Por Alfredo Grande
(APe).- Cuando fue el atentando criminal contra la AMIA, escribí un texto que publicó Pagina 12. No pude encontrar su versión digital. Tampoco la impresa en papel. Me comprometo ante mí mismo a buscarla y quizá hasta la encuentre. Pero antes de que me olvide, como dice Enrique Pinti, puedo esbozar el fundante de ese trabajo.
Denominé “puro” a la triple adecuación entre institución, organización y dispositivo. La institución es la lógica que da cuenta, que informa, que organiza una determinada situación. En este caso, la lógica es el terror. El terror y su versión más actualizada, el pánico, es un estado donde simultáneamente hay parálisis y excitación psicomotriz. El aterrorizado no puede huir del peligro, tampoco puede determinar cuál es el peligro real, y todas las formas de la defensa psíquica son arrasadas.
El terror implica una absoluta incertidumbre en relación a la situación presente y futura. El terror es una ansiedad devastadora. Su expresión más intensa es el grito, el desmayo, incluso la muerte súbita. Terror y horror se potencian mutuamente. Una diferencia es que el horror puede ser registrado y en cierto sentido, asimilado. El terror por su demoledora intensidad tritura al sujeto. Y no me refiero al individuo, sino al sujeto social.
La desaparición forzada de personas, la misma que hoy emplea la denominada “trata”, es un mensaje donde el terror tiene como destinatarios a los no desaparecidos. El terror busca el absoluto sometimiento de la víctima, hasta el extremo límite de su asesinato. La tortura necesita del terror del cautivo para que el dolor resulte insoportable. En la jerga miserable de los servicios, eso se llama “quebrar”.
La Santa (¿?) Inquisición fue la mejor pedagoga en generar terror y dolor. La organización es un entramado de personas, logística, recursos económicos, recursos materiales, plataformas culturales y discursos justificatorios. Puede tener espacio visible o no. Habitualmente con nombre propio. Como ejemplo la OTAN y Al Qaeda. Como ejemplos, porque hay demasiadas ya que la pedagogía del terror tiene demasiados docentes, demasiados alumnos, y demasiadas víctimas. Una organización criminal planifica el hambre, la sed, la violentación sistemática de personas. Los asesinos seriales más peligrosos son funcionarios estatales que ejercen la banalidad del mal y la banalidad del bien.
Una organización terrorista en la Argentina fue la Alianza Anticomunista Argentina, banalizada como “Triple A”. Organización estatal que aterrorizó y asesinó a militantes sociales, artistas, luchadores populares. Su continuación fue el autodenominado Proceso de Re Organización Nacional. Eufemismo para designar las cacerías y safaris de una casta cívico militar criminal contra la indefensa y aterrorizada sociedad civil. Las organizaciones ejecutan lo que las lógicas institucionales mandan. El terror se puede organizar como tortura o como contaminación ambiental.
Las organizaciones cambian, pero la lógica del terror sigue. De Cromagnon a la masacre de Once. De la masacre de Budge al exterminio de la nación QOM. El mismo horror, la misma lluvia. Ácida, roja, de la sangre derramada y negociada. Hoy la lógica del terror se organiza en forma transnacional. Y estas organizaciones pueden ser estatales y clandestinas. Las organizaciones terroristas juegan en todas las canchas, de visitante y de local al mismo tiempo.
Una de las formas de sostener la lógica del terror en forma constante, es que las organizaciones que ejecutan esa lógica no sean visibles. Ni audibles. Ni creíbles. El dispositivo es el elemento concreto, tangible, con el cual la conducta terrorista se aplica. Habitualmente una bomba, pero también elementos incendiarios, armas de fuego de alto poder destructivo, etc. Pueden ser altamente sofisticados, de mucha tecnología agregada. Son de uso exclusivo de los servicios de información y represión de los Estados. La denominada fabricación casera alude a los dispositivos artesanales, que están al alcance de la mano de cualquier persona. Incluso vía internet. Se utilizan en organizaciones muy pequeñas, de mínima complejidad. Incluso en organizaciones unipersonales. El dispositivo es lo más cambiante. Lo más aleatorio. Lo más circunstancial. Picanas, bombas, armas blancas, armas negras, todo puede ser fabricado con elementos muy simples. El análisis del dispositivo utilizado puede ser fundamental en criminología para descubrir al asesino. En política no tiene demasiado relevancia. Las lógicas institucionales y las organizaciones que construyen no tienen poder de veto sobre ningún dispositivo. Puede ser una mina personal, el napalm usado en Vietnam, incluso la producción artificial de maremotos.
Cuando podemos verificar la triple adecuación mencionada, se define lo que llamo terrorismo puro. Que está siempre atravesado por la lucha de clases. No es lo mismo el terrorismo puro como estrategia de resistencia frente a un enemigo notablemente superior, que como política de Estado. No es lo mismo Simón Radowitsky poniendo una bomba al coronel Falcón, que el genocidio planificado por el Tercer Reich.
Los actos de terrorismo puro de las víctimas tienen como uno de sus fundamentos la desesperación y la impotencia. Los actos de terrorismo puro de los victimarios tienen como fundante la colonización y el exterminio. Un aforismo señala: “la culpabilidad del victimario se diluye en la culpa de la víctima”. Por eso la cultura represora no diferencia entre víctima y victimario. Ese cambalache es necesario para sostener la impunidad del victimario.
Quiero enfatizar que la categoría de “terrorismo puro” no es un juicio de valor. Defender lo propio no es lo mismo que atacar lo ajeno. No solamente no es lo mismo: es lo opuesto. En la sabia ley de la selva se mata para vivir. En la delirante ley de la cultura represora se vive para matar. Pero si hay terrorismo puro también existe terrorismo impuro. La mayoría llama a este terrorismo impuro Estado de Derecho. Como señalé en otros artículos, el Estado de Derecho tiene el rostro amable del Estado Benefactor y el rostro siniestro del Estado Terrorista.
La impureza es justamente los mecanismos de la democracia al servicio de imponer terror en las clases oprimidas. Palestinos, vascos, pueblos originarios, pobladores de Libia, Africa, han sido diezmados en el nombre de la civilización del Padre que practica todas las barbaries todas para diezmar la civilización del Hijo. La cultura represora va a repudiar de todas las formas posibles al terrorismo puro. 5 millones de personas de las cuales el 90% son sinceras defensoras de la vida, de todas las vidas. 80 funcionarios de los estados funcionales al gran capital transnacional de los cuales el 90% son terroristas de cuello y guante blanco.
La cultura represora es terrorismo impuro cuando todo anda bien y terrorismo puro cuando algo anda mal. A Dios rogando y cada dos años votando y con el mazo dando cuando las víctimas cortan alguna ruta. Repudiar al terrorismo puro y sostener al terrorismo impuro es la política cínica y miserable de los Estados Nación. De los demócratas conversos y los fascistas de mercado. Se rasgan las vestiduras frente al terrorismo puro pero se visten de gala para participar del banquete obsceno del terrorismo impuro. Ese que algunos llaman gobernabilidad, política real, democracias imperfectas.
Cuando el terrorismo impuro deje de ser plaga, recién entonces el terrorismo puro podrá ser evaluado y castigado en su dimensión criminal. Hasta tanto, como nos enseñara el gordo Soriano, cada vez habrá más penas y más olvidos.
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