Por Darío Machado Rodríguez (1)
El cambio de la política norteamericana hacia Cuba
El fin del pasado año fue escenario de importantes acontecimientos para Cuba: el regreso a la Patria de los tres héroes injusta y absurdamente condenados y todavía encarcelados en los EE. UU., fue motivo de una inmensa alegría en el pueblo cubano y de sano orgullo por la dignidad a toda prueba mantenida por los 5 y por la victoria de traerlos a casa. Casi simultáneamente, el anuncio del inicio de conversaciones para restablecer relaciones diplomáticas entre Cuba y EE. UU. sorprendió a muchos, aun cuando se sospechaba que había algo en el ambiente. Es a este último asunto al que me referiré a continuación.
¿Por qué ahora?
Los procesos sociales siempre se producen en medio de un conjunto de factores causales que no pueden ser determinados en su totalidad. Es dable, sin embargo, describir algunos de los más importantes y visibles para quien se propone interpretarlos como ocurre con el hecho político de diciembre del pasado año, al reconocerse por parte del gobierno de Barack Obama el fracaso de la política norteamericana de promover el aislamiento de Cuba y bloquearla económicamente para rendirla por agotamiento.
Para explorar los factores causales que interactuaron de conjunto para producir tal posicionamiento cabe partir de una pregunta elemental ¿Por qué ahora? Repasemos algunas de las condicionantes:
- En primer lugar y factor determinante en última instancia del cambio de la política de la administración norteamericana hacia Cuba, hay que mencionar el predominio en la sociedad cubana de los principios de soberanía e independencia nacional defendidos y cultivados por la revolución socialista, que ha sido y es fundamento de la prolongada resistencia del pueblo cubano ante las continuadas agresiones militares, terroristas, económicas, políticas, diplomáticas y mediáticas que por más de medio siglo han protagonizado más de 10 administraciones norteamericanas, incluyendo su reforzamiento al desaparecer el bloque socialista de Europa del Este y la URSS.
Este es el factor principal, pues sin esa resistencia, en algún momento de esta larga historia los EEUU habrían logrado el propósito de doblegar la voluntad nacional de los cubanos. Es por ello que lo coloco en primerísimo lugar.
- La política exterior de principios del gobierno revolucionario cubano de no ceder ante agresiones, chantajes ni amenazas. La serenidad con la que el liderazgo histórico de la revolución ha gestionado cada momento de crisis en todo este período con plena observancia de estos principios, mostrando siempre la disposición al diálogo basado en el respeto y el reconocimiento mutuo de las diferencias.
- La sostenida solidaridad de los pueblos del mundo con la justa causa de Cuba, que se ha expresado de las más disímiles formas.
- Las continuas aprobaciones en la Asamblea General de la Organización de las Nacionales Unidas, con un creciente número de votos a favor, de las resoluciones presentadas por Cuba sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los EE. UU. Estas votaciones terminaron colocando en contra de los EE. UU. a sus más cercanos aliados como los países de la Unión Europea y Japón y llevaron a la administración norteamericana al ridículo de votar en contra en solitario, apenas con el apoyo de su incondicional Israel.
- El casi total aislamiento internacional de los EE. UU. en su política contra Cuba expresado igualmente en el fracaso de la política de bloquear la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas.
- La creciente presencia de potencias como China y Rusia en los mercados y en la política de la región latinoamericana y caribeña.
- El cambio en la correlación de fuerzas en la región latinoamericana y caribeña, con el surgimiento de gobiernos populares y progresistas en muchos de los más importantes países del subcontinente, la oposición a las fórmulas neoliberales, el fracaso del ALCA, el quiebre de la OEA, la emergencia de formas de colaboración e integración regionales independientes del norte del continente como la CELAC y subregionales como UNASUR y el ALBA.
- La creciente presión internacional exigiendo la liberación de los agentes de la seguridad del Estado cubana, injustamente condenados y sometidos a condenas de prisión absurdas.
- El absurdo -cada vez más evidente ante el mundo- de incluir a Cuba entre los países que los EE. UU. considera promotores del terrorismo, cuando no hay absolutamente ningún elemento que lo justifique y cuando Cuba ha sido y es promotora de la paz como lo demuestra su papel protagónico en la iniciativa aprobada por la CELAC para declarar a la América Latina y el Caribe zona de paz, cuando ha dado muestras fehacientes de su vocación de cooperación entre las naciones, cuando acompaña activamente los esfuerzos del gobierno colombiano y las FARC - EP por alcanzar la paz.
