De las Felices Pascuas de Alfonsín, a la Ley de Medios Audiovisuales: El Lugar Histórico del Kirchnerismo De las Felices Pascuas de Alfonsín, a la Ley de Medios Audiovisuales: El Lugar Histórico del Kirchnerismo   Por Alberto J. Lapolla*      25...

De las Felices Pascuas de Alfonsín, a la Ley de Medios Audiovisuales: El Lugar Histórico del Kirchnerismo

De las Felices Pascuas de Alfonsín, a la Ley de Medios Audiovisuales: El Lugar Histórico del Kirchnerismo


 




Por Alberto J. Lapolla*     

25-10-2009

(Articulo publicado por Miradas Al Sur, el Domingo 25-10-2009)

Una nueva etapa de la construcción democrática

La aprobación por el Congreso Nacional de la nueva Ley de medios  audiovisuales, previamente debatida por una chorrera de encuentros sectoriales y sociales del conjunto de la sociedad civil argentina, permite comenzar a desmontar el brutal aparato de dominación ideológico, político y cultural creado por la.dictadura genocida y su expresión legitimada, el menemato. Abre también, un nuevo tiempo histórico en la construcción democrática de los argentinos, en el período abierto en 1983 de cara al Bicentenario.


La decisión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, de dar la batalla contra la corporación multimediática, expresión ideológica y cultural del poder económico que domina la Argentina luego de 1989, en el ciclo iniciado en 1976, pese al traspié electoral de junio de 2009, es uno de los hechos de contenido mas revolucionario llevado adelante por gobierno alguno desde 1955 a la fecha. En el tramo histórico más cercano es un enorme triunfo de las fuerzas populares por sobre la oligarquía. Lo es  junto a la recuperación de las jubilaciones por el Estado, el reenjuiciamiento y encarcelamiento de los genocidas, la liquidación de las leyes de la impunidad, el desmantelamiento del perverso sistema del endeudamiento permanente, la independencia lograda respecto del FMI y el BM, la recuperación de gran parte de la actividad industrial, del empleo y del mercado interno destruidos por el menemato, de la correctísima política de unidad continental llevada adelante por ambos gobiernos kirchneristas. Y es parte esencial del gran logro kirchnerista, el de haber recuperado -hecho inédito desde 1955- la preeminencia de la política por sobre la economía. Es decir, de la soberanía popular por sobre el poder de las corporaciones económicas, pues al Presidente lo elige el voto popular, mientras que  a  los ministros no.


 



 


Durante décadas, el poder residió en los ministros de Economía nombrados, ad referéndum o directamente, por el establishment económico. Esa batalla esencial para la democracia -fue librada y ganada hasta hoy- con mano firme, contra viento y marea mediática y corporativa, por Néstor Kirchner y sostenida y profundizada valientemente por la Presidenta Cristina Fernández. Estos méritos acumulados desde 2003 hasta la fecha,  más otros que salteamos en honor a la concisión, simbolizan los mayores logros de todo el período de construcción democrática iniciado en 1983. Son, sin ninguna duda, la contrapartida de la claudicación representada por las ‘Felices Pascuas’ y su consecuencia: el ‘Pacto de Olivos’ con el mayor traidor a la Patria que pisara suelo argentino. Elementos ambos de una claudicación, que abriera un ciclo de derrotas y traiciones al pueblo y a la nación, que la llevara casi hasta su extinción económica y social, y que  recién pudiera ser  cerrado por la heroica rebelión popular de diciembre de 2001.

Una democracia truncada en las ‘Felices Pascuas’

