Por Silvana Melo
(APe).- El cálculo despojado asegura que tres chicos de cada diez quedarán fuera de la extensa mesa de los comedores escolares de la Provincia. En uno de los avances más definitorios de la Ola Naranja -que no es un refuerzo- choque de la vitamina C para aguantarse el invierno-, el gobierno de la Provincia abrió las puertas de junio con una noticia trampa: el aumento de las cápitas para el menú de los comedores (el almuerzo, de 5 pesos a 6,30, por ejemplo). Aunque a la vez, la letra chica destinaba la comida de los niños a la bolsa escogida para las variables de ajuste: los cupos (es decir, la cantidad de menúes a consumir en cada escuela) se reducían en casi un 30 por ciento.
Con platos atravesados y disminuidos por el impacto inflacionario, el aumento del costo de la ración implicaba reforzar discretamente los nutrientes. Pero la reducción abrupta de cupos termina restringiendo incluso los recursos con los que las escuelas contaban antes del 1 de junio. La alternativa es brutal: o se elige qué niños no comerán o se reduce aún más la calidad nutricional para que, con el mismo dinero, puedan seguir alimentándose todos.
Esta decisión aparece en el mes del solsticio de invierno. Cuando el frío afila en los huesos, consume las calorías como un pac man y trae valijas desbordantes de virus, bacterias, catarros, bronquitis y gripes. Sin alimento suficiente, las defensas se distraen, se debilitan, y las enfermedades rigen como ejército en conquista.
Mientras, el Gobernador lanza una aplicación para smartphones que permite “conocer en tiempo real” todos los resultados de los partidos del Mundial de Brasil. Con estética holandesa, la app se presenta con la leyenda "Scioli 2015 Ola Naranja". En la o, la fruta con cabo y hoja y, de la cintura para abajo del 1, una bandera argentina.
La alegría constitutiva del sciolismo suele tener su cara infausta. Casi siempre mucho más abultada que el voile anaranjado que se muestra ventanas afuera. En marzo, cuando la huelga de los maestros dejó cuatro millones y medio de niños a la buena (o a la mala) de quién sabe quiénes, cuando no había recursos para reforzar la educación, el merchandising electoral en la playa concluía su derrotero triunfante. Desde las ojotas y los dirigibles a las combies naranja con emoticones felices y gorras con cabito y hoja con el nombre de Daniel.
Y mientras los smartphones celebran en naranja que Alemania arrasó a Cristiano, 70 consejeros escolares de más de treinta municipios llevaron a La Plata los números de sus escuelas: entre 25 y 30 chicos de cada 100 dejarán de recibir alimentos. O bien, todos comerán sensiblemente menos. La instrumentación del Servicio Alimentario Escolar suele ser un milagro. En tiempos en que la población de los comedores aumenta, por matrícula y por frío. Por matrícula y por hambre.
Pero el Gobernador sostiene una Provincia Activa como Nunca. Que sumará a los actuales 58.000 policías bonaerenses, otros 15.000 si se acuerda la creación de las municipales. Son 500 mil los chicos que la Provincia aparta de los desayunos y almuerzos escolares. Se los saquea de derechos y se los separa del privilegio de las proteínas. Y, por las dudas, se entrena a nuevas fuerzas para que los mantengan en disciplina.
La falta de nutrientes y de calcio determinarán un adulto que se quiebra. La perversidad de la opción de quién come y quién no, edificará adultos sombríos. La variable de ajuste sobre la vida encenderá adultos con rabia. En territorios distantes de la esperanza naranja que, como una sábana corta, deja desnudos los pies de aquellos que nunca se ven.
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