Por Lázaro Fariñas *
Foto: Virgilio Ponce
De muchacho, en la barra de La Colonia Española, sociedad de mi pueblo que tenía más socios criollos que peninsulares, oí por primera vez el nombre de aquella bebida que era una mezcla de sidra con Pedro Domecq, Felipe II, Fundador o cualquiera de aquellas marcas de brandy español que por aquella época se tomaban en Cuba, le llamaban España en llamas. Años más tarde, cuando ya era un adolescente, la probé en esa misma barra y quedé puesto y convidado. Fue debut y despedida, aquello me sabía a candela viva.
Leyendo sobre los acontecimientos que han estado sucediendo en España en los últimos años, me vino a la memoria el nombre de aquel trago que algunos, como mi papá, se lo tomaban muy gustosamente y que algunos como yo, que me gusta tomar tragos, nunca lo pude pasar. Volviendo al caso, España está en crisis, eso nadie, ni los más defensores del neoliberalismo, lo puede negar. Hay crisis económica, crisis política, crisis social y desde hace unos días, hay crisis en la realeza. Nada, que España está en llamas.
La economía española, como casi todas las economías de las grandes potencias occidentales, cayó, hace ya varios años atrás, en picada. La famosa burbuja hipotecaria explotó rotunda y estrepitosamente. Antes de que estallara la crisis, los bancos estaban haciendo la zafra, haciendo préstamos a diestra y siniestra, sin tan siquiera pararse a pensar cómo era que esos préstamos iban a ser pagados por los acreedores. Propiedades con precios inflados salían al mercado y los bancos, generosamente, le daban el dinero para la compra de las mismas a personas que no tenían recursos para poder pagarlos en caso de que la rueda se parara y así sucedió.
La rueda se paró, los precios de esas propiedades se fueron al piso y los compradores se encontraron con préstamos sobre propiedades cuyos valores se habían reducido a un tercio de los precios a los que ellos las habían comprado. El resultado final resultó, todos lo sabemos, en los ciudadanos perdiendo sus casas, los bancos al borde del precipicio y el caos económico generalizado. Por supuesto que el Estado, lo primero que hizo, fue evitar que los bancos quebraran uno detrás del otro y empezó a desembocar cientos de millones de euros para salvarlos. Los irresponsables banqueros, que fueron los verdaderos culpables del caos económico, fueron los primeros que salieron del abismo. Tan campantes como nada, recuperaron sus capitales. No es que hubiese necesidad de salvar al capitalismo, en realidad lo que había era el descaro de salvar a los capitalistas. Los prestamistas recuperaron su capital y los acreedores se quedaron con las deudas y sin propiedades. Justo, ¿verdad?
La crisis social que trajo la crisis económica es profundísima. Miles y miles de familias españolas están viviendo casi de la caridad pública. Más del 25 % de la población está desempleada y muchos tienen que acudir a los comedores públicos a suplicar un bocado de comida para alimentarse. El gobierno afirma que están saliendo de la crisis, pero no tiene base real para afirmarlo. Cuando en un hogar no entra ni un centavo para su mantenimiento, se crea un estado de ansiedad entre sus moradores a quienes, de una forma u otra, no les queda otra vía que estallar. ¿Cuándo? Hace rato que está sucediendo ese estallido.
Una de las formas que está tomando la crisis política es en la misma estructura de los partidos. En España ha estado funcionando un sistema de bipartidismo desde la misma llegada de la llamada democracia representativa. En realidad, es como en los Estados Unidos, dos partidos mayoritarios, que bien podrían ser uno mismo, con dos alas. Tanto el Partido Popular (PP) como el Partido Socialista (PSOE) apuestan por el sistema imperante, con cierta diferencia en el discurso exterior, pero con el mismo en el fondo. Ahora bien, desde que comenzó la crisis económica, han estado surgiendo movimientos políticos que están empezando a amenazar con el fin del bipartidismo en España. Lo primero que surgió fue el movimiento de los indignados que han salido por miles y en múltiples ocasiones a las calles a protestar contra el sistema y ahora, desde hace unos meses, está cogiendo forma y ampliándose por minutos una fuerza política que, en relativamente poco tiempo, puede ser el detonante definitivo que ponga fin al bipartidismo. Es el partido Podemos, dirigido por un líder carismático llamado Pablo Iglesias, que está creciendo a la velocidad del sonido. Saliendo casi de la nada, como un fantasma, en las elecciones europeas que se llevaron a cabo el pasado 25 de mayo logró cinco escaños en el parlamento europeo. En futuro comentario hablaremos más de ese partido y de ese líder.
Encima de todo, Cataluña se quiere separar de España, los vascos también, el Rey Juan Carlos I acaba de abdicar en favor de su hijo, mientras decenas de miles de ciudadanos españoles salen a la calle a pedir el fin de la monarquía y el regreso de la republica. ¿Está o no está España en llamas?
* Periodista cubano residente en EE .UU.
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