Zazpe y Angelelli (APE) Por Carlos Del Frade (APe).- En agosto de 1976, Vicente Zazpe -arzobispo de Santa Fe e integrante de la Conferencia Episcopal en aquellos...

Zazpe y Angelelli (APE)

Angelelli

Carlos Del Frade

Por Carlos Del Frade

(APe).- En agosto de 1976, Vicente Zazpe -arzobispo de Santa Fe e integrante de la Conferencia Episcopal en aquellos días- fue detenido juntamente con otros sacerdotes en Riobamba, en el Ecuador, sufriendo cárcel por unos días. Según el recuerdo del sacerdote tercermundista Domingo Bresci "todavía era miembro de la Comisión Ejecutiva, como que sintió que desconfiaba de él, de cómo estaba allí (en Riobamba), en representación de qué...Yo lo vi profundamente dolorido, hasta te digo, fastidiado, enojado por este vacío que le había hecho el episcopado. El esperaba una reacción mucho más pronta, y un reclamo. Y todo se hizo... él me contó; todo, sí... formal, pero mucho después, y no hubo un desagravio, una reparación moral como hubiera correspondido".

Junto a Zazpe estaba Adolfo Pérez Esquivel quien, en 1980, sería premiado con el Nobel de la Paz por sus denuncias contra la dictadura argentina y a favor de la defensa de los derechos humanos.

Tres años antes, en 1973, Pablo VI envió a Zazpe a investigar la línea pastoral de monseñor Enrique Angelelli en La Rioja. "El Pelado" era calificado por el diario "El Sol" de "comunista", "tercermundista", "guerrillero", entre otras herejías. Zazpe confirma que no hay mejor manera de practicar el cristianismo que la concretada por Enrique Angelelli, hecho que determina una profunda amistad entre el riojano y el arzobispo santafesino.

El 26 de abril de 1976, los sacerdotes de La Rioja escribieron a Zazpe diciéndole que "nuestra situación se torna cada vez más asfixiante y difícil; nuestro ministerio es vigilado y tergiversado; nuestra actividad pastoral es tildada de marxista y subversiva. No es el pueblo riojano quien procede de esa manera, sino el grupo de siempre, los que ayer se lanzaron a una campaña de calumnias y hoy ante el cambio de gobierno se presentan ofreciendo listas.

Como consecuencia se producen allanamientos y detenciones. Presentan a La Rioja como aguantadero de la guerrilla y a Angelelli como cabecilla principal. Este es uno de los temas principales de los interrogatorios. Existe una confabulación a fin de lograr su objetivo: separar al pueblo de su Iglesia".

Angelelli le agregaría que "es hora que la Iglesia de Cristo en la Argentina discierna a nivel nacional nuestra misión y no guarde silencio ante hechos graves que se vienen sucediendo. Nuevamente pongo a disposición mi renuncia para que no siga La Rioja dando dolores de cabeza ni a la Santa Sede, ni al nuncio ni a mis hermanos obispos".

En julio de 1976, Angelelli le volvió a escribir a Zazpe: "estoy solo entre mis hermanos obispos de la Argentina".

El 4 de agosto de aquel año, el Pelado es asesinado también sobre una ruta y también intentando simular el hecho detrás de un aparente accidente.

Zazpe había pedido por la protección de Angelelli en una carta que le enviara al arzobispo de Córdoba y vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Raúl Francisco Primatesta, tal cual lo reconoció en 1985, en ocasión de los juicios a las juntas militares cordobesas, en un testimonio por escrito presentado ante la doctora María Elba Martínez. Primatesta no hizo casi nada para ayudar a Angelelli y prácticamente archivó aquel pedido de Zazpe.

Si Zazpe hubiera vivido un par de años más seguramente habría informado sobre la actuación de militares, integrantes de otras fuerzas de seguridad, civiles, empresarios y religiosos, durante la dictadura.

Zazpe no convenía para la estructura de impunidad que iba a encorsetar el origen de la democracia y cubrir la concentración económica que comenzaba a dibujarse como consecuencia directa de la dictadura.

Por su propio rol durante la dictadura, en el seno mismo de la Conferencia Episcopal, Zazpe hubiera dado mayores informaciones que las aportadas en su momento por Hesayne, Novak y De Nevares.

Mucha gente celebró, entonces, la muerte del hombre que, aún sufriendo de hipertensión, logró enfrentar a todas las amenazas, pero no pudo sobrellevar la traición interna y la construcción de soledad espiritual y política dentro de su propia arquidiócesis.

Las leyes de obediencia debida, punto final y los indultos dejaron en la calle a muchos de los que amenazaron de muerte a monseñor Zazpe. En forma paralela a la desarticulación de la pastoral del ex arzobispo santafesino, apareció la concentración económica y la multiplicación de la desocupación.

Las voces de Zazpe y Angelelli hubieran sido molestas para semejante concentración de poder político y económico.

Fuente: “La iglesia y la construcción de la impunidad”, del autor de esta nota.

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