Volver a declarar (ACTA - CTA). Volver a declarar (ACTA - CTA).       Por Carlos Saglul Ahora al menos, la citación a declarar ante la Justicia Federal te la trae el Servic...

Volver a declarar (ACTA - CTA).

Volver a declarar (ACTA - CTA).


 


 


 


Carlos Saglul


Por Carlos Saglul



Ahora al menos, la citación a declarar ante la Justicia Federal te la trae el Servicio de Protección a la Víctima del Terrorismo de Estado. No caen los policías, una y otra vez para joderte, haciendose los que se confundieron. En realidad, declarar no es lo peor. Duelen más todas esas noches previas donde se busca en el insomnio algún detalle olvidado.



Y forzosamente vienen los otros recuerdos del campo de concentración. ¿Quién sale totalmente del infierno?¿Qué parte de uno se queda en él? Los gritos de los compañeros torturados, los estampidos del simulacro de fusilamiento, esa oración dirigida a quien sabe que Dios para que el corazón se detenga y pare la picana que uno cree te dejará de cortar en pedazos solo con la muerte, el ahogo del submarino, los golpes, el suplicar de las compañeras violadas, el olor del miedo. La memoria es un teatro sin más público que uno mismo, donde los fantasmas repiten su muerte, como buscándole explicación.


Ver los rostros de los genocidas que quedaron vivos es lo de menos. Dicen que el jefe del campo de concentración se murió de cáncer. Los otros mirarán con su cara de ancianos inocentes. Simples empleados públicos, burócratas de la muerte que cada mañana besaban a sus hijos mientras por las noches torturaban y violaban pibas indefensas.


Lo más difícil es volver a ver los rostros de los compañeros que no envejecen, siempre bellos, tan alegres, esos ojos de ternura, esas manos a las que el amor y no el odio, les daba el don de la puntería, aunque algún “ legalista” se escandalice al atisbar siquiera un resabio de la historia verdadera de este país y la lucha por su Independencia y la Justicia. Aquella en donde a los caídos no se les “pasteuriza” su intención de tomar el poder para subvertir, cambiar una sociedad injusta, un Estado criminal que solo reparte desigualdad y violencia.




Tomar el poder pero no para repartir planes sociales, algún aumento a los trabajadores, concesiones que en el fondo no hagan a ningún cambio social profundo, sino por el contrario, resguarden el poder de aquellos que nunca lo perdieron, simplemente se turnaron para detentarlo.


¿Cuántos genocidios se escurrieron entre los libros de texto que escribió la clase dominante? Uno de cada tres porteños era negro. ¿Donde están?. ¿Y los indios? Paraguay, como Haití, se empeñaron en ser las grandes potencias de América. A la primera, un verdadero vergel, la convirtieron en un desierto de hambre y desolación, custodiado por tropas yanquis con dos o tres playas cerradas donde pasean desnudos los turistas europeos que bajan de los cruceros. Paraguay, allí como dijo el gran Sarmiento: “la última batalla la dimos con niños, no quedaban hombres”, los habían masacrado y luego quemaron sus fundiciones, los trenes para que no quedara ejemplo de aquel progreso soberano que ofendía al amo británico.


Y Haití que sigue siendo condenado por haber sido la primera nación independiente de Nuestra América. Ocupado por fuerzas militares "de paz", saqueado, hambreado, humillado. ¿Cuándo dispondrá el Gobierno agentino el retiro de las tropas nacionales de ese castigado país? ¿No tienen vergüenza?


¿Se terminará la impunidad metiendo presos en cómodas cárceles a esos viejos a punto de morirse? Nadie discute que hay que hacerlo y mejor tarde que nunca, pero… ¿preguntará el fiscal por la silenciada masacre sojera a través de los agrotóxicos, los enfermos de cáncer, los bebés que nacen deformes; por la complicidad del poder político con la minería basada en cianuro y esa contaminación que no genera trabajo, sino riqueza y más riqueza para unos pocos? ¿Se acordará de Julio López que hizo que el “nunca más” fuera sólo un deseo vano. De Kostequi, Santillán, Teresa Rodríguez, Víctor Choque… de la masacre del 2001.¿Dirá algo de los campesinos e indígenas asesinados por reclamar su tierra?


