Por Alfredo Grande
(Ape).- Hemos llegado al extremo límite de la cultura represora. El delirio desaloja al pensamiento, incluso al pensamiento único, y las alucinaciones desalojan a las percepciones. El no saber qué pensar, el manejo arbitrario de las imágenes, el asombro, la incertidumbre, el temor, la sensación apabullante de que todo es posible y nada es probable, comienzan a roer la frágil trama de la democracia representativa.
Cuando una “interna” de los servicios tiene más importancia que las decisiones de los Poderes de la República, algo huele a podrido en la Argentina. Cuando el mejor escenario para el Gobierno Nacional es el peor para la denominada gobernabilidad, algo huele a muy podrido en la Argentina. Porque el suicidio aparece en la exacta dimensión de la banalidad del bien.
Si es suicidio…entonces…ni el polvo de los huesos del fiscal la América tendrá, parafraseando el anatema de José Mármol a Juan Manuel de Rosas. Impunidad de servicios y funcionarios. En el delirio total, el más visible referente del fascismo de consorcio, que en la Ciudad de Buenos Aires organizó la Unidad de Defensa del Espacio Público, se permite, se autoriza, se ufana en señalar la catástrofe de la democracia si la muerte no se esclarece. Agrego que si se esclarece, a lo mejor es peor.
La muerte de un fiscal en las vísperas, contrariando la conocida afirmación de la “comadreja de los llanos” (como un reconocido cineasta bautizara), luego de acusar a la máxima autoridad del Estado de un delito que no es menor al de traición a la patria, es un golpe de Estado o al menos, un golpe al Estado.
Si se confirma el suicidio, se confirma el asesinato. Suicidarse es asesinar-se. Y si se confirma el asesinato, lo suicidaron. Ni siquiera es un juego de suma cero. Es un juego de resta absoluta. Lo trágico es no poder escapar a un destino letal. Callejón sin salida. O con una salida, tan, pero tan pequeña que nuestro modelo representativo, republicano y federal nunca podrá encontrar.
Una militancia honesta, sincera, humilde, certera, nunca olvidará la ley antiterrorista, el desalojo brutal de los cortes de ruta, la designación como Jefe del Estado Mayor a un sospechado de violar el derecho a la vida, las muertes por hambre, agrotóxicos, cobardes secuestros y miserable explotación sexual que algunos llaman “la trata”. No hay contexto para que desde la militancia popular se demonice a un fiscal que denuncia. Aunque sea un demonio, hay muchos más que dos.
La Impunidad es la premisa desde la cual la ficción supera a cualquier realidad. Quizá la muerte del fiscal haya sido un daño colateral que los fascistas internos y externos tuvieron que aceptar ante el riesgo de que las acusaciones se cayeran. En ese caso: los mecanismos para velar por la seguridad del fiscal fueron dignos del inspector Clouseau. Incompetencia total o siniestra complicidad. Porque obviamente, el mayor daño lo recibe el Gobierno Nacional, fogoneado por propios y extraños. Cualquier adicto a las series yanquis (yo, por ejemplo) sabe que la escena del crimen no puede ser caminada como la calle Florida.
Pero insisto: estamos en una zona donde la ficción supera a la realidad. Y hoy, aquello que se denominó “relato”, se ha transformado en una ficción de gran producción mucho más impactante que Avatar en 3D.
Un talentoso autor teatral, Mauricio Kartun, en uno de los cursos que hice con él, contó una reflexión de un autor teatral: “no seré buen autor, pero nunca maté a nadie”. Con humor hacía referencia a que el recurso de matar a un personaje cuando el conflicto es insoluble, refleja mediocridad y nula inteligencia. Es lo que ha pasado. Desconocemos quien es el autor intelectual, cultural, político, directo, de esta muerte. Muerte que no tuvo ninguna crónica que la anunciara, con lo cual estamos en deuda con nuestro entrañable García Márquez.
