EDITORIAL - AÑORANZAS…, POR EL PROF. JUAN CARLOS SÁNCHEZ, DIRECTOR EDITORIAL DE GACETILLAS ARGENTINAS SUMARIO   1 - ARGENTINA: AÑORANZAS…, POR EL PROF. JU...

EDITORIAL - AÑORANZAS…, POR EL PROF. JUAN CARLOS SÁNCHEZ, DIRECTOR EDITORIAL DE GACETILLAS ARGENTINAS

SUMARIO

  1 - ARGENTINA: AÑORANZAS…, POR EL PROF. JUAN CARLOS SÁNCHEZ, DIRECTOR EDITORIAL DE GACETILLAS ARGENTINAS.


1 - AÑORANZAS…

Otro aniversario del golpe y se asoman los recuerdos; algunos, la mayoría, vívidos y febriles y otros, escondidos en los pliegues de la memoria, como si esperaran salir a la luz en cualquier momento.

Los primeros afloran solos. Una sociedad civil que pedía orden y una sociedad política que golpeaba incesantemente las puertas de los cuarteles. Era el año 1975, en donde 11 paros agrarios y el Rodrigazo sacudían la modorra del mediopelo y de las élites económicas argentinas, organizadas en la Sociedad Rural Argentina y en la Unión Industrial Argentina. El gobierno de Isabel Perón tambaleaba, un Congreso Nacional buscando una salida electoral, mientras los militares deliberaban y comenzaban a amasar el zarpazo final.

En diciembre de 1975, el Brigadier Jesús Orlando Capellini encabezaba una rebelión en la Base Aérea de Morón y pronto llegaría el mensaje de Videla, del 24 de diciembre, en Tucumán que anticiparía la caída de Isabel en marzo del año siguiente.

A principios de 1976, se agudizaba la crisis económica en un marco hiperinflacionario para dar paso a una crisis política que fue aprovechada por los genocidas. El mal llamado, pero conocido, Operativo Independencia en Tucumán sería el puntapié inicial para la planificación del genocidio posterior, pues se fundamentó en los términos del Decreto 261/75, del 25/02/75, el que fuera complementado mediante el Decreto Nº 2772/75, del 26/10/75. Sencillamente, se convocaba a “aniquilar”.

Marzo fue un torbellino imparable, donde el reclamo social de orden imperaba e interpelaba a la clase política, junto al accionar conspirativo de la Iglesia y del poder económico, mientras los cuarteles seguían deliberando.

El 24 de marzo comenzaba la mayor tragedia argentina, de la mano de los genocidas Videla, Massera y Agosti, en consonancia con la política exterior norteamericana de la década del `70, destinada a evitar el surgimiento de otra Cuba en Latinoamérica, la que había impulsado el golpe del 11 de septiembre de 1973 contra Allende, de la mano del genocida Pinochet, como también el golpe cívico-militar de 1971 que llevaría al poder a Juan María Bordaberry en Uruguay. Años más tarde, conoceríamos a la Operación Cóndor, como forma colaboracionista entre las dictaduras sudamericanas, denunciada por el Dr. Martín Almada, Premio Nobel alternativo de la Paz.

Si bien no existe la posibilidad de un golpe tradicional, como hace 33 años atrás, los 7 paros agrarios al kirchnerismo y el reclamo por la “inseguridad” provocan un clima muy particular que muchas y muchos recuerdan de aquellos años. Como ayer, la oligarquía terrateniente, junto a las transnacionales de la soja, busca retomar la iniciativa perdida a pesar que el actual Gobierno Nacional no removió los cimientos económicos impuestos por José Alfredo Martínez de Hoz y consolidados durante la década del `90 por Carlos Menem y sus continuadores democráticos. Y a su lado, un mediopelo que teme perder sus pertenencias, parafraseando a Serrat, de la mano de una ola mediática destinada a hacer crecer la sensación de inseguridad, la que ha llevado a la marcha a la Plaza de Mayo encabezada por el rabino Bergman y el padre Marcó sin tener en cuenta las profundas implicancias socioeconómicas como tampoco la existencia de un sistema penal destinado a la criminalización de la pobreza y de la protesta social, como también la perpetuación de viejas prácticas aprendidas durante la dictadura militar por parte de las fuerzas de seguridad, en donde algunos de sus miembros recurren al armado de causas para justificar su negligente accionar; o bien, sus buenos negocios…

Pero los rincones escondidos de nuestra memoria nos impiden olvidar lo sucedido. Menos aún, las consecuencias directas e indirectas de la dictadura militar. Secuestros, desapariciones y torturas fueron los métodos para instaurar el terror, el “orden” pedido a gritos desde 1975, sumado a una batalla cultural destinada a barrer con todo vestigio de lucha obrera y estudiantil.

La política económica genocida se sustentó en un liberalismo económico que arrasó a la industria nacional y favoreció la especulación financiera, junto a un dólar que permitió acompañar la coyuntura internacional. Hoy, sus cimientos siguen intactos porque, a pesar de la crisis de 2001, los bancos continúan con su actividad impune y nunca se procuró una reforma impositiva tendiente a gravar las grandes rentas, incluyendo las financieras.

Si algo refuerza el poder de la presión de la oligarquía, en la actualidad, es la ausencia de mecanismos tendientes al control de su poder económico, tanto en materia impositiva como laboral, teniendo en cuenta el alto nivel de evasión y de elusión fiscal. Lo mismo podemos decir acerca de la concentración monopólica de capitales nacionales y transnacionales, la cual ha permitido encarecer los precios de los servicios públicos y enajenar nuestros recursos naturales a cambio de migajas…

Sin dudas, el continuismo democrático en materia económica y la perpetuación de la cultura impuesta por la propaganda de la dictadura, que podemos resumirla en el “por algo será” la que fue consolidada por la cultura represora, parafraseando al compañero Alfredo Grande, reproducida sistemáticamente por nuestra sociedad gracias a la influencia de los multimedios y de la Iglesia, son las consecuencias que debemos erradicar para ser consecuentes con la lucha de nuestros 30.000 compañeras y compañeros desaparecidos.

Ellas y ellos nos han indicado el camino, nos han señalado el horizonte al cual debemos llegar. Sus ausencias se harán presencias cuando nos encaminemos hacia la búsqueda del sendero que nos lleve a dar la batalla cultural, política y económica contra los que añoran los viejos tiempos, los de ese orden traducido en la paz de los cementerios.

Continuar su lucha significa terminar con las añoranzas de los De Ángeli, de los Macri, de los De Narváez, de las Carrió pero también construir una alternativa superadora a la continuidad actual del kirchnerismo, maquillada como Susana Giménez y llena de bloopers al estilo de Tinelli.

Continuar su lucha es bregar por la vigencia efectiva de los Derechos Humanos de ayer y de hoy, mientras Jorge Julio López, continúa desparecido en democracia; mientras 5.000 compañeras y compañeros siguen siendo rehenes de las estrategias jurídicas kirchneristas; mientras la represión se abate sobre las luchas obreras, en forma explícita e implícita y mientras la pobreza y la indigencia siguen perpetuándose en clave clientelar, dejando desamparada a buena parte de la población argentina, incluyendo a los nuevos desaparecidos sociales como los pueblos originarios y las personas con discapacidad.

Continuar su lucha es acompañar este homenaje a quienes lucharon por otra Argentina, pero también tomar el compromiso de hacer realidad sus sueños e ideales a través de una participación efectiva en cada una de las trincheras en las cuales nos encontremos.

Prof. Juan Carlos Sánchez

Director Editorial GACETILLAS ARGENTINAS

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