Las victimas son innumerables. Los muertos de ayer, los muertos de este año, los de hace un par de días, tienen todos un responsable y es un sistema que se basa justamente en el terrorismo de Estado y el genocidio.


Los mismos métodos que se utilizaron en la Argentina y América Latina se vuelven a usar hoy en Medio Oriente. Ya no cargan a la gente en los Falcon, la meten en aviones y la llevan para ser torturadas en otros países. Son los nuevos desaparecidos. Los crímenes del capitalismo no desaparecen, se perfeccionan. Aquí los militares se robaban a nuestros hijos. Ahora en Irak los venden. Juan Gelman cuenta que los periodistas suecos Tiris Christenson y Thorbion Anderson disfrazados de turistas fueron para ver como marchaba la instauración de la democracia occidental en Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados. Trajeron horas de película, entre ellas un remate de seres humanos para ser vendidos como esclavos sexuales. Sahara de sólo cuatro años es vendida, según lo muestra esa documentación, por 500 dólares. Es una niña iraquí, apenas una mercancía para los yanquis, un objeto de disfrute sexual.


América Latina ha sido sembrada de bases por si tienen que venir por nuestros recursos. También anda la Cuarta Flota apuntando sus misiles contra nuestro petróleo, el agua, lo que ellos llaman reservas estratégicas.


Es difícil declarar, duele. Duelen en el alma los ojos de los compañeros, la ternura comprometida con el pueblo y su destino, ese amor que no puede mostrar sino la contracara del odio contra el enemigo, el verdugo, el explotador. No estarán entre los acusados de la causa en la que tendré que declarar, los empresarios que se enriquecieron con la dictadura, y siguieron haciéndolo con cada uno de los gobiernos democráticos que desde el Estado nunca dejaron de subsidiarlos.


Tampoco los políticos que se abrazaban con los milicos en sus actos aunque hoy sean los principales adalides de la defensa de los derechos humanos. O quienes dicen reivindicar la lucha de los desaparecidos pero por si volvieran con otra identidad, prefieren firmar y dejar vigente la Ley Antiterrorista.


Si los monumentos de Moreno, Castelli, San Martín, Belgrano, Güemes, Eva Perón hablaran, ¡en qué problema estarían algunos!. Pero éste es un país repleto de monumentos, de libros de historia que sólo guardan las mentiras de la clase dominante mientras los patriotas están muertos, casi todos fallecidos lejos, en el exilio o a merced de alguna celada de la oligarquía aliada al imperialismo de turno.


Tal vez el dolor de los familiares de los desaparecidos encuentre consuelo en estas condenas, para eso sirve declarar. En cambio, los compañeros de ideales y lucha, sabemos que no habrá Justicia para los caídos hasta tanto no se termine con el último vestigio de este sistema genocida, cuya subsistencia es incompatible, con la vida misma del Planeta y el Hombre.


Cuando culmine la jornada en el Tribunal, seguro nos vamos a ir a comer un asado con el cumpa Walter, otro sobreviviente, y estarán por supuesto sus cien “hijos”, los pibes del comedor de los chicos del pueblo. Está viejo como yo, y a veces se repite, por eso mirando a los purretes y su alegría, tal vez en su máximo orgullo me dirá: "pelotudos, pensaron que nos iban a sacar la alegría, las ganas de pelear. Mira, esos pibes saben en que nos equivocamos pero también, en que no. Y hay futuro, no nos van a sacar la alegría de tener un mañana digno y mejor".


Los silencios también son parte de relato, de la historia que se construye día a día. Y cuando los silencios se sublevan, después, nada es igual.

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