Basta de reprimir física, moral y socialmente a las y los trabajadores de Enfermería.     Basta de reprimir física, moral y socialmente a las y los trabajadores de Enfermería Por Miguel Abelans Hago público que hay una profes...

Basta de reprimir física, moral y socialmente a las y los trabajadores de Enfermería.

 


 


Basta de reprimir física, moral y socialmente a las y los trabajadores de Enfermería

Por Miguel Abelans

Hago público que hay una profesión (Enfermería) que sufre, más que nadie (dentro de los trabajadores de la salud), las crueles consecuencias físicas, morales y sociales de la violencia laboral. La anomia del Estado, la corrupción administrativa y política, el constante abuso del poder, la complicidad de los Upcn y Sutecba, una comunidad hospitalaria que naturaliza y/o mira para otro lado y una justicia con clara ideología favorable al poder que inserta el problema en el “normal” marco de las relaciones de trabajo y autorizan para que la “potestad” del Estado ordene y nos condene a una degradante vida. Todo lo antedicho facilita y dà todos los medios para que la cultura represiva, (con su intacta matriz autoritaria) persista, este viva  y activa en el “Garrahan”, siendo la responsable de incontables “desapariciones” y “muertes” en vida, de muchos ciudadanos/as de profesión enfermeros/as.

Por la defensa al Derecho a la Integridad física, moral y social, transmito mis opiniones, hechos y consecuencias de la violencia hacia el personal de enfermería y decir que toda queja, toda denuncia que invoque una violación a dicho Derecho en el trabajo, es una irrefutable agresión a los pilares fundamentales del Estado social y democrático de Derecho.

La violencia laboral actual está sostenida por la más desvergonzada, poderosa, oscura y alevosa ideología, contradictoria al discurso oficial de los derechos humanos, que suprime de hecho los derechos fundamentales de los seres humanos, vulnerando y violando el valor de la dignidad en los trabajadores.

Los que violentan y acosan son auténticos dictadores que, desde la impunidad del poder, atentan contra el orden y la paz social, reduciendo al trabajador a un “recurso humano” y cosificando las relaciones laborales, evadiendo (bajo la miserable excusa de mantener “el orden”) la obligación del respeto a la integridad moral del ser humano.

Adquiriendo la ideología de la tortura, para disciplinar y/o explotar a las personas, buscando solo concretar mezquinos intereses individuales y/o corporativos. Quien reconoce en el otro a un ser humano no puede torturarlo.  Los grandes  títulos “acoso moral en el trabajo” o “violencia psicológica en el trabajo”, “mobbing”, se refieren al ejercicio y al lugar, pero abandonan a las víctimas, no registran sus valores morales, ni sus derechos constitucionales, mucho menos consideran, ni piensan en su entorno laboral y social.


La violencia laboral; en especial, el acoso laboral, acaban inevitablemente en daños físicos y psíquicos muy graves si no se hace algo inminentemente. Lamentablemente, carecemos de un modelo solidario, equitativo, al servicio del bien común para solucionar los problemas de las relaciones sociales. Creo que los mejores arquitectos para la construcción de una vida mejor somos todos y cada uno de nosotros: los ciudadanos honestos. Para ello es esencial comprometerse, luchar solidariamente, dedicar esfuerzo constante, sin egoísmos ni traiciones, en la protección y defensa valiente e impostergable de nuestra Integridad moral.

Para que cese la cultura represora y discriminativa hacia los trabajadores de salud, en especial, a la Enfermería del “Garrahan”

Sólo será posible si tomamos en nuestras manos la tarea de reclamar, de generar conciencia y de movilizarnos en pos de la justicia y la equidad.

El principio “ético” de la gestión institucional se puede sintetizar en la siguiente frase: el fin siempre justifica los medios. Cuando el fin justifica los medios, el sistema está dispuesto a todo, incluso destruir a sus trabajadores, con tal de alcanzar sus  objetivos. (El fin: la corrupción, el medio: la violencia)

Gestión, en una organización, donde los hechos de violencia no se previenen y mucho menos se intentar resolver, todo lo contrario se repite, se perpetúan, con el sentimiento que no se puede hacer nada. Donde el abuso del poder es una constante. Organización donde la impunidad beneficia la subsistencia de la violencia. Impunidad que tiene  un doble mensaje, uno, para el victimario (funcionario político) que lo vigoriza en su posición y el otro mensaje, hacia las víctimas (trabajadores de la salud) indicándoles que no tienen defensa, que se tienen que disciplinar y que es inútil que denuncien. Y si denuncian deberán  pagar un alto costo (léase, sanciones, persecución laboral, discriminación, etc.)