- El reforzamiento de la multipolaridad en el mundo, en especial la Alianza estratégica de Rusia y China, la creciente integración del grupo BRICS, que se contraponen a los esfuerzos del gobierno norteamericano de volver a las prácticas de la Guerra fría intentando aislar y demonizar a Rusia.
- El peligroso y fatigoso comprometimiento del Estado norteamericano en numerosos conflictos militares en el mundo, en particular en Irak y Afganistán. El conflicto ucraniano, las dificultades del gobierno estadounidense para manipular a Europa en esta confrontación, las tensiones entre Japón y China y otros focos de tirantez militar y política, que obliga a los EE. UU. a procurarse una zona de menos tensión en su entorno más cercano, el hemisferio occidental.
Es conocido el dicho que en los EE. UU. las guerras las comienzan los republicanos y las terminan los demócratas o también que nada hay más parecido a un demócrata que un republicano. Esas aseveraciones se convirtieron en lugares comunes y parte del mundo simbólico norteamericano y mundial por una realidad: las diferencias de unos y otros en su accionar político en la sociedad norteamericana no llegan, ni pueden llegar, a cuestionar los poderes fácticos que si bien no determinan las formas y plazos en los que se toman las decisiones, sí las tendencias y líneas principales de los comportamientos políticos. Es cierto que los EE. UU. no son una sociedad monolítica y hay diferencias, muchas veces notables en el acontecer político del país, pero de últimas el bipartidismo norteamericano actúa como las cabezas de un mismo dragón.
Ahora bien, luego de estas condicionantes internacionales cabe analizar entonces otros elementos de orden interno en los EE. UU.:
- La propia absurdidad que significa la política del bloqueo que luego de largas décadas de aplicación ha llevado a los políticos más coherentes de los EE. UU. a cuestionarla, aunque ha sido Barack Obama quien lo ha hecho desde el ejercicio de la presidencia.
- La pérdida de prestigio de la administración Obama, expresada en particular en las elecciones de medio término que reintegraron a los republicanos la mayoría en la cámara y en el senado de la nación y, por consiguiente, la necesidad política de dar un golpe de efecto que demostrara liderazgo e independencia de acción frente a sus opositores.
- La necesidad de los EE. UU. de acelerar la recuperación económica y la presión de los agentes económicos y comerciales norteamericanos para normalizar las relaciones con Cuba y presentar competencia ante otros capitales interesados en comerciar con la isla o que ya lo hacen. Esta presión se manifiesta en la posición de gobernadores, senadores, representantes, cámaras de comercio y empresarios independientemente de su filiación política.
- Una inclinación a normalizar las relaciones con Cuba de la mayoría de la población norteamericana, especialmente de los latinos y de los residentes en Miami y La Florida, incluidos los emigrados, que han tenido durante décadas la presencia combativa de los patriotas cubanos que viven allí. De hecho, las sucesivas administraciones estadounidenses con su política de aislamiento de Cuba han conculcado también el derecho del pueblo norteamericano a desarrollar relaciones normales con sus vecinos en Cuba, pueblo con el que intercambió en el pasado positivas experiencias culturales.
- La presión internacional por la liberación de los 5 héroes cubanos injusta y brutalmente condenados, en un fallo escandaloso y amañado que llenó de ignominia el sistema jurídico norteamericano, denunciado por todo el mundo y reclamada por la ONU su revisión por ser un proceso espurio, denuncias que habían comenzado a ser algo más conocidas por el público norteamericano rebasando los límites de los comités de solidaridad con Cuba y por la liberación de los agentes cubanos.
- La presión de numerosos sectores de la sociedad norteamericana hacia el gobierno de Barack Obama procurando que gestionase ante el gobierno de Cuba la excarcelación del sub-contratista Alan Gross.
En la recta final de su segundo y último mandato, el presidente norteamericano cargaba con el fracaso de una política fallida de más de medio siglo y se vio ante ese cúmulo de factores internos y externos y ante la necesidad de buscar una urgente solución a la situación que se prefiguraba de cara a la próxima Cumbre de las Américas en Panamá que sería un fracaso rotundo por el creciente número de países que no acudirían de no estar presente Cuba.