Esto no implica descalificar la obra del Presidente Alfonsín, poseedor de méritos históricos, que sin embargo prefirió inmolar en su trágico ‘Felices Pascuas’. Valoramos que Alfonsín haya realizado el Juicio a las Juntas de militares genocidas y criminales, abriendo el camino a la regeneración de nuestro sistema democrático. De allí, la gran tragedia que implicaran las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final. También se negó a privatizar las empresas del Estado y a desmontar el modelo nacional vigente desde 1945, al punto que fue el último Presidente en manejar la Junta Nacional de Granos, YPF, Gas del Estado, la Flota Mercante, Fabricaciones Militares, Aerolíneas Argentinas, y en mejorar los ferrocarriles nacionales, por ejemplo. Intentó sin éxito, democratizar el movimiento sindical, lo cual de haberse llevado a cabo habría limitado seguramente la transfugación neoliberal del movimiento sindical peronista en los noventa, con las honrosas excepciones del MTA y de la CTA. Esa ley imprescindible -el argentino es el único movimiento sindical del mundo, dirigido por patrones, que atienden de ambos lados del mostrador- nos habría librado de los Benegas, los Barrionuevo, los Rodríguez, los Pedraza, los Cavalieri, los Martínez y demás patrones que dirigen parte del movimiento obrero argentino, por suerte en recuperación. Fue también él quien se negó, y esto es central, a firmar cualquier ‘acuerdo’ de paz con Gran Bretaña que implicara la entrega del patrimonio y la soberanía nacionales. Se negó a aceptar el chantaje británico y si bien desmilitarizó el conflicto, no firmó ningún acuerdo de traición a la Patria como haría luego el gobierno menemista. Por el contrario, Alfonsín tomó medidas estratégicas que de alguna manera alumbraron un nuevo tiempo que hoy transitamos. Buscó la paz con Chile, cerrando casi cien años de conflicto, abortando el camino al chantaje británico sobre la Patagonia. Logró el acuerdo estratégico con Brasil que diera origen al Mercosur, cambiando el eje de confrontación militar y de orientación geoestratégica por primera vez desde 1955. Propuso correctamente llevar la Capital a la Patagonia, pues sabía que Gran Bretaña y el imperialismo norteamericano vendrían por todos nuestros bienes luego de la derrota en Malvinas, la Patagonia en primer lugar. Patagonia que así como está casi no es territorio de Argentina, o lo es escasamente.


Con un acuerdo con Chile, otro con Brasil que abría la unidad de Sudamérica y el traslado de la Capital a Viedma -tal como había hecho Brasil con Brasilia, en los años 60 cuando los Estados Unidos apetecían la Amazonia y el Pantanal- la defensa de la Patagonia y la soberanía efectiva sobre la misma, habría sido mucho mas fácil, rehuyendo la presión británica para firmar una paz deshonrosa que luego se sellaría en los infames acuerdos de Madrid y de Londres.


Esto era así, para un país que aun conservaba el núcleo central de su capitalismo industrial en la sólida estructura de sus empresas del Estado, en su red ferroviaria a pleno y en la inmensa potencialidad que la nación aun poseía intacta, pese a Martínez de Hoz, tal como lo reconociera el poder financiero mundial en 1984.


Por último, fue Alfonsín quien alumbró por primera vez en nuestra historia, un sistema democrático en el que el oficialismo respetó a la oposición, garantizando para todos, una efectiva y total libertad de expresión, siendo notable la producción cultural realizada durante su gobierno. Todos estos son méritos de Alfonsín, su lugar histórico, que no dejamos de reconocer, mas allá de no haberse atrevido a desmontar el esquema de financierización del Capital, los golpes hiperinflacionarios y el sistema de endeudamiento externo ilegítimo generado por la dictadura, que finalmente lograría dinamitar nuestra estructura industrial y de capitalismo de Estado.


Es por ello que Alfonsín no tenía  ninguna necesidad de caer en las ‘Felices Pascuas’, la Obediencia Debida, el Punto Final y pactar en Olivos con el diablo. Esa fue su claudicación. Incomparable por supuesto, a la que va a cometer el PJ entre 1989 y 1999, porque aunque a muchos peronistas les duela, lo más grave que le pasó a la nación en su historia fue el menemato. No sólo la traición de Carlitos. Traidores  hay en todos lados y en todos los tiempos.


La grave derrota cultural, residió en que el peronismo mayoritariamente, se disciplinó a la entrega de la nación y a la destrucción de la herencia peronista. Jamás, sin el apoyo de los principales sindicatos, de la estructura del PJ y de los gobernadores, Carlitos hubiera podido destruir la nación. Ese es el terrible pecado que aun estamos pagando. De allí, que el mérito del kirchnerismo sea mayor.


