La resistencia en el país donde se pesa la plata Por Silvana Melo   (APe).- En los mismos días cuando en el sainete mediático el dinero en bolsas se pesa porque no se puede contar, hace u...

La resistencia en el país donde se pesa la plata

Silvana Melo 2

Por Silvana Melo  


(APe).- En los mismos días cuando en el sainete mediático el dinero en bolsas se pesa porque no se puede contar, hace un año que el veneno de los tomatales mataba a José Rivero en Lavalle. Y nadie dejó de fumigar niños en Corrientes.

A las mismas horas cuando en la opereta diaria miden una bóveda para calcular cuántos billetes entran -como la habitación llena de oro para el rescate del Inca Atahualpa secuestrado y asesinado por Pizarro- Félix Díaz entiende que la resistencia terca a la violencia de los saqueadores es una cruz para su pueblo. Y su pueblo le repite que la cruz en este siglo la sostiene Insfran y su banda de patrones. Conchabados por el Gobierno Nacional para sostenerse en pie aun en la lejanía más lejana de un país que ya es varios. Tantos como luchas ignoradas y apaleadas y anónimas hay sin reparo mediático ni vodevil al tono.

En los mismos días y a las mismas horas cuando la Metropolitana reprimía en el Borda, la policía riojana acorralaba a palos al pueblo de Famatina y la misionera echaba a decenas de campesinos pobres de los parajes Las Coloradas y Virgencita. Les quemaron las casas, les soltaron a los animales y les desparramaron los muebles por el camino. La brutalidad en la capa más profunda de la patria tiene visibilidad dispar: Famatina apareció apenitas, condicionada por la publicidad de las mineras o los aprietes del oficialismo. Los campesinos misioneros no existieron para nadie. Ni siquiera sus hijos, llegando de la escuela diez kilómetros después y en lugar de casa, un páramo de escombros.

A la misma hora y día del blanqueo de capitales y cuando el dólar Messi tocó las nubes y fue 10, en Fray Bentos descubrían un aumento inquietante de muertes fetales. Niños que no llegaron a ser, cinco casos en dos meses. El promedio normal no supera los dos casos anuales. Gualeguaychú es la vecina de enfrente de Fray Bentos y de Botnia. No hay mediciones en Gualeguaychú. Pero el veneno flota y viene y va. Como va y viene el de las 15 mil industrias que arrojan plomo, cadmio, mercurio, arsénico, plaguicidas, organofosforados, basura y catarata cloacal en el Riachuelo, que respiran y beben y comen los niños de las villas y asentamientos colgados de sus orillas.

Pero todos están tan lejos de la Argentina que se corta transversal. Que invisibiliza en las carpetas de los despachos y en las agendas de los medios a los retazos más raleados pero más vivos de los pueblos. A la misma hora y a los mismos días cuando el Gobierno y Clarín disputan una lucha que no incluye a la gente, cuando los actores del sainete cuentan plata y votos futuros y se acomodan de un lado y del otro, las gentes chiquitas de los suburbios del mundo se paran sobre sus muertos y asoman la cabeza a la luz.  Tan solas y en desgracia pero tan juntas y en pie.

Como las víctimas de la policía de Jujuy, que viajaron a Buenos Aires para denunciar la violencia con que las matan. Como tuvieron, los qom, que sentarse en medio de la 9 de Julio para que el agujero umbilical del país se enterara de que existían. El gobernador Eduardo Fellner es aliado del Gobierno Nacional en Jujuy como Insfran lo es en Formosa. Pero Fellner parece no enterarse de que en San Pedro su policía simula fusilamientos y usa el submarino seco, herramientas creativas de la dictadura. O utiliza niños para entrar y sacar paco por la frontera con Bolivia.

Doce meses de la muerte de José Rivero (cuatro años) porque comió tierra cerca de los tomatales fumigados con glifosato. Está imputado Oscar Antonio Candussi, presidente de la Asociación Hortícola de Lavalle y dueño de la tomatera. La familia recibe amenazas todos los días como José recibía lluvias de veneno sobre su cabeza. En esos días, en esos meses, los organofosforados mataron a Ezequiel (siete años) en la avícola Nuestra Huella, a Nicolás Arévalo (4 años) en Lavalle, a los tres primitos Portillo en El Tala, Entre Ríos, malformaron a centenares de niños nacidos en Misiones, enfermaron de cáncer a decenas de niños en el barrio Ituzaingó de Córdoba. Etc. Matan los bichos de los cultivos con compuestos de síntesis, brutalmente tóxicos, con origen en los gases nerviosos que se diseñaron en la Segunda Guerra Mundial. O con el 2,4 D, el agente naranja que Estados Unidos utilizó en Vietnam. En esta guerra cae la gente. Caen los niños. Y a nadie le mueve un pelo. Es el país donde se pesan billetes porque es fatigoso contarlos. Y el futuro se diseña en Intrusos.

Desde Maza a Beder Herrera La Rioja entregó 2.181.352 hectáreas de su tierra a las empresas mineras. Un 25 % de la superficie de la Provincia. La Barrick Gold fue expulsada en 2006 y la Osisko no logra hacer pie en los tobillos del Famatina. Un pueblo entero decidió que el cerro no se toca, que es parte de cada una de sus vidas, que el oro que guarda en el vientre es el mismo oro del genocidio que fue y de los que intentan ser, que los 70 millones de litros diarios de agua que la minera utilizará les será quitada de sus canillas y de sus arroyitos y cascadas, que la lixiviación con cianuro es para separar el oro de la roca y el agua, para lavarlo; es decir que lo poco que podrán tomar estará envenenado. Que el cerro bello, reinal, soberbio, suyo como fue antes de los originarios y será después de los que vengan, puede morir volado en horas para que se lleven un gramo de oro de cada tonelada de su cuerpo.

Por eso Famatina resiste y pone la espalda y tiene al frente como un milagro al intendente y al cura. Pedacitos del Estado que se desprenden del monstruo para ponerse del lado de la gente. Como resiste Félix Díaz y su comunidad y ponen el pecho y la cara amorotonada de sus hijos, como resisten los campesinos corridos por los sicarios de los sojeros, saqueados y envenenados sus niños por los fumigadores, como resisten las víctimas de los patrones feudales y de sus policías bravas.

Nadie los mira. Nadie los ve. Las cámaras se apagan cuando aparecen. Los gobernadores les abren los calabozos o les mandan a sus patotas. La Presidencia no los incluye en sus cadenas ni en sus tuits.

En los chimenteríos se discute cuánta plata entra en una bóveda.

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