Necesitado el Estado norteamericano de un replanteo de su política hacia América Latina y el Caribe que le permita nuevas acciones para recuperar presencia en la región y ante la urgencia planteada por numerosos países del área encabezados por Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, que dejaron claro que si Cuba no participaba tampoco lo harían ellos, la administración de los EE. UU. quedó en un verdadero aprieto: si no asistían o enviaban un funcionario de menor rango estarían expresando desprecio por Latinoamérica y el Caribe y menguando la importancia de su propia iniciativa y de asistir estarían de hecho reconociendo a Cuba.
Vistos estos factores externos e internos que condicionaron la decisión de Barack Obama, hay que tener en cuenta que aún con las condicionantes que significan los factores arriba señalados, sin la voluntad de ambos gobiernos de iniciar un acercamiento que se mantuvo con singular discreción durante meses, habría sido imposible el anuncio simultáneo del 17 de diciembre, día de San Lázaro y cumpleaños del papa Francisco, quien hizo también su aporte en este primer entendimiento, junto con el gobierno canadiense.
Más allá del riguroso secreto con el que se mantuvo el intercambio, en los últimos meses de 2014 se había hecho patente que algo se estaba moviendo en la política de los EE. UU. hacia Cuba por las evidencias que aparecieron en influyentes diarios norteamericanos, en particular los sucesivos editoriales del The New York Times.
No hace falta demostrar que el presidente norteamericano no se ha convertido en socialista, revolucionario o progresista, tampoco aportar pruebas de que su administración, como las que le precedieron, ha sido funcional a los intereses de los poderes fácticos dominantes en el escenario norteamericano, pero sí tener bien claro que lo que está ocurriendo obedece nítidamente a un cambio de política considerado ahora conveniente por ese mismo poder. Pensar de otro modo sería ingenuo.
Al justificar el golpe de timón en la política de los EE. UU. hacia Cuba, Obama descifró los enfoques estratégicos aclarando que el cambio permitiría una mayor influencia para inclinar la balanza a favor de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos, proceso que esperan mediar con la restauración del capitalismo en Cuba. De igual manera, esgrimió los argumentos que permitirían a otros políticos norteamericanos, en particular los representantes y los senadores, apoyar su política, e intentó consolar con algunos reconocimientos a la emigración cubana opuesta al sistema político de Cuba, cuya ultraderecha extremista queda con esto prácticamente fuera de juego y sumida en el mayor desprestigio histórico.
Luego de reconocer que la esencia de la anterior política fue el aislamiento de Cuba, y de salvaguardar la honrilla diciendo que esa política “se originó con la mejor intención” añadió que “ha tenido muy poco efecto más allá de otorgarle al gobierno cubano la lógica para aplicar restricciones sobre su gente. Hoy, Cuba todavía está bajo el gobierno de los Castro y el partido comunista que tomó el poder hace medio siglo.”
Y a continuación dijo: “Yo creo en el libre flujo de información. Desafortunadamente, nuestras sanciones sobre Cuba han negado a los cubanos el acceso a tecnología que ha empoderado a individuos de todo el mundo. Por lo tanto, he autorizado el aumento de las conexiones de telecomunicaciones entre Estados Unidos y Cuba. Las empresas podrán vender los productos que les darán a los cubanos la habilidad para comunicarse con Estados Unidos y otros países.”
“Pero no dudo sobre las barreras continuas para la libertad que permanecen para los cubanos ordinarios. Los Estados Unidos creen que ningún cubano debe enfrentar acosos, arrestos o golpizas simplemente porque ejerce un derecho universal de expresar su pensamiento, y continuaremos apoyando a la sociedad civil en ese asunto. Si bien Cuba ha hecho reformas para abrir su economía de manera gradual, continuamos creyendo que los trabajadores cubanos deben ser libres para formar uniones, de la misma manera que sus ciudadanos deben ser libres para participar en el proceso político.
Además, dada la historia de Cuba, espero que continuará aplicando políticas extranjeras que a veces estarán en fuerte desacuerdo con los intereses de los Estados Unidos. No espero que los cambios que estoy anunciando hoy brinden una transformación de la sociedad cubana de la noche a la mañana. Pero estoy convencido que a través de una política de participación, podemos defender nuestros valores de forma más efectiva y ayudar a los cubanos a que se ayuden a sí mismos a medida que entran en el siglo XXI.”
