El presidio político en Estados Unidos VII y VIIII (ALAI) Por Salvador Capote Las víctimas de COINTELPRO El gobierno de Estados Unidos ha negado siempre, hipócritamente, la existencia de prisione...

El presidio político en Estados Unidos VII y VIIII (ALAI)

Salvador Capote

Por Salvador Capote


Las víctimas de COINTELPRO


El gobierno de Estados Unidos ha negado siempre, hipócritamente, la existencia de prisioneros políticos en su territorio. Cuando Andrew Young, Embajador de Estados Unidos ante la ONU entre 1977 y 1979 admitió públicamente la existencia de más de 100 prisioneros políticos en su país, fue separado inmediatamente de su cargo.

Muchos de estos prisioneros políticos han permanecido decenas de años en las prisiones estadounidenses en condiciones de cruel aislamiento, víctimas en su mayoría del programa de contrainteligencia del FBI llamado COINTELPRO, acrónimo de “Counter Intelligence Program”, creado en 1956 por su director en aquel tiempo, J. Edgar Hoover.

El programa se materializó en una serie de operaciones encubiertas dirigidas contra grupos contestatarios del “establishment”. El primer objetivo fue el Partido Comunista, comenzando en 1956; continuó con el movimiento independentista puertorriqueño a partir de 1960; le siguió la represión contra el Partido Socialista de los Trabajadores, a partir de 1961; en 1967 le tocó el turno a las organizaciones afroamericanas radicales y, por último, a partir de 1968, a la Nueva Izquierda, entre los principales.

En estas acciones encubiertas, el FBI no se limitaba a colectar información sino que realizaba acciones secretas para destruir o “neutralizar” (término de guerra utilizado muy frecuentemente en los documentos del FBI) a partidos, grupos o individuos. Todo estaba permitido, desde las más sucias manipulaciones para destruir familias hasta aviesas maniobras para sembrar la división y el antagonismo entre los grupos; desde la fabricación de falsas pruebas en los procesos judiciales hasta el asesinato de líderes destacados.

Miles de miembros del movimiento independentista puertorriqueño, del Partido “Black Panther”, de “Students for a Democratic Society”, de “Republic of New Africa”, del “Students Non-Violent Coordinating Committee”, del “American Indian Movement”, del movimiento chicano, de los medioambientalistas, de los pacifistas, y de muchas otras organizaciones que aspiraban a cambios sociales en Estados Unidos, fueron “neutralizados”.

Muchos fiscales y jueces se convirtieron en cómplices. Los fiscales retuvieron evidencias exculpatorias, como quedó demostrado en los casos de Mumia Abu-Jamal, Gerónimo jiJaga Pratt, y Dhoruba Bin-Wahad, del Partido “Black Panther”. Los dos últimos fueron exonerados pero después de cumplir en prisión 27 y 19 años respectivamente por crímenes que no habían cometido.

Entre los objetivos de COINTELPRO incluidos en un memorando del FBI de agosto de 1967 se lee: “Impedir el surgimiento de un ‘mesías’ capaz de unificar y electrizar al movimiento nacionalista militante”. Con respecto a este punto, Edgar Hoover explicó que “Malcolm X (lo asesinaron en 1965) hubiera podido ser ese mesías. Martin Luther King (lo asesinarían al año siguiente,1968) podría ser un buen aspirante a esta posición si abandonase su supuesta obediencia a las doctrinas liberales blancas, de no violencia, y abrazase el nacionalismo negro. Stokely Carmichael [murió de cáncer en 1998, después de denunciar que el inóculo cancerígeno era obra del FBI] tiene el carisma necesario para convertirse en una verdadera amenaza en este sentido”. Otros objetivos importantes eran: “Desacreditar a los grupos nacionalistas negros y a sus líderes para impedir que ganen respetabilidad” e “Impedir el crecimiento de estas organizaciones, especialmente entre los jóvenes”.

En marzo de 1971 fue asaltada la sede del FBI en Media, Pennsylvania, y los asaltantes se llevaron numerosos documentos que distribuyeron luego ampliamente entre los medios de prensa. Este fue el fin de COINTELPRO pues programas represivos como ese, creados y ejecutados entre las sombras y el silencio obsecuente, no resisten la luz del sol. Por “razones de seguridad” se dio por terminado el programa.

En 1975, ante una fuerte presión de la opinión pública, fue creado el “United States Select Committee to Study Gobernmental Operations with Respect to Intelligence Activities”, presidido por Frank Church, senador demócrata por el Estado de Idaho, por lo que se conoce popularmente como “Church Committee”. Este es el mismo Comité que publicó los planes del Director de la CIA, Allen Dulles -aprobados por el presidente Eisenhower- de utillizar a la mafia norteamericana para intentar asesinar al presidente Fidel Castro.

