Los sapos de la locura (APE). Por Alfredo Grande   “No se enamoró porque lo vio revolucionario, sino que lo vio revolucionario porque se enamoró” (aforismo implicado...

Los sapos de la locura (APE).

Alfredo Grande
Por Alfredo Grande  

“No se enamoró porque lo vio revolucionario, sino que lo vio revolucionario porque se enamoró”
(aforismo implicado freudiano)
 
“El legislador porteño del kirchnerismo y precandidato a diputado Juan Cabandié sorprendió cuando luego de una recorrida de campaña por el riachuelo afirmó que en el curso de esas aguas había peces. Para el legislador de La Cámpora la presencia de algunos peces significaba que las obras que había encarado el gobierno en el riachuelo estaban surtiendo efecto. Sin embargo, su insólita frase terminó en un papelón. Desde la ONG Greenpeace salieron a desmentirlo. “Los peces que vio son anfibios que no necesitan oxígeno. No son indicador de pureza del riachuelo. De hecho, por la contaminación no hay condiciones favorables para que sobrevivan”, lo cruzó la ambientalista de la ONG Lorena Pujó. Según explicó en declaraciones a La Once Diez, el riachuelo sigue igual de contaminado. “Las empresas siguen contaminando, no se controlan los residuos que tiran. Hicimos un informe y sigue igual de sucio a pesar de las publicidades del gobierno. El hecho de que aparezcan peces y hasta alguna tortuga no significa que esté menos contaminado”.

(APe).- Si la realidad supera a la ficción, cosa que todos sabemos, lo que tenemos que pensar es si la realidad se beneficia o se perjudica para siempre. Obviamente, no tenemos una realidad para todos y todas. Tenemos varias. Algunos llaman a eso alianzas electorales. Sin olvidar que el Frente para la Victoria no deja de ser una alianza más, que incluyó a Cobos, el que no quiso votar por la positiva, y sin ir mas cerca, al insólito Massa, que si Tigre salía campeón de la Copa seguro hacía fórmula con el director técnico, Nestor Gorosito.

Pero no sé si gracias a Dios, a Freud, a Pasteur, a Galileo, a Newton, o a quien, cuando decimos “realidad” aceptamos que tiene límites flexibles pero que algún límite tiene. Yo sé que no escribo para Clarín, y no porque miente, sino porque nunca me pidieron un artículo. La Agencia de Noticias Pelota de Trapo, además que no miente, hace varios años me ofreció escribir.

O sea: hay una realidad convencional que puede ser encubridora o descubridora. En esa realidad, como en la constitución nacional, abrevamos todos y todas. Cuando a esa realidad se le suelta la cadena, aparece la locura. Digo locura y no digo psicosis porque son cuestiones bien diferentes. Y la locura puede ser creatividad para la libertad y puede ser creatividad para la esclavitud. A esta última habitualmente se la llama publicidad. Incluyendo la publicidad de los actos de los actos de gobierno. Que apenas son espasmos de la gobernabilidad, que es reinar con la apariencia de gobernar.


Cuando con cierta liviandad se habla de “relato”, hay que darle el color de la cualidad. No es lo mismo relatar un partido de fútbol como lo hace el autodenominado relator del pueblo, el ex socio de Macaya Márquez, habitué de Fútbol de Primera durante años, perla de la corona de la Corpo, y ahora resucitado para el movimiento nacional y popular (digo resucitado y no recuperado) y… no quiero decir el nombre pero como hago muchas cosas que no quiero voy a decir el nombre: Araujo. Bueno, yo puedo relatar con más énfasis alguna jugada, puede gritar más el gol de mi equipo, pero si va perdiendo no puedo relatar que va ganando.

La locura, y no sólo la mentira, tiene patas cortas y lengua larga. Cuando la trampa queda al descubierto, ya que hay otros relatores, ese relator pierde la más preciada perla de los comunicadores: la credibilidad. Como se dice: no le creo ni la hora oficial. Pues bien: si hubiera un solo relator, una sola radio, un solo diario, siempre se escribiría la noticia del día anterior de acuerdo a los dictados del día después.


Mucho de esto lo explicó George Orwell en “1984”. Si bien los medios masivos de comunicación construyen lo que Chomsky llama “ilusiones necesarias”, no es menos cierto que todavía la prueba de realidad podemos realizarla. Siempre hay alguien (o muchos) que estuvo ahí y tiene un testimonio que impacta. Por suerte, el cuerpo tiene razones que la razón digital no entiende. Si una imagen vale por mil palabras, un testimonio sostenido desde el cuerpo vale por cien imágenes. La construcción colectiva del relato no altera en lo sustancial los hechos, aunque cada uno busque pinceladas del color de sus amores.

El hecho “metrobús” no es el mismo relatado por un Pro que por un K. Al menos, en el tema metrobús, porque para otros temas es el mismo relato. Pero nadie que haya estado transitando por la 9 de Julio (transitar es un eufemismo, debería escribir arrastrarse) puede negar que algo está sucediendo, algo están demoliendo y construyendo, y que al ente se lo bautizó con el nombre de “metrobús”, nuevo animal mitológico que ni los griegos pudieron soñar. En la actualidad de nuestra cultura represora, la producción de locura es imprescindible. Locura que no tiene como destino la liberación del sujeto al ser sostenido por la belleza, como enseñara Vicente Zito Lema.

La locura de la cultura represora no es bella. Es fea. No huele a rosas. Es hedionda. No ablanda nuestro corazón, sino que endurece nuestro cerebro. A esa locura de la cultura represora la he bautizado “alucinatorio social”. Si no lo vemos, no lo creemos. Y si lo vemos, tampoco. “Pellizcame para ver si estoy soñando”, decíamos  ante algo que no podíamos creer, aunque lo estuviéramos viendo.

En la actualidad serían tantos los pellizcos que estaríamos llenos de moretones. Susana Trimarco comparte el acto del 9 de Julio en Tucumán, el jardín de la República, y simultáneamente, marca de la cultura represora, Alberto Lebbos es apaleado por pretender ejercer su derecho constitucional de peticionar a las autoridades. Era en un acto  público y por lo tanto la petición intentó, sin lograrlo, ser también pública.  Es gaseado porque en más de 8 años nada se pudo investigar ante el alevoso asesinato de su hija Paulina. Hay reclamos buenos y otros que son malos. Pero el fundante de ambas luchas, de ambos reclamos, es el mismo. Adolescentes secuestradas, asesinadas, desaparecidas, todo eso o algo de eso. Madre y padre que luchan con coraje por conocer una verdad que aunque no los haga libres, al menos los hará un poquito menos desgraciados.

Aplausos para un lado, gas pimienta para el otro. Alucinatorio social. A nuestra Presidenta le corre un frío por la espalda cuando se entera de que el Imperio nos espía. Cuándo se enteró del Plan Cóndor, que no solamente espiaba, sino que planificaba la masacre, ¿qué le corrió? ¿nieve, hielo seco?

Cuando Dromi dijo que estábamos de rodillas ante el Imperio y, sin embargo, igual la actual Presidenta votó el segundo mandato de la comadreja de los llanos, según la inolvidable definición que de Menem hizo Pino Solanas, ¿qué le corrió? ¿bálsamo sloan, átomo desinflamante?

Todo eso dicho voz en cuello, bueno, micrófono en cuello, sin que nadie diga esta boca o esta mente es mía. Pero la Memoria sigue siendo una virtud que el Relato se  atribuye como propiedad privada. Como Araujo con el relato del fútbol. Concuerdo que es relato, pero es un relato alucinatorio. El alucinatorio social tiene un registro positivo: ve lo que no existe. Y un registro negativo: no ve lo que existe.

Por eso el Proyecto X no existe, a pesar de las denuncias y las pruebas presentadas en la Justicia que, ya sabemos, hay que democratizar. Otra de las patéticas facetas del alucinatorio social es la caída por knock out de la investigación. Especialmente, la periodística. Luis D´Elia, unos 20 minutos después del último choque de trenes, que de paso dijo que no era un choque, sino un sabotaje, lo que no sé porque invalida el choque, señaló que había que mirar al pollo Sobrero y a Pino Solanas.

Las denuncias por corrupción agravada por el vínculo de Lázaro Baez son desestimadas porque vienen de La Rata, cariñoso apodo con el que se ha bautizado al fundador de Página 12.

El asesinato de una adolescente es motivo de todo tipo de delirios y alucinaciones, convirtiendo lo que debería ser una pericia científica en una payasada mediática. El alucinatorio social genera enamoramiento en los alucinados y repulsa absoluta en los que intentan percibir y escuchar indicadores de realidad. Un ejemplo paradigmático del alucinatorio social es el INDEC.

La grosería de haber sancionado a consultoras privadas con la excusa de que no usaban medidas adecuadas para la evaluación del aumento del costo de vida, que ya sabemos no es lo mismo que el aumento del costo de precios, o sea, es mucho peor, es el mandato de alucinar. El que no alucina, pierde. Entre los sancionados está Héctor Polino, titular de Consumidores Libres, una de las personas a las que bien se le puede dar el título de honestidad total. Pero no hay piedad para los que rehúsan y resisten el mandato del alucinatorio social. Pero con alucinaciones y delirios no se come y el hambre seguirá siendo un crimen. El más impune. El más cobarde. Para seguir justificando el alucinatorio social y político, varios y varias han resuelto tragarse todos los sapos. Cuando sepan que son los sapos de la locura, será tarde, demasiado tarde.

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