El color del cristal con que se mira (Martianos - Hermes - Cubainformación). Por Lázaro Fariñas * Foto Virgilio Ponce   El asesinato en plena calle de Londres del soldado británico Lee Rigby me ha traído a la memo...

El color del cristal con que se mira (Martianos - Hermes - Cubainformación).

Lazaro Farinas 2

Por Lázaro Fariñas *

Foto Virgilio Ponce

 

El asesinato en plena calle de Londres del soldado británico Lee Rigby me ha traído a la memoria aquel verso del poeta español Ramón de Campoamor que dice: «En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira». Y me trajo a la mente este verso el ver la reacción tan profunda de dolor que ha traído a la opinión pública, tanto de Europa como de Estados Unidos, este hecho grotesco ocurrido en plena calle londinense.

El asesinato de cualquier persona, ocurra en la forma que ocurra, siempre es condenable. Ninguna persona tiene el derecho a privar de la vida a otra persona. Un asesinato es despreciable en todas sus formas, no importando en el lugar que ocurra, ni las causas que lo provocaron. La muerte de este hombre joven, casado y con un hijo de apenas dos años de edad, ha conmovido tanto a los londinenses que el lugar donde fue ultimado lo han llenado con miles de ramos de flores como tributo a su persona. Se han publicado innumerables fotografías de él y de su familia y cientos de comentarios de personas que lo conocieron, lamentando su pérdida y condenando a las dos personas que llevaron a cabo el asesinato. Dos ciudadanos británicos de origen nigeriano fueron los autores del crimen. Ambos practicaban la religión islámica y ambos gritaron consignas religiosas mientras llevaban a cabo el crimen, culpando a los soldados ingleses por los crímenes contra los musulmanes en el medio y lejano Oriente.

Es verdad que Lee Rigby era un buen marido, un buen padre y un buen hijo, pero Rigby era también algo más. Era un operador de ametralladora del Regimiento de Fusileros Reales, que estuvo destacado en Afganistán en los peores momentos de la guerra contra los Talibanes. Es decir, Lee Rigby participó en numerosas batallas contra los musulmanes disparando una ametralladora que solo Dios sabe cuantos de ellos mató en aquella agreste región a miles de millas de donde residía su familia. Es verdad que estaba en una guerra y que a los que mató con su arma mortífera, lo más probable es que tuvieran otra en sus manos para matarlo a él. Pero el punto clave, para ser lo más justo posible con la verdad, es que a quien le disparaba Rigby era a personas que estaban en su país defendiéndose de los invasores. Los talibanes que estaba matando Rigby con su ametralladora no estaban en las calles de Londres. Es por eso que todo es según del color del cristal con que se mira. Para algunos, cuando él mataba musulmanes había que alabarlo, pero ¿qué pasa cuando los musulmanes lo asesinan a él? Ah, entonces es un vil asesinato que hay que condenar con todas las fuerzas de la ley y de la furia.

Ese es el gran problema que han creado las potencias occidentales con sus intervenciones en aquella región del mundo. Un asesinato, trae otro asesinato. La política imperialista que han llevado a cabo estas potencias, en vez de acabar con los actos terroristas, lo que han hecho es aumentarlos. Lo peor de todo es que son los infelices, los inocentes civiles, los que terminan pagando la cuenta. Ahí aún están frescos los atentados terroristas de New York y Madrid, en los que miles de personas inocentes perecieron por las furias del odio. Pero ¿qué decir también de los miles y miles de civiles que perdieron la vida en los bombardeos indiscriminados contra las ciudades iraquíes, de los miles de libios ayer y de los miles de sirios hoy en día que mueren víctimas de las bombas occidentales? ¿Y qué decir de los campos de refugiados palestinos arrasados por las tropas israelitas apertrechadas, financiadas y entrenadas por Occidente?

Habría que saber qué vino primero, si el huevo o la gallina, y definir quién es quién en este dale que no te doy en el que hemos caído.

Es muy lamentable el asesinato de este ser humano en Londres, pero hay que ser justo. También hay que lamentar todos aquellos que cayeron en Afganistán, víctimas de las balas disparadas por este hombre. A pesar de que deben de haber madres, esposas e hijos llorando a esas personas, lo más probable es que a ninguno de ellos le pusieron miles de ramos de flores en el lugar donde cayeron muertos, lo más probable es que para ellos no haya habido comentarios en los periódicos, ni opinión pública rasgándose las vestiduras por sus muertes, ni fotografías de ellos jugando con sus hijos.

* Periodista cubano residente en EE. UU.

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