Es  bueno recordar que algunos peronistas históricos todavía decían en 1999, con la nación ya destruida,  ‘el peronismo siempre tuvo un conductor y ese jefe es ahora Carlos’ Bueno es recordar que Jorge Abelardo Ramos terminó su vida política e intelectual como embajador del menemato en México, abjurando del marxismo y poniendo su partido y su historia al servicio de la entrega de la Nación. Otros peronistas de larga data, sostenían ‘que había que rendirse porque habíamos perdido ambas guerras, la interna y la externa... Que Alfonsín no se había querido rendir y así le había ido’.


La derrota cultural neoliberal menemista fue peor que la dictadura. La dictadura era el enemigo oligárquico de siempre, vistiendo su peor traje. Pero el menemato eran los compañeros transfugados en neoliberales, corrompiéndose a raudales, defendiendo las privatizaciones, la destrucción de los derechos sindicales, del Estado y de la nación construida desde 1945. Era la destrucción de la mayor construcción cultural y política que había tenido el pueblo argentino, desde la Emancipación, por ello la derrota infligida por el menemato fue mucho más profunda que la producida por la dictadura.

El lugar histórico del kirchnerismo

Es en este marco temporal, que nos parece apropiado reflexionar respecto del lugar histórico que ya han ocupado ambos gobiernos kirchneristas. Néstor Kirchner primero y Crsitina Fernández luego, completan la construcción de la democracia restaurada en 1983. Restauración precipitada por la derrota militar de Malvinas, que obligó a las fuerzas armadas neonazis a abandonar la escena política, cuando aun las fuerzas populares no habían madurado lo suficiente para alumbrar un nuevo proyecto liberador que reemplazara al derrotado en 1976 de manera atroz. Y esto era especialmente trágico para el Peronismo, que no podía siquiera reflexionar -aun no lo ha hecho- respecto del ‘regalito’ que nos dejara el general Perón al morir. Si bien había dicho públicamente ‘que su único heredero era el pueblo’, para los hechos más  concretos del poder, el gobierno y el destino mediato de los argentinos, el General había dejado herederos más nítidos y terribles: su viuda Isabel Martínez y su mucamo y ministro José López Rega, el hombre de Licio Gelli y Henry Kissinger. Lo notable es que fue el propio Perón quien sostuviera reiteradamente ante sus colaboradores, que ‘Isabel era informante de la CIA’, e incluso la había usado para dar falsa información a la Libertadora.(1) Algo parecido había dicho de Lopecito.


Seguramente estos hechos fueron parte de esa peligrosa táctica a la que era tan afecto, de ‘trabajar con el enemigo adentro, ya que así es más fácil controlarlo.’ La historia dijo lo contrario, los argentinos lo pagamos muy caro, pero el General ya no estaba para reprochárselo.


En algún sentido Néstor Kirchner y Cristina Fernández llevan adelante la tarea de completar la construcción de un sistema democrático que el alfonsinismo dejó trunco, y que el menemato destruyó, por su esencia antipopular y neocolonial. En ese sentido, Alfonsín no pudo escapar a los vicios históricos de una burguesía nacional siempre claudicante ante la burguesía terrateniente -los viejos encomenderos españoles- que nos persiguiera desde que Saavedra, el Déan Funes, Martín Rodríguez, Viamonte y Rivadavia, traicionaran y destruyeran a Castelli, Moreno, Belgrano, Artigas, Dorrego y  San Martín.


Por el contrario, los Kirchner parecen poseer otra óptica, pues al contrario de la marcha histórica de la burguesía nacional, luego de dos derrotas y traiciones -como lo fueran lo acaecido con la resolución 125 y luego en las elecciones de junio, a manos de Cobos y los intendentes del conurbano respectivamente- los Kirchner por el contrario, se reagruparon, volvieron a dar batalla y ganaron. Redoblaron la apuesta y en lugar de las ‘Felices Pascuas, la Casa está en orden’ tan frecuente en nuestra historia, lograron poner de rodillas al grupo Clarín y al poder multimediático neocolonial que nos domina. Todo un mérito, histórico, político y personal de ambos. Cualquiera sea el resultado futuro de su gestión, ése será sin dudas, su lugar, su legado en la historia política argentina.