“Finalmente, nuestro cambio de política con Cuba llega en un momento de liderazgo renovado en el continente americano. En abril pasado, hicimos una preparación para que Cuba se uniera a otras naciones del hemisferio en la Cumbre de las Américas. Pero insistiremos para que la sociedad civil se una a nosotros, y que de esa forma los ciudadanos y no solo los líderes, formen nuestro futuro. Y hago un llamado a que los demás líderes le brinden un significado a este compromiso con la democracia y los derechos humanos en el corazón de la Carta Interamericana. Permítanos dejar atrás el legado de la colonización y comunismo, la tiranía de los carteles de droga, dictadores y farsas electorales. Es posible tener un futuro de mayor paz, seguridad y desarrollo democrático si trabajamos juntos, no para mantener el poder, no para asegurar el interés personal, sino para promover los sueños de nuestros ciudadanos (2).”
En las semanas que siguieron al anuncio de Obama ha habido muchos enfoques de lo que dijo, y ciertamente su discurso merece un análisis de su intencionalidad ideológica más a fondo. No obstante, queda claro que se trata del conocido “abrazo del oso”. Está avisado lo que viene de manera que la ignorancia y la ingenuidad son inaceptables.
Los poderes fácticos a los que hice alusión arriba son los que regulan en última instancia los comportamientos políticos en los EE. UU. y ponen a su servicio las potencialidades económicas, políticas, diplomáticas, militares, mediáticas y científicas.
Un reciente artículo publicado en “The Guardian” el 12 de junio del pasado año por el Dr. Nafeez Ahmed, especialista en seguridad internacional, reveló que el Pentágono ha destinado millones de dólares al financiamiento de un programa que desarrolla con la supervisión de varias agencias militares destinado a estudiar “…la dinámica (riesgos y momentos decisivos) de los desórdenes civiles a gran escala a través del mundo. (3).” , objetivo del cual no puede ser excluida la sociedad cubana.
Por su interés considero oportuno citar ampliamente parte del artículo del analista:
“Iniciada en 2008 -año del comienzo de la crisis bancaria mundial-, la Minerva Research Initiative del Departamento de Defensa apunta a "fortalecer la comprensión en el Departamento de Defensa de las fuerzas sociales, culturales, tendencias del comportamiento y fuerzas políticas vigentes en las regiones del mundo de importancia estratégica para Estados Unidos".
Entre los proyectos aprobados para el periodo 2014 - 2017 hay un estudio de la universidad de Cornell dirigido por el servicio de investigación científica de la US Air Force destinado a desarrollar un modelo empírico de "dinámica de la movilización y la propagación de un movimiento social". Se trata de determinar la "masa crítica (nivel decisivo)" del contagio social mediante el estudio de las "huellas numéricas" en el caso de "la revolución egipcia de 2011, las elecciones rusas (legislativas) de 2011, la crisis de aprovisionamiento en combustible en Níger en 2012 y el movimiento de protesta del parque Gezi en Turquía en 2013".
Los mensajes y conversaciones a través de Twitter eran analizados para "identificar quiénes son los individuos movilizados en un "contagio" social y en qué momento se movilizaron".
Otro proyecto aprobado este año en la Universidad de Washington "apunta a descubrir en qué condiciones nacen los movimientos políticos que buscan un cambio político y económico a gran escala". Ese proyecto, bajo la dirección del servicio de investigación de las fuerzas terrestres de Estados Unidos, se concentra en "los movimientos de gran envergadura que impliquen más de 1.000 participantes comprometidos en una acción duradera" y cubriría en total 58 países.
El año pasado, la Minerva Research Initiative del Departamento de Defensa financió un proyecto cuyo título era "¿Quién no se convierte en terrorista y por qué?". A pesar de ese nombre, el proyecto mete en la misma cesta a los militantes pacíficos y a los "partidarios de la violencia política" que sólo se diferencian de los terroristas en que no se implican personalmente en el "militantismo armado". El proyecto apuntaba explícitamente a estudiar a los militantes no violentos:
"En todo contexto es posible encontrar cierta cantidad de individuos que presentan las mismas condiciones familiares, culturales y/o socioeconómicas que los que se deciden a implicarse en el terrorismo y que, aunque no lleguen a la acción armada, sienten simpatía por los objetivos de los grupos armados. Los estudios sobre el terrorismo no habían tenido en cuenta hasta hace poco el estudio de ese tipo de personas. Este proyecto no tiene que ver con los terroristas sino con los simpatizantes de la violencia política. (4)." ”
El Dr. Nafeez Ahmed revela en su artículo que al indagar sobre las finalidades del programa recibió como respuesta un servicio de prensa del Departamento de Estado que calificó de “insípida” y que a continuación reproducimos:
“El Departamento de Defensa toma en serio su papel en la seguridad de Estados Unidos, de sus ciudadanos y de sus aliados y socios. Aunque no todos los desafíos en materia de seguridad den lugar a conflictos, aunque no todos los conflictos implican al ejército estadounidense, Minerva contribuye al financiamiento de la investigación fundamental en Ciencias Sociales y esa contribución mejora la comprensión que el Departamento de Defensa tiene sobre las causas de la inestabilidad y de la inseguridad en el mundo. Gracias a esta mejor comprensión de los conflictos y de sus fuentes, el Departamento de Defensa es más capaz de prepararse para el entorno de mañana en materia de seguridad. (5).”