Después de investigar los programas de acción encubierta del FBI, el Comité Church concluyó en su informe final que “muchas de las técnicas utilizadas serían intolerables en una sociedad democrática, aún en el caso de que todos los objetivos hubiesen estado involucrados en actividades violentas”.

Se supo que el FBI organizó una vasta red de espías e informantes que infiltraron a cientos de organizaciones y coordinó sus operaciones con la policía y otras fuerzas represivas. El FBI utilizó sin límites los medios ilegales de obtener información y dispuso la prisión o el asesinato de numerosos activistas políticos. El Comité Church se limitó a la denuncia de algunos hechos pues la mayor parte de los documentos permanecen clasificados. No hubo justicia ni compensación para las víctimas. Solamente dos oficiales del FBI resultaron convictos por sus crímenes en el COINTELPRO, Mark Felt y Eduard Miller, pero ambos fueron perdonados por el presidente Ronald Reagan antes de que comenzaran a cumplir sus sentencias.

Refiriéndose a COINTELPRO, el Comité Church escribió: “El pueblo americano necesita estar seguro de que nunca más se permita a una agencia gubernamental conducir una guerra secreta contra ciudadanos que considera amenazas para el orden establecido.” No obstante, las acciones encubiertas del FBI que violan los derechos constitucionales de los ciudadanos de Estados Unidos continuaron, aunque adoptando formas más sutiles y cuidadosas hasta que, con el pretexto de los acontecimientos del 11 de septiembre no sólo regresaron con toda su crudeza sino que fueron legalizadas y codificadas en la mal llamada Ley Patriota. Pero éste será el tema de próximos comentarios.

Los tres de Angola

En el momento en que usted lee estas líneas, más de 80.000 personas, incluyendo menores de edad y numerosos presos políticos, se encuentran en confinamiento solitario en celdas del sistema penitenciario estadounidense donde sólo los que poseen mayor fortaleza espiritual son capaces de soportar, sin perder la razón, largos años de aislamiento.

Entre las víctimas de este sistema se encuentran “los 3 de Angola”: Robert King Wilkerson, Herman Wallace y Albert Woodfox. King Wilkerson fue liberado en 2001 después que fue demostrada su inocencia de cargos por los que sufrió 29 años aislado en una celda. Wallace permaneció en solitario durante 42 años. El 1 de octubre de 2013, el Juez de Distrito en Baton Rouge, Brian A. Jackson, anuló el fallo de culpabilidad basándose en que el juicio no había sido justo y ordenó su liberación inmediata. Ante la oposición del Estado, el juez Jackson tuvo que ratificar su orden de libertad. Albert Woodfox continúa encarcelado a pesar de haber obtenido el habeas corpus en las apelaciones de su caso en 2008 y de nuevo en 2010, anuladas por las cortes racistas de Louisiana.

Angola era una antigua plantación de esclavos convertida posteriormente en campo de trabajos forzados para convictos, donde las cadenas, los perros y las armas de fuego desempeñaban el papel de los muros y rejas de las cárceles en el control de los prisioneros. Los castigos corporales formaban parte de la rutina diaria. La práctica de azotar con látigo se mantuvo hasta bien entrada la década de los 50. Cada oficial disponía de varios presos que le servían de sirvientes, del mismo modo que los esclavos, en ese mismo lugar, habían servido a los aristócratas dueños de la plantación.

La situación en Angola llegó a ser tan desesperada que, en febrero de 1951, treinta y un reclusos se cortaron los tendones de los tobillos con cuchillas de afeitar en un intento infructuoso de llamar la atención hacia los brutales tratamientos y condiciones infrahumanas de vida a que estaban sometidos (1). Y no era sólo en Angola donde la vida en prisión se había vuelto insoportable; entre 1952 y 1955 tuvieron lugar no menos de 47 motines en las penitenciarías de Estados Unidos. Angola o “Louisiana State Penitenciary” es actualmente la mayor prisión de máxima seguridad del país con 5,000 reclusos (75 % negros) y 1,800 guardias. En ella se encuentran los -muy utilizados- corredor de la muerte y cámara de ejecución estatales. En los campos de cultivo de Angola, guardias montados a caballo vigilan a los internos exactamente igual que hace 200 años.

¿Por qué el Klu Klux Klan (KKK) no muestra ya actividad importante en Estados Unidos? -Angola es parte de la respuesta. Porque no es necesario; fue sustituido, con mayor eficacia y en escala incomparablemente más amplia, por el “Prison-Industrial Complex (PIC)” (Complejo Prisión-Industrial), sobre todo a partir de los años '80, década en que comenzaron a proliferar las instituciones penitenciarias privadas, en manos de corporaciones que se especializaron en el repugnante negocio de encarcelar por lucro a seres humanos, mientras la élite gobernante adoptaba la tesis de que privar masivamente de libertad es un método más eficiente y moderno de control clasista de la sociedad. Después de todo, los linchamientos de negros en ceremonias de ambiente medioeval del KKK, cada vez con mayor frecuencia no quedaban impunes.

Debo advertir que existe una historia edulcorada de la lucha por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. Si bien es cierto que la táctica de no violencia de la “National Association for the Advancement of Colored People (NAACP)”, junto al carisma y fuerza moral de Martin Luther King Jr., obtuvo grandes éxitos, éstos no hubieran sido posibles sin el previo despertar de los negros norteamericanos que en el profundo sur, cansados de sufrir humillaciones, crearon el movimiento de autodefensa armada para proteger sus hogares y sus familias. De la tradición de radicalismo negro surgió el “Black Power” y con éste se dio un paso fundamental en el desarrollo de la conciencia afro-americana.

Estados Unidos utilizó a decenas de miles de negros como carne de cañón, pero éstos aprendieron en las guerras el manejo de las armas y los métodos de combate y no tardarían en utilizar estos conocimientos para su propia defensa. Veamos dos ejemplos.

Bennie Montgomery regresó de la Segunda Guerra Mundial y comenzó a trabajar cosechando algodón en la hacienda de un tal W. W. Mangum, cerca de Monroe, Carolina del Norte. Cuando Bennie reclamó el salario que había ganado recibió en cambio golpes y patadas del terrateniente. Bennie, en defensa propia, le cortó la garganta con una cuchilla. El Ku Klux Klan quería lincharle pero las autoridades estatales lograron que en un juicio amañado lo condenasen por asesinato. Diez meses más tarde fue ejecutado en la cámara de gas de la “Central Prison” en Raleigh.

Cuando los restos de Bennie fueron llevados a Monroe, los miembros del “klavern” (2) proclamaron que el cadáver no pertenecía a su familia sino al “imperio invisible” y querían arrastrarlo por las calles del poblado. Un grupo de negros veteranos de guerra, compañeros de Bennie, se reunieron en una barbería y acordaron un plan de acción. Cuando la caravana de automóviles del Klan llegó frente a la funeraria, cuarenta negros, armados con carabinas y escopetas, apuntaron a la línea de vehículos. No se produjo disparo alguno. A pesar de que estaban bien armados, los miembros del Klan se retiraron (3).

Once años más tarde, en 1957, también en Monroe, miembros del Ku Klux Klan, irritados por los triunfos de la NAACP y la integración en las escuelas, comenzaron a incursionar fuertemente armados en el barrio de los afro-norteamericanos y a disparar desde sus carros y motos contra las viviendas familiares. Su objetivo preferido era la casa del Dr. Albert E. Perry Jr. a quien acusaban del resurgimiento del activismo negro en la localidad. En una de esas incursiones, la última, negros veteranos de guerra, desde fortificaciones hechas con sacos de arena, ripostaron el ataque. No se repitieron (4).

De esta toma de conciencia y espíritu de resistencia de la población negra surgen los 3 de Angola, falsamente acusados de uno de los tantos crímenes fabricados por el FBI en su programa de COINTELPRO. En realidad, su delito consistió en pertenecer al “Black Panther Party”, y su aislamiento fue el castigo por organizar un movimiento en la prisión contra el racismo, la violencia sistemática y la venta de los internos más débiles como esclavos sexuales que se realizaba en complicidad con las autoridades corruptas de la penitenciaría, y por exigir condiciones humanas para los presos.

Wallace fue liberado con 71 años de edad y con un cáncer del hígado en fase terminal. No obstante, afirmó recientemente: “Esta es la lucha y vale la pena, nos hace más fuertes.”

Albert Woodfox, ante las maniobras para mantenerlo encarcelado, expresó: “Pienso que mi causa era noble antes y lo es ahora. Ellos pueden aplastarme un poco, pueden causarme grandes sufrimientos, pueden incluso quitarme la vida, lo que no podrán nunca es doblegarme.”


NOTAS

(1) Scott Christianson: “500 years of imprisonment in America”, Northeastern University Press, Boston, (1998).

(2) “Klavern”: rama local del Klu Klux Klan.

(3) Timothy B. Tyson: “Robert F. Williams, “Black Power”, and the Roots of the African American Freedom Struggle”, The Journal of American History, Sept. 1998, p. 548.

(4)  Idem, p. 551.

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