El enorme triunfo popular representado por la nueva ley de medios, abre la situación a una nueva perspectiva histórica, donde lo central pasa, de manera casi urgente, por la construcción de una nueva etapa del movimiento nacional y popular, regenerado en los nuevos tiempos históricos continentales.


Será necesaria una enorme conjunción de fuerzas, para avanzar sobre lo mucho que falta para construir una nueva versión de la nación justa, libre y soberana que con tanto acierto nos propusiera Perón, allá por 1945. Las tareas que vienen exigen de un amplio marco de acuerdo de fuerzas políticas y sociales que permitan avanzar en los dos problemas centrales que aun aquejan a la nación: acabar con la pobreza y la indigencia, incluyendo a todos los argentinos en las bondades del mundo moderno y terminar con la concentración descarada y descomunal de la riqueza en todos los órdenes, de una clase dominante que, como dijera nuestra amada Mercedes Sosa, ‘es pornográfica para exponer sus lujos ante un pueblo hambriento.’

Mayor unidad para mayores logros

Las batallas por venir serán tan o más duras que las libradas hasta ahora pero, por primera vez en mucho tiempo, los argentinos contamos con un elenco gobernante dispuesto a dar batalla contra la sempiterna alianza de terratenientes, obispos, multimedios y poderes económicos, ante quienes la claudicación fue la norma.


Queda por reformular, la renta financiera, el código minero, la renta agraria, el sistema energético nacional, la recuperación del Banco Central y nuestras reservas. Queda por discutir y modificar el modelo sojero, la increíble concentración y extranjerización de nuestra tierra (el 0.0007 de la población es dueña de la mitad de la tierra Argentina), abriendo el debate de una política de tenencia democrática de la misma, que permita repoblar y agrandar el país, dignificando a la mayoría de nuestro pueblo: ‘nuestros paisanos los indios’ los primeros. Queda por recuperar la mayor red ferroviaria de Sur América (más de 47.000 km) hoy destruida por decisión del poder imperial que nos dominara en los noventa. Esa red por sí sola, es fuente de integración, reindustrialización, empleo y recuperación de economías regionales, para varios millones de argentinos, hoy aislados, empobrecidos, humillados y fragmentados.


Queda por redefinir la recuperación de la Argentina industrial abandonada en 1989, de cara a nuestros hermanos del continente. Continente  que a través del Mercosur, del Alba, del Banco del Sur, de la Unasur y demás mecanismos integradores, parece decidido a completar la unidad, para cerrar la segunda y definitiva Independencia. Es imprescindible la reindustrialización del país para abandonar el modelo agroexportador que nos fuera reimpuesto por las derrotas de 1976 y 1989. Sin ella es imposible resolver el mayor de nuestros problemas, que reside casualmente en la pobreza estructural y la descomunal fragmentación social que nos dejara el modelo neoliberal. Sin reindustrialización, ni ferrocarriles por todo el país, sin una política de democratización de la tenencia de la tierra, no habrá salud, ni educación, ni trabajo, ni inclusión, ni seguridad, ni distribución de la riqueza para todos los argentinos, y este notable elenco de gobierno, podría llegar a estrellarse contra una realidad neocolonial impuesta por la pobreza estructural que el modelo aun sustenta, sino la modifica de raíz. No somos desagradecidos, ni exagerados.


No pretendemos que los Kirchner resuelvan todos estos temas, ellos son tarea del pueblo argentino todo, pero por sobre todo de una nueva expresión política del pueblo que vio la luz en diciembre de 2001 y que aun no ha tomado forma. Los Kirchner pueden con su firmeza característica, su coraje y su audacia política demostrada, ayudar a darle forma, poniéndose a su cabeza. La historia está ante nuestros -sus-  ojos, sólo hay que terminar de tomarla.

(1) Pigna Felipe, Lo Pasado pensado, Planeta 2005

* Ingeniero Agrónomo e Historiador, director del Instituto de Estudios de la CMP y Coordinador General de los Cabildos Abiertos de la Militancia.

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