Pero -como es sabido- es habitual que la Academia norteamericana trabaje contratada al servicio de esos poderes.
Hace algo más de 20 años -nos recordó en un artículo reciente el Dr. Néstor García Iturbe- (6), la académica norteamericana Guilliam Gunn tuvo a su cargo un estudio, que si bien contenía elementos de veracidad, su finalidad era aportar argumentos para una transición que diera al traste con el proceso revolucionario cubano.
El Dr. García Iturbe sitúa entre los fundamentos filosóficos de su propuesta: inundar la isla con productos y servicios estadounidenses, con inversiones, con acceso a mejor información y sobre todo con estadounidenses y situar al gobierno cubano en una posición en que no tenga otro remedio que actuar acorde a los deseos de Estados Unidos.
Aquí se pueden apreciar los alcances estratégicos del Estado norteamericano y se nos presentan, con sus diferencias y matices, algunas de las cabezas del mismo dragón: el gobierno, el Pentágono, la actividad científica.
La naturaleza hegemonista de los EE. UU. ya asomó de nuevo su oreja peluda
La Sra. Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado de los EE. UU. y su representante en los primeros acercamientos diplomáticos, apenas comenzó sus actividades en Cuba, desayunó con miembros de la llamada “disidencia” cubana, protegidos de Washington, reiteró que EE. UU. aspira a un acercamiento a los pequeños empresarios y trabajadores privados para fomentar el alejamiento de estos del Estado revolucionario, fomentar el sector de las comunicaciones para dar a los cubanos mayor acceso a la información que naturalmente sería la que producen sus agencias, declaró que la economía cubana estaba en picada, que no funcionaba, sin mencionar naturalmente los daños del bloqueo, y se atrevió a declarar que los EE. UU. quieren impulsar a los cubanos a que tomen las riendas de sus destinos.
Pero la cosa no para ahí, la persistencia del bloqueo, del financiamiento a grupos que atentan contra la soberanía nacional y la seguridad del país, al ponerse al servicio de una potencia extranjera bajo el manto de la exigencia de “democracia”, mantener ocupado parte del territorio cubano en la base naval de Guantánamo, la ley de ajuste cubano y un largo etcétera está evidenciando que el planteo de parte del gobierno norteamericano es turbio y como mínimo obstaculiza el camino del entendimiento que parece abrirse con las relaciones diplomáticas.
Naturalmente, si se mantiene la presión anticubana por diferentes vías y se privilegia ampliar los contactos en los espacios donde más pueden intentar socavar la unidad nacional, Cuba está obligada a fortalecer los medios que contrarresten tal comportamiento.
La contradicción contextual entre los intereses del imperialismo norteamericano y los de la nación cubana no desaparece con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, como tampoco desaparecerá cuando desaparezca el bloqueo económico. La actual política norteamericana hacia Cuba es un cambio táctico dentro de una misma geoestrategia.
En Cuba, y considero que debe haber sido así para muchos en el mundo, en esta pugna de más de un siglo entre los intereses del imperialismo norteamericano y los de la nación cubana caracterizada en el último medio siglo por la política de bloqueo económico, la iniciativa norteamericana de cambiar la política, se percibió ante todo como la confirmación de la razón histórica de pueblo cubano que ha defendido su independencia, soberanía y dignidad nacional, ha sido fiel a su legado histórico y cultural, y ha sabido resguardar su territorio y su libertad del expansionismo hegemónico del vecino del norte.
Esa percepción surge de una realidad elemental: fueron los EE. UU. los que rompieron relaciones con Cuba, fueron los EE. UU. los que agredieron a Cuba, fueron los EE. UU. los que bloquearon económica, comercial, financiera, política y diplomáticamente a Cuba, fueron los EE. UU. los que desarrollaron sucesivas campañas mediáticas injerencistas contra Cuba y son los EE. UU. los que luego de más de medio siglo reconocen que no han hecho mella en el espíritu independiente y soberano de la nación cubana y que, con su política, han terminado aislándose ellos mismos.