Lo cual no deja de ser inquietante, si leemos lo que Miguel Bonasso escribió para la Agencia Walsh: “Durante el menemismo proliferó el “delivery” de suicidios. Uno de los “suicidas” fue el capitán de navío Horacio Estrada. Estrada, verdugo de la ESMA, vinculado a Kohan y al escándalo de la venta de armas a Ecuador, se pegó un tiro muy raro. El marino apareció muerto con un balazo de 38 en la sien izquierda a pesar de que era diestro. A su lado había una 9 mm. Otro suicida famoso y singular de la era menemista fue Marcelo Cattáneo imputado en las coimas de IBM - Banco Nación. Cattáneo, también vinculado a Kohan, se ahorcó con una cuerda de nylon cerca de la costa del Río. Cattáneo “devoraba” literalmente los diarios: el cadáver tenía en la garganta un recorte de “La Nación” sobre el escándalo. El brigadier Rodolfo Echegoyen se peleó con Yabrán y estaba tan deprimido que se vino a suicidar el día que se casaba su hijo. Echegoyen, que dirigía la Aduana y estaba contra el narco se disparó con la mano derecha y el proyectil salió por el parietal derecho. Imposible. El prefecto genocida Febres se “suicidó” con cianuro, justo cuando se llegaba a la etapa culminante de la Causa ESMA 1. Febres, conocido en la ESMA como “Selva” (porque “era todos los animales a la vez”) le robaba los bebés a las madres secuestradas. Otro genocida, el teniente coronel Paul Navone también se “suicidó” en vísperas de una audiencia judicial en su contra. El teniente coronel Navone, estaba acusado de haberse robado uno de los mellizos que tuvo en cautiverio Raquel Negro”.
Para los incrédulos, o los crédulos bien intencionados, la presencia que se continúa del vicepresidente del Frente para La Victoria al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, es la contundente prueba que en muchos aspectos, quizá no todos, el kirchnerismo es la continuación del menemismo por otros medios. Para muestra basta un botón, si ese botón es un analizador.
Leyes, leyes, leyes… menos la reforma del sistema financiero en tres mandatos consecutivos y con mayoría en las dos cámaras del honorable congreso. Y si antes se decía “cherchez la femme”, hoy podríamos decir: “cherchez la guita”.
La ficción es una monstruosa devoradora de recursos que por lo tanto deben ser pagados y financiados de alguna manera. Las autopistas del dinero no se transitan en vano. Y en ese dinero que va por autopistas, terrestres o aéreas, cuánta sangre derramada ha sido negociada. La muerte no accidental de un fiscal de la Nación, es el extremo límite para la democracia representativa. Representa poco y presenta menos. Nuevamente la política que había sido recuperada como el único motor del cambio social, cede la soberanía a la Justicia y a la Criminología. Los tratamientos no son coherentes con los diagnósticos.
La muerte del fiscal es un golpe de estado, que por supuesto no excluye el auto golpe, el golpe mixto, u otras variantes. Así de confusas son las internas. También fueron golpes de estado las hiperinflaciones, generadas por el rey de la convertibilidad. Tenemos demasiados gatos que andan sin cascabeles. Toda la militancia popular, de izquierda, clasista, sabe que siempre los golpes de estado, muchos de ellos que se autotitularon “revolución”, son brutales avances de todas las derechas. Estoy convencido que esa militancia es el único reaseguro para impedir el avance del fascismo.
Algo similar señaló Carlos Aznarez en mi programa radial “Sueños Posibles”. De los gobiernos actuales, sólo podemos esperar complicidad, pactos mafiosos, trueques canallas. Porque su trágica receta siempre es la muerte. Individual, colectiva, de niños, de trabajadores, de originarios, de viejos y de excluídos. Y de todo eso junto.
No somos Charlie. No somos Nisman. No somos lo que no somos. Somos lo que somos: militantes de la vida y toda muerte será siempre nuestra enemiga. Porque hasta que la cultura represora no sea devastada, siempre la muerte será la de nuestros compañeros, aunque nos quieran entretener con las muertes no accidentales de nuestros enemigos.
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