Por Lázaro Fariñas *
Foto: Virgilio Ponce
El gobierno del presidente George W Bush invadió a Afganistán y a Irak. Al primero, para destruir la organización terrorista Al Qaida y a sus protectores, los fanáticos Talibanes, y al segundo, para derrocar a Saddam Hussein y destruir las armas de destrucción masiva que, según Bush, este acumulaba en su país. Cientos de miles de personas han muerto debido a ambas invasiones, hay miles y miles de mutilados y centenares de miles de ciudadanos se han visto en la necesidad de abandonar sus hogares. Ciudades destruidas e infraestructuras colapsadas han sido también el saldo de dichas agresiones bélicas. Y todo esto, ¿para qué?
Por la sencilla razón de que no existían, se sabe que las famosas armas nunca aparecieron en Irak. Se sabe que, tanto el gobierno norteamericano como el gobierno inglés, desinformaron a la opinión pública internacional afirmando que Irak estaba lleno de armas atómicas y químicas y que Saddam Hussein estaba dispuesto a dispararlas, sin compasión, contra las principales capitales europeas.
Otro tanto pasó en Afganistán, a donde acudieron para destruir a Al Qaida, derrocando a los Talibanes y lo único que lograron fue sacar del palacio de gobierno a estos y regarlos por todo el país, en donde llevan una guerra sin cuartel y donde, por muchas tropas norteamericanas que los han combatido, no han podido vencerlos, cuando mucho menos, aniquilarlos. Tanto los terroristas de Al Qaida como los guerreros talibanes, gozan en Afganistán de buena salud. Se sabe que el gobierno corrupto que allí se ha impuesto no controla ni la tercera parte del país. Todas las muertes que, de un lado y de otro, han ocurrido en aquel lejano territorio no han servido para nada. La guerra sigue y no se ve, ni a corto ni a largo plazo, una definitiva victoria de ninguno de los dos bandos en conflicto.
Los Estados Unidos están retirando sus tropas y nada hace indicar que los miles de soldados que han adiestrado en aquel país sean capaces de aguantar una ofensiva de los talibanes, en caso de que estos decidan hacerla una vez que los extranjeros abandonen aquellas tierras. Históricamente, se ha demostrado que invasor que llegue a Afganistán, invasor que tiene que retirarse sin haber podido doblegar a sus habitantes. Alejandro el Magno, los ingleses, los soviéticos y ahora los norteamericanos han intentado doblegar a aquel pueblo, pero no lo han conseguido.
En 2011, las tropas norteamericanas abandonaron a Irak. Supuestamente habían dejado a un ejército perfectamente entrenado para hacerle frente a cualquier insurgencia. Bueno, pues se está demostrando que ese ejército no puede resistir el empuje de esa insurgencia. La violencia en las ciudades no ha dejado ni un solo momento de existir, no pasa un día en que no ocurra algún acto terrorista que deje decenas de muertos. Los carros bombas están a la orden del día, la lucha étnica no ha tenido ni un minuto de descanso y los atentados personales se multiplican.
Ahora, para empeorar más la situación y debido al caos que las potencias occidentales han creado en su vecina Siria, la facción más radical de Al Qaida está proclamando el califato de Irak y del Levante. Este grupo armado que se ha estado enfrentando con sus compinches más moderados de la misma organización terrorista en territorio sirio ha comenzado una verdadera ofensiva en la zona suní de Irak en donde ha ido avanzando en los últimos días vertiginosamente, mientras los soldados del ejército iraquí, entrenados por los Estados Unidos, han abandonado sus cuarteles, entregándolos sin tan siquiera disparar un solo tiro. De las 14 divisiones con las cuales cuenta el ejército iraquí, cuatro desertaron. En el momento en que escribo este comentario, los terroristas han tomado a Mosul, la segunda ciudad más poblada de Irak, así como la importante ciudad de Tikrit y avanzan hacia la capital, Bagdad, que solo está a unos cien kilómetros de ellos. No creo que los fanáticos de Al Qaida tengan la capacidad militar de tomar la capital, pero a juzgar por el empuje con que han avanzado hasta el momento, bien se podían quedar controlando gran parte de la zona suní del país. Esta situación pone al gobierno de Barack Obama en una muy difícil disyuntiva. No creo que el gobierno de los Estados Unidos se quede con los brazos cruzados ante la creación de un califato fundamentalista en aquella zona, por lo tanto, a pesar de las promesas hechas por el Presidente de este país, no le va a quedar otro remedio que intervenir directamente, de una u otra forma, en aquel conflicto.
El nido de serpientes que ha creado la invasión norteamericana en Irak está cada día más peligroso, y la paz allí, como en Afganistán, está cada vez más lejana. Triste. Cientos de miles de víctimas, solo para que se creen cientos de miles más.
* Periodista cubano residente en EE. UU.
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