Si no hay justicia, tendrá que haber escrache… Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"   Quienes están encargados de impartir justicia, de controlar que las ley...

Si no hay justicia, tendrá que haber escrache…

NORBERTO GANCI 6

Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"

 

Quienes están encargados de impartir justicia, de controlar que las leyes se cumplan, se respeten; quienes tienen la potestad de decidir sobre la libertad o el encierro, en su gran mayoría responden y provienen de un estrato social “beneficiado” al poder acceder a concesiones que muchos no pueden.

Si bien están quienes desde la perspectiva de lo ideal, lo quijotesco, a fuerza de esfuerzo y perseverancia, han accedido a una formación académica que les ha permitido llegar a cargos de decisión dentro del ámbito de la justicia, no son quienes abundan.

Ello tiene íntima relación con el posterior desempeño profesional, en este caso, del derecho.

Un viejo dicho sostiene que “hecha la ley, hecha la trampa”.  Alguien, muy acertadamente, lo reformuló afirmando que en los estados actuales, “hecha la trama, hecha la ley”. Ello, en el imaginario popular, hace presuponer que quienes han elaborado las leyes que nos rigen, basándose en sus orígenes de clase social acomodada y para justificar sus “licencias”, lo han hecho previendo transgresiones propias de los abusos de poder, autoridad, influencias, etc.

Los griegos, inexorables referentes a la hora de plantear estos temas, fueron claros exponentes sobre la comprensión del término “justicia” y, por supuesto, el significado de “ley”. No obstante no habría que perder el dato que las mismas eran elaboradas, practicadas, aplicadas por esa clase social de la época que se arrogaba la condición de “ciudadanos”. Los ciudadanos eran los que practicaban la justicia, hacían valer la ley.

La justicia estaba relacionada a eso de “dar a cada uno lo suyo”, atribuyéndose desde el vamos, un sector el mérito de determinar qué es lo que a cada uno le corresponde.

Lo que se conoce como derecho natural (“…el ordenamiento jurídico que nace y se funda en la naturaleza humana, no debiendo su origen, por tanto, a la voluntad normativa de ninguna autoridad…”) (1) fue lo que en aquellos tiempos no era indagado. Prevalecía el derecho positivo que era el emanado desde la sociedad. El natural o Divino, era considerado preexistente al ser humano.

La aplicación del derecho positivo es el que, a pesar de discusiones, ponencias y posiciones, ha prevalecido y prevalece. Las normas jurídicas, las leyes, decretos, reglamentos y acuerdos son los que marcan o direccionan a la hora de impartir justicia.

No obstante ello, persiste en la sociedad un pelea desde hace mucho tiempo, por que se respeten los derechos naturales que la asiste, más allá que se la pretenda desconocer o desacreditar.

A lo largo de la historia, las luchas de los pueblos, muchas de ellas estuvieron marcadas por el reconocimiento y aceptación de sus derechos naturales. El derecho a la tierra, a la vida, al desarrollo personal, a la formación, al trabajo, etc.

Fueron y son luchas desiguales, desparejas. Quienes ejercen el control en los gobiernos, tienen a su alcance las armas, las estrategias y… las leyes que han creado para deslegitimar las luchas populares.

Por ejemplo los avances de las transnacionales arrasando montes, pueblos y legados, han provocado no solamente éxodos poblacionales, han violado desde los derechos naturales hasta el derecho positivo que asiste a comunidades. Los asesinatos son una clara muestra de ello…

Gobiernos, aparentemente democráticos, amparándose en sus potestades, violan sistemáticamente tanto derecho positivo como natural.

La aparente legalidad con la que un gobierno ejerce su función, suele utilizársela para garantizar no sólo su permanencia, sino además la posibilidad de violar o crear leyes, normas que posibiliten las violaciones a derechos naturales.

El problema es que la justicia tenía un aire impoluto, porque había muchas cosas de las que no se hablaba. El secreto era mucho más que de sumario. En un pasado aún cercano, los poderosos tenían una imagen que cuidar, porque lo que estaba mal en su círculo, podía estar mal, pero no podía saberse.

En esta época en que todo, para su tormento, se sabe, no hay otra manera de sostener una imagen que comprando, acallando, matando testigos o creando cortinas de humo. Esto es más “necesario”, entre comillas,  que en otras épocas en las que se sabía poco y el boca en boca era puesto en duda más fácilmente. ¿Qué crímenes ahora no serán posibles y necesarios para  ocultar los crímenes que probablemente siempre se hayan cometido, en esta época en que todo se sabe?

Hay varios hechos ocurridos recientemente en Argentina que son ejemplo de cómo actúa la justicia, a saber:  la absolución de Carlos Menem en el juicio por su no declaración de cuentas en Suiza; la virtual situación de libertad (a pesar de la condena) del pedófilo padre Grassi (2); la imposibilidad de que se cumpla al ciento por ciento la Ley de Medios Audiovisuales; las pretendidas embestidas judiciales contra uno de los funcionarios a nivel nacional Guillermo Moreno; las recientemente “descubiertas” (cuando son desde hace mucho secretos a voces…) responsabilidades y complicidades en el narcotráfico en la provincia de Córdoba, donde el tema salpica, toca a todos los poderes del estado provincial.

Hay muchos etcéteras más y seguramente nuestros hermanos de la región, de otros países, también tendrán una larga lista de temas en que el accionar de la justicia nada tiene que ver con ella misma, sino más bien con las conveniencias y connivencias con el que pretenden legitimar lo ilegítimo, legalizar lo ilegal. Para ello se basan en “hecha la trampa, hecha la ley”…

De que hay gobiernos corruptos vinculados al tráfico de armas, al narcotráfico, a la trata de personas, al lavado de dinero, no caben dudas, lamentablemente;  esas situaciones no pueden prosperar si no cuentan con todos los resortes del estado. El poder legislativo (recordemos las coimas en el senado argentino) también cuenta con responsabilidades.

Ante ello el desafío es cómo generar una justicia surgida desde el pueblo para custodiar el desarrollo del pueblo. No para perseguir, delinquir y habilitar delitos.

El desafío estaría en cómo lograr un poder judicial en donde quede reflejada la total imparcialidad en la que no haya prerrogativas que beneficien a nadie, más allá del estrato social al que pertenezca.

Si se va a ejercer justicia en base al Derecho Positivo, que éste pueda revolucionar desde la implementación del Derecho Natural a la observancia de las necesidades del pueblo.

Cuando hablamos de los poderes del Estado, por lo general lo hacemos en referencia al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo, al Poder Judicial. Estos, y en relación a cómo hoy se debaten diversos casos, parecieran estar supeditados a otro poder: el Poder Monetario/Financiero, íntimamente ligado al poder mafioso y al que responde el poder mediático.

El Estado debería ser la garantía de convivencia y desarrollo de un pueblo, desafectado de otros intereses que no sean los del pueblo, su pueblo, el que lo ha elegido, el que le ha delegado la tarea de salvaguardar los intereses, derechos y beneficios de todos.

Habrá que replantear seriamente y con madurez política y social el camino para lograr una justicia que responda íntegramente a los intereses del pueblo, del Estado.

De no lograrse ello, de persistir en el ejercicio ignominioso de un derecho contaminado, mal concebido; de no lograrse que haya justicia, tendrá que haber escrache…

Que así sea.

 
NOTAS:

(1) http://www.enciclopedia-juridica.biz14.com/d/derecho-natural/derecho-natural.htm

(2) En la fecha de publicación de este artículo, se conoció el encarcelamiento del sacerdote pederasta.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario