Debate en torno a San Martín y Artigas (La Rosa Blindada). Por Guillermo Caviasca Un proceso de transformación que deba enfrentar enemigos poderosos solo puede concretarse teniendo como respaldo un...

Debate en torno a San Martín y Artigas (La Rosa Blindada).

Guillermo Caviasca

Por Guillermo Caviasca


Un proceso de transformación que deba enfrentar enemigos poderosos solo puede concretarse teniendo como respaldo un centro revolucionario político militar consolidado.

Esta definición surgió de un debate con unos compañeros uruguayos (u orientales) en una actividad el pasado 17 de agosto de homenaje a San Martín.

El debate, en realidad, comenzó con una consulta de una compañera sobre el contenido una carta de San Martín a Artigas, en la que sugería al gran jefe de la Liga Federal que buscara forma de transar con Buenos Aires para que el esfuerzo fuera concentrado en la lucha contra los enemigos externos.

El compañero uruguayo argumentaba que ni San Martín, ni Guemes (los contemporáneos a Artigas más avanzados y con poder) habían expresado con tanta claridad como Artigas el necesario programa de transformación social y de organización política nacional que permitiera dar la pelea contra el enemigo extranjero.

Mi respuesta fue por otro lado, que Artigas era el emergente de una movilización agraria. Que la contradicción en la que se encontraba inmerso el caudillo era compleja, ya que tenia como principales antagonistas a la burguesía comercial porteña y al imperio brasileño / portugués.Mientras que, tanto San Martín como Guemes se encontraban el la primera línea de frente contra dos poderosos ejércitos españoles: en del Alto Perú y el de Chile, y por lo tanto sus situaciones eran diferentes.

A pesar de esta limitación de estaren guerra permanente, durante la hegemonía de Güemes en Salta y Jujuy, sucedieron transformaciones sociales de importancia. El pago por parte de los campesinos del tributo había cesado en la práctica y que la justicia señorial de los terratenientes salteños había perdido jurisdicción sobre la masa de la población rural. Además los cerca de 5.000 hombres que podía movilizar Guemes constituían, de hecho, un poder político en la provincia y eran antagónicos ala clase dominante señorial tradicional. Claro “el sistema Guemes” no fue programa, ni reforma institucional concreta y acabó con la muerte del caudillo.

El caso de San Martín era diferente. Era un jefe militar revolucionario, cuyas miras estaban en el conjunto del problema y no en sus partes. O sea el General miraba la contradicción principal: Patria o colonia; y no otras como las que enfrentaban a “unitarios y federales”, etc.

Le explicaba al compañero uruguayo que, de hecho, la guerra americana implicaba una reforma social si era llevada a sus últimas consecuencias (tal como impulsaba San Martín o Güemes, Belgrano o Moreno, etc.) ya que solo podía ser materializada por ejércitos que fueran nutridos por masas y respaldados por una economía reformada hacia el sostenimiento de tal masa de hombres movilizados. También le agregaba que todas las cartas de San Martín expresaban que eran las masas las que debían nutrir larevolución, que si ellas no había ejércitos y que por eso estaba enfrentado a la estrecha burguesía porteña y las oligarquías temerosas y partidarias de la transacción.

Sin embargo mi amigo oriental, reafirmaba su tesis: Si no apastaba a los dirigentes porteños y reinstalabas un gobierno revolucionario consecuente, todo lo demás era ilusión. Y que había que tomar Buenos Aires, como decidió hacer Artigas y que San Martín y demás debieron haber colaborado.

Yo le explicaba que eso era imposible. Que el Ejercito de San Martín e inclusive el de Guemes, eran de tipo diferente al de Artigas, cuya conformación se hizo dialécticamente con el enfrentamiento con Buenos Aires, españoles, portugueses / brasileños, y con reformas sociales. Mientras que el ejército del Norte y el de los Andes, eran ejércitos nacionales (o buscaban serlo). Le insistí que cuando Belgrano aceptó la orden de Buenos Aires de bajar a reprimir a los caudillos perdió su ejército. Que los argumentos de los jefes rebeldes (Bustos y Heredia, pero también los unitarios Lamadrid y Paz) era que ellos eran un ejercito nacional y no iba a reprimir a los caudillos. Lo mismo podemos ver en el ejercito de Los Andes, sus oficiales en asamblea resuelven no volver a Buenos Aires. Y, yo le insistí, que esto que sucedió para no atacar a Artigas, López y demás, pero que si se hubiera dado la situación al revés, los ejércitos también se hubiera desintegrado.

Mi amigo uruguayo insistió y con razón. En este caso con las instrucciones del año XIII y con el Plan agrario del XV. Indudablemente, sobre todo el último, un programa de avanzada. Para mi amigo la base de un programa revolucionario. No se equivocaba porque otorgaba una “suerte de estancia” de media una legua y media de frente por dos de fondo (unas 7.500 has.) a quién la reclamara. Distribuía las tierras de “los malos europeos y peores americanos”, aquellos que durante la revolución hubieran emigrado y abandonado sus tierras. O sea no todas, pero muchas. Las tierras eran en propiedad pero solo si se ponían en producción. Y no eran enajenables, lo que ya de por si impedía el fortalecimiento de un clase terrateniente.

Mi amigo se equivocaba en el tipo de propietario que generaba esa reforma. Creaba un propietario mediano, capitalista, que debía desarrollar una estancia ganadera. Artigas no eliminab ala pequeña tenencia que sin dudas existía en buena cantidad, sino que le daba posibilidad de consolidarse. Pero tampoco eliminada la gran propiedad, aunque establecía una tendencia que si se hubiera mantenido, de hecho impulsaba su limitación y fraccionamiento, al regular el mercado de tierras por el Estado.

El proyecto buscaba modernizar la sociedad, crear empresas rurales productivas, que crearían un mercado y harían crecer la población. Y buscaba garantizar para las mismas empresas mano de obra. Por eso en el artículo 27 el reglamento sostenía que los peones debía tener papeleta de trabajo y sino serían remitidos como vagos para ser incorporados al ejército (cuestión constante en todos los bandos de la revolución)

Mi amigo se equivocaba en contraponer este Reglamento de tierras a las políticas sanmartinianas, ya que el Libertador no tuvo un ligar que lo colocara frente a un desafío de políticas agrarias similar. Ni siquiera a Güemes ya que la política artiguista es propia de la región rioplatense (la mas importante ya que como decía Belgrano, “las vacas son las minas del plata”). Solo Rosas puede ser, en este sentido, contrapuesto a Artigas por ser “del mismo partido” y ocupar lugares de gobierno en la misma región.

Pero volviendo al tema original. ¿Había que establecer un gobierno confiable en Buenos Aires antes de cualquier otra política? La hipótesis de mi amigo oriental era que: esa fue la estrategia de Artigas. Bueno, no es explícita como para afirmarlo tajantemente, ya que nosotros en nuestra charla lo estábamos formulando nuestras ideas en un lenguaje muy moderno, y no debemos ser anacrónicos.

Pero en la práctica, la estrategia antigüista implicaba claramente el establecimiento de un sistema político que organizara las Provincias Unidas destinado a establecer bases sociales y geopolíticas alternativas a las de la burguesía comercial porteña y los terratenientes en formación. Y podemos interpretarla como un relanzamiento del centro revolucionario porteño, que se estaba desviando de los objetivos emancipadores.

Sin embargo San Martín también intentó esta política reiteradas veces, pero fracasó, y en vez de volver a internarlo “junto con Artigas” como hipotetizaba mi amigo oriental, resolvió “independizar” a su ejercito y desarrollar la campaña emancipadora sin ataduras y puenteando las contradicciones.

Como sabemos Artigas no pudo enfrentar a Brasil y Buenos Aires coaligados, sus lugartenientes se agotaron políticamente y pactaron después de derrotar al directorio. Güemes murió y su sistema fue abandonado y con él, el Alto Perú.

Por esta razón, San Martín debió dejar la posta a Bolívar ya que sin apoyo de Buenos Aires (único centro del sur con los recursos suficientes) su campaña se vio limitada.

No sabemos si la sugerencia de mi amigo oriental, se podía haber concretado. Pero algunas enseñanzas deberíamos concluir después de esa larga discusión: es que tenía razón, al menos hacia el futuro. Que solo con una base sólida, con un centro revolucionario político y militar que sirva de punto de apoyo se puede triunfar en una política emancipadora de largo plazo.

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