Emerge en el gobierno norteamericano el pragmatismo que caracteriza en gran medida su política, sepultado hasta hoy por una tozudez solo explicable quizá por una animosidad generada por la imposibilidad de vencer a Cuba por la fuerza.
Al plantear el gobierno norteamericano el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba y dar la orden de revisar la inclusión de Cuba en la lista espuria de países de patrocinadores del terrorismo que mantiene su gobierno, los EE. UU. reconocieron abiertamente el fracaso de su política, por lo que en el mundo el golpe de timón significó para muchos la demostración de la razón de Cuba.
No es ocioso reiterar que Cuba ha estado siempre en disposición de dialogar con los EE. UU. sobre la base del respeto mutuo, el reconocimiento de la soberanía nacional y la no injerencia en asuntos internos y ha resistido serenamente todos los embates, agresiones y provocaciones provenientes del Norte. Como se ha comprobado en el resultado de las conversaciones llevadas a cabo durante meses, la parte cubana ha sido muy flexible ante solicitudes de la parte norteamericana, corroborando el espíritu de paz y entendimiento dentro de las diferencias y el respeto mutuo, que anima su política exterior.
Esta posición la reiteró recientemente en su discurso ante la III Cumbre de la CELAC en Costa Rica el 28 de enero de este año el Presidente cubano Raúl Castro:
“Como he afirmado reiteradamente, Cuba y Estados Unidos debemos aprender el arte de la convivencia civilizada, basada en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de interés común, que contribuya a la solución de los desafíos que enfrentan el hemisferio y el mundo.
“Pero no se debe pretender que, para ello, Cuba tenga que renunciar a sus ideales de independencia y justicia social, ni claudicar en uno solo de nuestros principios, ni ceder un milímetro en la defensa de la soberanía nacional.
“No nos dejaremos provocar, pero tampoco aceptaremos ninguna pretensión de aconsejar ni presionar en materia de nuestros asuntos internos. Nos hemos ganado este derecho soberano con grandes sacrificios y al precio de los mayores riesgos. (7).”
La dignidad del gobierno y del pueblo cubanos es motivo de orgullo para los nacidos en esta tierra residan o no actualmente en ella, y para muchos en otras latitudes reconozcan o no el sistema político existente en el país.
El bloqueo sigue
Es sabido que el desmontaje total del bloqueo económico y financiero contra Cuba es una asignatura pendiente y será objeto aún de un complejo proceso político en los EEUU, en el cual es de esperar un activo laborantismo del lobby anticubano en el Congreso.
Las medidas adoptadas por el Gobierno de Obama -que son algunas de las muchas otras que tiene potestad para aplicar-, crean condiciones para un importante incremento de las visitas de los norteamericanos a Cuba, facilitan el ingreso de una mayor cantidad de dólares norteamericanos a la economía cubana como resultado del pago de servicios y del incremento del rango permitido para el envío de remesas, EE. UU. podrán exportar a Cuba dispositivos de comunicación, software, aplicaciones, servicios y artículos para establecer y actualizar los sistemas, hay alivio para las navieras que transporten ciertos materiales a Cuba, al no tener que observar la prohibición de no tocar por 6 meses puertos norteamericanos. Pero no hay reciprocidad, Cuba -por ejemplo- no puede exportar productos a los EE. UU. y, sobre todo, permanecen vigentes las leyes que codifican el bloqueo económico, comercial y financiero.
¿Una nueva etapa?
El análisis de la actual y futura relación de Cuba con los EE. UU., si bien se produce ahora sobre la realidad atinente a un primer acercamiento en el cual los términos son: tolerancia, diálogo por encima de las diferencias, respeto mutuo, no injerencia en los asuntos internos, apertura, turismo, colaboración en diferentes aspectos (lucha contra el narcotráfico, problemas migratorios, etc.), es decisivo para el desarrollo ulterior de un proyecto propio de nación construir los posibles escenarios hacia los cuales podría encaminarse el futuro de Cuba en un contexto de relaciones fluidas con los EE. UU.
Ante estas circunstancias, se oye hablar y escribir sobre una “nueva etapa”, “un cambio en la política” y, en efecto, algo nuevo y cambiante hay, pero es muy importante tener en cuenta dos cosas: qué está cambiando en la política norteamericana hacia Cuba y qué no; y cómo esos cambios pueden impactar en la sociedad cubana. En momentos en que se impone “hilar fino” los énfasis son fundamentales.
No ir a la raíz de las posibles consecuencias de la “nueva” situación podría ser letal para el futuro de Cuba. Sería un error que la historia no perdonaría.
Vale recordar lo escrito y publicado por Fidel el 26 de enero pasado cuando de modo breve y conciso expresó: “No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos,…(8)” Y a renglón seguido se pronunció por la defensa de la paz, por la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos, por solución pacífica de los conflictos o de los peligros de guerra, en el entendido que estos asuntos deberán ser tratados de acuerdo a los principios y normas internacionales, a la par que recordó los pasos que está dando en esa dirección el Presidente cubano Raúl Castro, quien a su vez dijo en la III Cumbre de la CELAC que “El restablecimiento de las relaciones diplomáticas es el inicio de un proceso hacia la normalización de las relaciones bilaterales, pero esta no será posible mientras exista el bloqueo, no se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo (Aplausos), no cesen las trasmisiones radiales y televisivas violatorias de las normas internacionales, no haya compensación justa a nuestro pueblo por los daños humanos y económicos que ha sufrido. (9).”
La perspectiva que no se puede perder
Es evidente que el capitalismo no puede solucionar sus propias crisis y que de últimas habrá solamente dos opciones para el género humano: o supera el capitalismo o caerá inexorablemente en el abismo que ahonda el sistema.
Hace rato que el capitalismo no le resulta rentable a la humanidad, no solo por los daños a las personas que directamente generan la explotación indiscriminada y las desigualdades, sino también por la manipulación destructiva de la naturaleza, incluyendo las guerras de rapiña que el sistema emplea para su permanencia.
En los más de 500 años desde el surgimiento y desarrollo del modo de producción capitalista y del tipo de relaciones mercantiles que reproduce y amplia, la propiedad privada y el poder político que sobre ella se erige, han pasado de mano en mano a lo largo de generaciones, en un proceso de concentración y centralización de la riqueza y de exacerbación del individualismo y del egoísmo, que no ha sido posible hasta hoy revertir.
La acción consciente de los poderes establecidos por el sistema capitalista para perpetuarse ha logrado que todo ese tiempo no haya sido suficiente para que la humanidad comprenda y asuma que la solución a los males que la aquejan crecientemente radica solamente en la superación del capitalismo como lo prueban sus crisis en las que una y otra vez el sistema ensaya fórmulas que en el fondo no son sino más de lo mismo.
Vale repetir que el modo de producción capitalista no viene solamente con el tipo de propiedad predominante y con el tipo de sus relaciones mercantiles, sino también con una ética, una juridicidad, una política, una manipulación mediática y un empleo de la violencia en muy disímiles formas que les son inherentes, funcionales a lo que les resulta fundamental: la ganancia y el poder.
En el plano ético, lo esencial es la preeminencia de lo individual sobre lo social, la exaltación del egoísmo, en el plano jurídico la codificación de la propiedad privada sobre los medios de producción y servicios y de la explotación del trabajo, en el orden político mantener el poder y una superestructura que permite la disputa de los intereses económicos corporativos enfrentados entre sí con predominio de los poderes fácticos, y todo ello generando las más disímiles formas de corrupción, ejerciendo la violencia y sin real interés por la protección del planeta.
El sistema capitalista ha continuado el proceso de mundialización y su actividad es múltiple, no se reduce exclusivamente al plano económico, financiero y comercial, sino que es agresivo en el terreno político, diplomático, de los medios de comunicación, en la actividad militar, en la guerra psicológica, cultural y particularmente en el terreno de la actividad científica, incluyendo las ciencias sociales. Y no es ocioso tener en cuenta que estos no son simples compartimentos estancos en las estrategias de dominación.
Los poderes fácticos con sus cuarteles generales en el llamado primer mundo han logrado desgastar en gran medida la anterior solidez de los estados nacionales subordinándolos por disímiles medios a sus intereses de dominación y preservación del sistema. Las empresas transnacionales por múltiples vías han consolidado su poder, mientras en el plano de las conciencias han logrado instalar y promover los ideales de bienestar que resultan imprescindibles para estimular el consumismo.
