Por Fernando García Bielsa
“Pensar es abrir surcos, levantar cimientos y dar el santo y seña de los corazones”
(José Martí, discurso en Hardman Hall, NY, 10 oct. 1890)
Aunque no todos los cubanos tengamos una mirada abarcadora de sus muchas aristas, sí conocemos por experiencia lo criminal del Bloqueo y hemos palpado sus muy dañinas consecuencias. Es una experiencia que no debemos olvidar.
Por tanto lo que actualmente procede es avizorar por donde vienen ahora los gringos y no desconocer que muchos en nuestro país puedan ahora mistificar los beneficios o las bondades de la nueva relación de cierta “convivencia civilizada” con Estados Unidos.
No pretendemos describir un fenómeno tan complejo y de proporciones tan vastas, de tantas implicaciones, ni tenemos una visión pesimista del momento. Las influencias externas suelen operar al mismo tiempo como peligros y como estímulo. Cierta gravitación e influjo del vecino norteño siempre resulta inevitable pero es tarea de la Revolución contrarrestar sus vertientes dañinas.
Y es obvio que una de las tareas básicas es identificar nuestros puntos flacos y jerarquizar el debate y la información fresca y oportuna sobre todos los temas, a un pueblo culto y de aguda sensibilidad como el nuestro.
Todavía debemos luchar contra el formalismo y los “teques” que tanto enajenan y tanto rechazo generan. Pero asimismo es necesario superar cierto desarme ideológico que se ha extendido en muchos sectores en los últimos años.
Debemos combinar la realización de las tareas concretas, en primer lugar ordenar y potenciar el desempeño de la economía, el ahorro, el aumento de la productividad. Pero, asimismo, ahora más que nunca y ante los nuevos retos, nadie con responsabilidades en el estado y en el Partido a todos los niveles puede limitarse a una gestión empírica, mecánica, de cortas miras.
Debemos tener claro el rumbo, la visión estratégica, la proyección de nuestro proyecto socialista, e interpretar los peligros que le acechan desde afuera y desde dentro.
Esas y muchas más carencias debemos superar ahora que se abre una etapa de “convivencia”, pero de necesario pulseo a lo cortico con las influencias y las “ayudas” que ya ha anunciado el presidente de EE. UU. como parte de sus intenciones para que dejemos de ser lo que somos. Para que dejemos de ser “necios” como Silvio, que queremos seguir fieles a la esencia de lo vivido, de nuestra cultura e identidad.
Este posicionamiento para los nuevos tiempos no es, ni debe ser, solo en defensa de la soberanía ante el imperialismo sino en defensa, en el frente interno, del rumbo socialista, y ello requiere establecer un mayor control sobre el burocratismo, control que ahora es deficiente y solo se ejerce desde arriba. El país para salvarse requiere recuperar niveles de participación popular que se han deteriorado, en primer lugar en participación sustantiva o control de los procesos de toma de decisiones.
No se puede prescindir de la voluntad, de la iniciativa y de la acción coordinada de nuestros ciudadanos, lo que ha sido un patrimonio de la Revolución cubana. Ya lo había dicho Martí: “Lo que no sea guerra de todos… o no es verdad, o es una guerra de rincón, fácil de desacreditar y acorralar”.
No puede ser solo en rincones donde se comprenda la complejidad del momento. No podemos limitarnos a hacer declaraciones de “que estamos inmunes”, que “no admitiremos injerencias”. Y es verdad que nuestras tradiciones, la unidad forjada por la Revolución, la lealtad a los que cayeron en nuestras luchas y la cultura de nuestro pueblo son la base para prepararnos para lo que viene. Pero, eso sí: estando alertas, informados, “gatos” como dice el argot popular.
No subestimar la capacidad del enemigo de producir confusión, falsas ilusiones. Como señalaba Eduardo Galeano cada conciencia ganada por la indiferencia y el derrotismo egoísta es una victoria del enemigo.
¿Sabemos identificar y defendernos ante las mañas del capital trasnacional después de estos cincuenta años de paternalismo estatal? ¿Están duchos nuestros sindicatos para proteger los derechos de los trabajadores frente a una patronal ajena? ¿Tenemos aceitados los mecanismos para protegernos contra la cooptación de nuestros funcionarios? ¿Actúa una burocracia empoderada -toda ella y siempre- a tono con las necesidades del país y con las orientaciones trazadas por el partido y el Cro. Raúl Castro? ¿Estamos seguros de que no existen agazapados algunos reductos que desean alguna forma de “anexión” a los EE. UU.?
Contamos con una legítima diversidad de puntos de vistas, pero ¿está suficientemente consolidada la hegemonía de las ideas socialistas en el debate social?
Ya que no pudo rendirnos por hambre y desesperación, debemos prever que el enemigo -pues sigue siéndolo aunque busquemos la convivencia y el “juego limpio”-, buscará aplicar la regla básica del “divide y vencerás”, que intentará inculcar o acrecentar la influencia de sus “seudovalores”, invadir el sentido común y transformarlo con las ideas que quiere utilizar para someternos.
Vendrán a alimentar un glorificación del mercado y el consumismo, estimular reivindicaciones puramente corporativas o sectoriales, a debilitar -como ya han anunciado- las instancias globalizadoras de la política, descalificadas como ‘ideológicas’, etc. Tratará, en fin, de servirnos la mesa e, incluso, dictar la agenda y los términos del debate.
No es que piense yo que vayan a lograrlo. Una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero. Ya en mi anterior comentario recordé las palabras de Fidel dirigidas a aquellos que se regodean y “sueñan”, donde les advertía “que la Revolución cubana no podrá ser destruida ni por la fuerza ni por la seducción”.
¡ Puede que no tengamos que ponernos otra vez la ropa miliciana, pero sí o sí tenemos que cambiar todo lo que se tenga que cambiar para seguir siendo lo que somos !
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