este escandaloso fraude de la patronal, porque creímos que el principal fraude posible era el del sindicato. No hicimos campaña contra ese fraude. Tampoco llevamos al debate en los trabajadores una pregunta clave: ¿Por qué la patronal hizo un fraude mediante las vacaciones para favorecer a Hermosilla y la lista del PTS? Porque Hermosilla y el PTS son funcionales a los planes de la patronal: al oponerse al acta liberan a la Kraft para hacer el ajuste, y al sacar la lucha de la planta, le garantizan la producción a la empresa, y si la situación se desborda, aplicarán la línea de derrota como ya se vio en Maffisa, Casino, etc.

La propuesta del PTS de unificar las dos listas fue una maniobra; el día anterior sus militantes repartieron un volante llamando “traidor” a Bogado. Pero más allá de eso, ¿cómo podían unirse las dos listas, cuando una se oponía al acta que la patronal quería y quiere romper, y la otra buscaba fortalecer la lucha con lo conquistado en el acta?

Resultados de la votación en la planta

T. Noche    T. Mañana    T. Tarde             Total

Lista 1 (Hermosilla)                376               154            141                 676

Lista 2 (Bogado)                      51               373            227                 660

Lista 3 (Daer)                          89                126           121                 390

En blanco 3 3 6

Total votantes                       519                 656          489                 1.732



* 1- Las diferencias en los resultados totales se debe a que incluyen votos de las urnas del HQ y de la calle Córdoba, impugnadas por las listas 1 y 2.

2 – Dos días antes la patronal Kraft dio vacaciones a 200 trabajadores del turno mañana, 200 del turno tarde y 30 del turno noche. Hagamos proyecciones y veremos a que lista perjudicaron.

Las dos mesas fuera de planta fueron impugnadas por las listas 1 y 2. Fueron un intento de Daer de “engordar” sus votos, y la patronal lo bloqueó. La maniobra de cambiar los resultados de la urna de repositores, de hecho, fue utilizada por Hermosilla y el PTS como una cortina de humo para colocarse en “víctima”, ocultando que su “triunfo” fue posible por el fraude de la patronal con las vacaciones. Esta es la mochila que carga Hermosilla y la actual comisión interna. Por el contrario, la actitud de Bogado y la lista 2, de mantener la impugnación de las dos urnas, reafirma la conducta propia del clasismo: manos limpias.

La lucha continúa



Los trabajadores de Kraft enfrentamos a tres enemigos poderosos: la Kraft, el gobierno y el sindicato. Fue correcto dirigir el golpe principal contra la patronal y encabezar la lucha. En los distintos momentos del conflicto, aprovechamos las contradicciones entre los enemigos, que variaron con la situación política, y se fue ajustando la orientación.

Se desarrollaron diversas modalidades de lucha. La base fue el paro de 38 días, con los despedidos adentro de la fábrica, con movilización adentro, con cortes de la Panamericana, movilizaciones, y jornadas de lucha nacionales con los que el conflicto pudo tomar alcance nacional pese a la negativa de Daer y la CGT de realizar un paro, rompiendo el silencio sobre el conflicto.

Subestimamos las maniobras de la patronal en las elecciones. Y sobre todo, no vimos que las maniobras de la patronal beneficiaban a Hermosilla, y no a Daer. Los trabajadores del turno noche nos castigaron, no entendiendo como un paso adelante la firma del acta. Pesó en esto haber estado a la defensiva, y las vacilaciones en la defensa de la firma del acta como un paso de avance para continuar la lucha.

En esta situación, con una campaña muy corta, no realizamos ante los trabajadores un balance de los triunfos del clasismo en Kraft: la defensa de la guardería y su transformación en un jardín maternal, el comedor con comida caliente, el freno a la disciplina carcelaria de la patronal, las 900 efectivizaciones, romper el tope salarial en varias ocasiones, y fundamentalmente, la elección del cuerpo de delegados, que falsamente se lo adjudica el PTS, cuando no quisieron hacerlo ni en Pepsico ni en Stani.

La corriente clasista que dirigió la lucha recibió un golpe. El ataque de la Kraft para barrer a la comisión interna y el cuerpo de delegados, tuvo como blanco principal a compañeros de la CCC. El despido de los principales protagonistas juveniles del conflicto incidió en el resultado electoral.

Nuestros errores facilitaron el juego del fraude patronal que fue la base para la derrota de la lista clasista en las elecciones de comisión interna.

Con la firma del acta y el cambio de comisión interna se cerró una etapa de la lucha y se abrió otra.

Discrepamos con lo que dijo Hermosilla “La mayoría de la gente está de acuerdo con no hacer medidas de fuerza dentro de la fábrica, porque está golpeada”. Por el contrario, los trabajadores de Terrabusi no fuimos derrotados, enfrentamos heroicamente los planes de la empresa y mostramos un camino al conjunto del movimiento obrero para no pagar la crisis. Lo que sí logró la patronal es sembrar división. Los trabajadores le reclamaron a Hermosilla un paro de una hora por la muerte del compañero Angel Cardozo, que había sido internado durante la represión. Hermosilla habló con la patronal y le contestó a los obreros “no se puede”. Los compañeros querían, el que no bancó es Hermosilla.

Nuestra línea sigue siendo la más amplia unidad en la lucha de los 2.600 compañeros, por la reincorporación de los 53 despedidos, y enfrentar a las provocaciones de la Kraft para reabrir el camino a su plan de ajuste. Ha sido justo instalar la carpa de los despedidos en la puerta de Kraft. Debemos seguir contribuyendo al fondo de lucha para garantizar su permanencia.

La comisión interna es responsable de garantizar las asambleas dentro de la planta para que los trabajadores nos pronunciemos alrededor de la línea para continuar la lucha por los 53 despedidos, ya que el conflicto continúa, y la empresa ya violó el acta despidiendo a los 8 suspendidos.

No vamos a ser aliados de la nueva interna surgida del fraude patronal: somos opositores. Vamos a impulsar la misma política con la que el clasismo dirigió todos estos años, para impedir que la Kraft descargue su crisis sobre los trabajadores. Vamos a exigir que la comisión interna garantice la misma democracia grande del cuerpo de delegados y las asambleas que hubo todos estos años. Desde esa línea y con esos métodos, apoyaremos todo lo que sea en defensa de los trabajadores, y nos opondremos a lo que lleve al conflicto hacia una línea de derrota.

Trabajaremos para que la clase obrera ocupe el centro de la escena enfrentando la política kirchnerista de descargar la crisis sobre los trabajadores y el pueblo; reagrupando fuerzas por el camino del Argentinazo, la rebelión agraria y la lucha de Kraft, para conquistar un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático, avanzando hacia la liberación nacional y social.


Para comunicarse: Ramón Bogado 156 9962538

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