Organización, donde se naturaliza y se perpetua la violencia bajo la tutela corporativa hegemónica medica, los directores políticos, los empresarios que lucran con la falta de salud de la población y no quiero excluir, la importante complicidad traidora y entreguista de los Derechos de los trabajadores: el sindicato Upcn Garrahan Y todo, sostenido y subsidiado por el Estado.

En el Hospital, los violentos no son separados, en todos los casos, surge una reacción mafiosa que los encubre y protege. Y rápidamente, muchos, son “recompensados” por su tarea con un puesto jerárquico, el ingreso de un familiar o algún “negocio” redituable, relacionado con la Mutual o con la Fundación hospitalaria.

Organización, donde la violencia es obstáculo no sólo para el ejercicio de los Derechos Humanos a la integridad física o el Derecho a la vida, sino, también para el Derecho a la dignidad, reitero, especialmente para los profesionales dedicados a la  Enfermería, mayoritariamente mujeres . Esta mayoría femenina no escapa a que formen parte de una construcción social, donde se funda un modo  de subjetividad para las mujeres, que tiene que ver con la obediencia, la prolijidad y con el sometimiento. Donde se las hace trabaja en un clima de constante violencia física (condiciones laborales, acoso sexual) psicológica y moral, lo que deriva en la descalificación de su trabajo y en el paternalismo médico, que significa no dejarlas asumir responsabilidades, considerando que carecen de autonomía y deben estar bajo tutela permanente.

La violencia política-burocrática institucional  del Hospital impacta en la salud de los trabajadores y en los resultados de la administración de personal en el ámbito estatal y asegura la permanente y sólida corrupción en el Estado. Corrupción que, para perpetuarse, requiere, en primer término, conductas violentas en la gestión del  personal; en segundo término, impunidad autoritaria de los agresores y por último, víctimas. Así se tutela la agonía del Estado de Derecho.

Los procedimientos y modalidades  de la violencia político-burocrática han adquirido tanta fuerza e impunidad, que se manejan, mediante la intimidación, el miedo y la manipulación. Encadena psicológicamente a los trabajadores, ocasionan sistemáticamente situaciones de malos tratos, repetición de conductas y actos discriminativos, abusivos, descalificadores y fraguante violación del  Derecho a la Integridad física y mental del trabajador, el respeto a su honra, el Derecho al reconocimiento de su Dignidad y a no ser discriminado, a las libertades políticas y económicas fundamentales de la persona humana y también el Derecho a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo.

Solo cabe esperar que nosotros, las “victimas“, dejemos; algunos, la evasión que nos caracteriza; otros, el miedo; otros, la adaptación pasiva a la realidad aceptando la violencia y el maltrato como algo natural. Y muchos, dejemos de mirar hacia otro lado y nos comprometamos poniéndole límites a esta lacra.

Finalmente, es primordial que la garantía de los principios y derechos fundamentales en el trabajo nos aseguraren la posibilidad de exigir, libremente y en igualdad de oportunidades, una participación justa en las riquezas a cuya creación contribuimos. Ninguna sociedad ha progresado aniquilando los derechos de las personas y menos aun, los de los trabajadores.

Pero, no se puede ignorar una realidad, parecemos  aislados, es por ello, que la  intención de esta comunicación pública es promover una amplia solidaridad, para construir una cultura asociativa en defensa de nuestra Dignidad, para enfrentar a la violencia política y laboral, con fuertes convicciones democráticas  y por la edificación, entre todos, de un Estado más transparente, más humano y más equitativo.

Las declaraciones y pactos de Derechos Humanos han surgido históricamente de la necesidad de proteger a las personas, particularmente aquellas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad o indefensión de los abusos de poder. Por lo común no han sido concedidos por los más fuertes a los más débiles, sino que han sido conquistados por estos últimos a través de largos procesos de lucha movilización y negociación. Incluso una vez firmados los pactos, no es sólo la buena voluntad de quienes están encargados de garantizarlos lo que determina su cumplimiento. Es fundamental que las personas acreedores de Derechos exijamos y ejerzamos presión para que de su formulación teórica se llegue a la práctica efectiva, fundando una dinámica social y cultural hacia su cumplimiento. De esto se deriva que un requisito indispensable para que los pactos sobre Derechos lleguen a tener vigencia es que las partes estén bien informadas sobre el contenido de los mismos.

Los Derechos Humanos son aquellos de los cuales las personas deberíamos gozar por el sólo hecho de ser personas. Los Estados deben garantizar su vigencia. En caso de no ser satisfechos están obligados a implementar las medidas para que cese tal situación y reparar el daño causado. Pero ello, sólo es posible si la sociedad toma en sus manos la tarea de reclamar, de generar conciencia y de movilizarse en pos de la justicia y la equidad.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario