Maxi, el artista que no dejaron ser Por Julio Macera A veces, muchas veces, las urgencias políticas nos hacen olvidar que detrás de todo lo que nos pasa hay personas, seres ...

Maxi, el artista que no dejaron ser

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Julio Macera

Por Julio Macera

A veces, muchas veces, las urgencias políticas nos hacen olvidar que detrás de todo lo que nos pasa hay personas, seres de carne y hueso que sufren, viven, sueñan, aman y odian.

A mi, cada vez que se acerca un 26 de junio, me aparece en la memoria Maximiliano Kosteki el hijo de Mabel Ruiz, el hermano de Marita, el sobrino de Carlos y ese Maxi se mezcla, inevitablemente, con el luchador del MTD asesinado en la estación que hoy lleva su nombre y el de Darío Santillán.

En su homenaje, pero también en el de tantas compañeras y compañeros caídos de los que tan poco sabemos de sus historias de vida me permito recordarlo de esta manera. Intentando bajarlo de ese dibujo maravilloso en el Puente Pueyrredón y mostrar a ese pibe que también era Maximiliano Kosteki, a ese pibe y a su historia que ayudan a entender al del Puente Pueyrredón.

Maxi, para empezar, era un pibe de apenas algo más de 20 años.

No militaba de pobre ni tenía una mirada política sobre la pobreza. Maxi era pobre y además se sentía solo.

Su padre lo había abandonado y a su hermano mayor lo había desaparecido la marginalidad, esa gran "desaparecedora" que aún sigue actuando hoy.

Maxi era un típico pibe del suburbano sur a cuya familia le habían pasado los ' 90 por encima. Su madre, Mabel, había perdido el trabajo en el ferrocarril privatizado y se sostenía como profesora particular en Glew, Maxi peleaba para terminar el secundario con orientación en arte.

Dos de sus hermanas se habían ido buscando la vida, una en una familia y la otra en la militancia y su madre trataba de hacerse cargo de ella misma, de Maxi y de su hermana menor Mara. Mabel estaba anotada para recibir un plan "jefes y jefas" pero, por más que lo esperaban, no venía.

Maxi era un artista que dibujaba manos como inventándose esa caricia que andaba buscando y no encontraba. Soñaba, escribía y dibujaba tratando de construir un mundo mejor que el que le había tocado.

Tenía muy pocas cosas: algunos lápices y lapiceras, hojas y un barril con el que soñaba hacerse un horno para cocinar cerámicas.

En la estación de Glew, uno de sus territorios, se había hecho amigo de una mujer que andaba y vivía ahí... la "loca". La misma que se arrimó a su velorio con un ramo mezcla de yuyos y flores silvestres para despedir a "su amigo, el único que la escuchaba y la entendía" y el que nunca se había burlado de ella. Pero para esa parte de la historia todavía falta.

Un día estaba dibujando mariposas en la estación de Glew y se cruzó con el MTD que marchaba a una actividad. Les preguntó a donde iban y a que, no se bien que le dijeron, pero Maxi guardó sus lápices y los acompañó por el resto de sus días.

A sus primeras reuniones del MTD se sumó en silencio tratando de entender esa nueva realidad, ayudó con la incipiente huerta y se enteró que soñaban con construir un horno donde amasar el pan. A la semana siguiente llevó rodando por muchas cuadras, como pudo, su barril desde Glew hasta Guernica, y cuando llegó le dijo a Vicky: "¿necesitábamos un horno? Acá lo tenemos" y hasta hoy, sus cerámicas siguen transformándose en pan.

Para algunos, ese día Maxi perdió una de sus únicas propiedades, yo elijo creer que ese día Maxi empezó a hacerse inmortal.

Maxi participó de distintas actividades internas en el MTD y marchó a la intendencia local a reclamar asistencia. Ese día se cruzó por primera vez con Darío que había ido a apoyar al recién fundado MTD Guernica, la segunda vez iba a ser en Avellaneda...

Dicen que los artistas cuentan el presente y construyen el futuro desde su arte. El 17 de enero del 2002 Maxi, el artista, escribió un relato al que llamó Laberinto.

“Hace demasiado frio en este lugar. Sigo caminando por este inmenso pasillo ¿hacia donde me dirijo?

¡ Estoy perdido ! Los pasillos no me dirigen a ningún lugar, tengo mucho frio, sin embargo mi sangre...

Mi sangre hierve fluyendo por mis venas, siento que van a explotar...

Ya desesperado sin hallar la salida de este eterno laberinto.

Las bestias me persiguen y yo comencé a desangrar por aquellos zarpazos que desfiguraron mi rostro y mutilaron parte de mi cuerpo, con todas mis últimas fuerzas hallé la puerta, agitado, desesperado, intento llegar antes que ellos, con el último aliento abro la puerta.

Si, ya estoy afuera.

Tan solitaria la inmensa habitación frente a mí y sin vacilar me introduje dentro de ella...¡ Ahora si que estoy afuera !!!”

En mi soberbia de creerme poeta, con ese relato, con algunas de las consignas que cantábamos en el puente y las marchas y con lo que no me dijo una mujer en Congreso, me animé a hacerle un homenaje que llamé Tema de Maxi:

Ya vez

no hay laberinto más dificil que vivir.

Y es acá

dode se pinta en paraiso.

Descubriste que solo hay sol si alumbra a todos

y fue eso lo que te hizo inmortal.

 

Pero aunque estás,

en cada lucha, en cada abrazo.

En nuestro puño, mano de acariciar.

Volverás

Cuando lo nuestro sea lo nuestro

el corte un recuerdo

y tu verdugo no exista más.

 

Ya vez

desconocido hijo mio

Al fin viste

lo que se oculta tras la puerta

Dibujaste en un horno la poesía cotidiana

y fue eso lo que te hizo inmortal.

 

Pero aunque estás,

en cada lucha en cada brazo.

En nuestro puño, mano de acariciar.

Volverás

Cuando lo nuestro sea lo nuestro

el corte un recuerdo

y tu verdugo no exista más...
 

Pasó el tiempo y una mañana, desde la gobernación de Buenos Aires, le avisaron a Mabel Ruiz que la iba a ir a buscar un auto oficial. La llevaron a ella y a su hija hasta la Casa de Gobierno y ahí le informaron que el gobernador Solá le había adjudicado un plan Jefes y Jefas, el mismo que tanto tiempo había esperado y el mismo por el que peleó Maxi... Mabel lo seguía necesitando pero no se alegró de recibirlo, sus primeras lágrimas cayeron sobre el certificado que aseguraba que, a partir de la fecha, era acreedora a ciento cincuenta pesos por mes.

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