No van a actuar de modo diferente en el futuro en sus relaciones con Cuba, por lo que se presentan dos alternativas. Una, considerar fatal la absorción de la economía y del país por el mercado capitalista regentado por las transnacionales y perder a la larga las conquistas sociales de la revolución socialista; la otra, presentar batalla cultivando la cultura revolucionaria, consolidando la unidad nacional y manteniendo la orientación socialista como modalidad para alcanzar una prosperidad sustentable.
Todo no es ideología como todo no es economía
Todas las absolutizaciones resultan al final nefastas. Todo no es ideología del mismo modo que todo no es economía. Si bien hay un metabolismo económico que sustenta la vida social, este no es totalmente independiente de otras variables y realidades de la sociedad que son tanto o incluso más importantes que la economía. No por gusto se afirma en Cuba reiteradamente -y con razón- que la economía debe subordinarse a la sociedad. Ahora bien, el cómo se realiza esa subordinación es ante todo un asunto de la ideología y de la política, de las leyes y de la ética, de la educación ciudadana y de la organización de la sociedad.
En mi opinión, el desafío estratégico para Cuba está planteado por la necesidad de ampliar el papel del mercado, realidad que podrá verse en lo adelante reforzada en el orden económico por la ampliación de las relaciones con los EE. UU. y eventualmente por el levantamiento gradual del bloqueo, realidades que ejercerán por diferentes vías una fuerza centrífuga en la mentalidad de la sociedad y en la cohesión ideológica y política de la ciudadanía cultivada por la revolución socialista por más de medio siglo e imprescindible para defender un proyecto propio de sociedad, de nación. Es para ese desafío para el que debe estar preparada la sociedad cubana.
La raíz de nuestra identidad cultural está profundamente instalada en nuestra conciencia nacional. Una rica historia de rebeldía y espíritu de libertad de los cubanos probó en el siglo pasado su capacidad de emerger con una revolución socialista en medio de la más intensa dependencia neocolonial y bregar hasta hoy venciendo todos los obstáculos, abonando educación y cultura, cultivando patriotismo e internacionalismo. Pero sería ingenuo desconocer la magnitud real del desafío que implicarán las nuevas condiciones.
En efecto, a esa amenaza real de retrotraer los avances de la cultura socialista en Cuba implícita en el reto que significa ampliar las relaciones mercantiles para alcanzar los niveles productivos que el país necesita se sumará ahora una presencia norteamericana que será en gran medida diferente por su forma a la imagen abiertamente injerencista y agresiva que ha tenido hasta el presente.
En esta confrontación es imprescindible que Cuba se rearme ideológicamente, fortaleciendo los valores cultivados por la revolución socialista, pero a la vez encarnando esos valores en la práctica diaria. Para que el pueblo haga suyos los postulados socialistas y los defienda, el socialismo tiene que pertenecerle en su cotidianidad, no solo por las fórmulas justas de redistribución del producto social sino por el protagonismo que tenga el pueblo en las decisiones a todos los niveles en la economía y en la sociedad, por el funcionamiento eficiente del control popular, por el grado de descentralización del poder que haga llegar concretamente a cada persona la parte a la que tiene pleno derecho y por la transparencia en el debate ciudadano.
Ver integralmente los escenarios
En la primera parte de este trabajo nos referimos a la necesidad de pensar los escenarios futuros, ahora añadimos que esta construcción debe seguir la regla de la integralidad. La amenaza es integral, su enfrentamiento debe serlo también.
El momento en que se produce el proceso de reinstalación de las relaciones diplomáticas con los EE. UU. y de la apertura de canales de comunicación más amplios que servirán para ejercer su influencia sobre Cuba, el país está justamente en un proceso de reformas dentro de su orientación socialista que en esencia implican la ampliación de las relaciones mercantiles, de su papel en el metabolismo socioeconómico.
El mercado, las relaciones mercantiles mantienen una cualidad constructiva que se condice con la mentalidad prevaleciente hoy entre los seres humanos, una de cuyas características es el predominio de una psicología en la que se asume naturalmente la validez del intercambio de equivalentes entre personas desiguales. De ahí precisamente la necesidad de reconocer las relaciones mercantiles, pues sin ellas sería hoy imposible alcanzar la prosperidad.
La ampliación del papel de las relaciones mercantiles en la sociedad cubana, la apertura al capital foráneo con facilidades para la inversión, crean una espacio económico, un sistema de relaciones, una práctica económica, generadora de actitudes individualistas que constituyen tierra fértil para el resurgimiento del pensamiento liberal, de la ideología liberal y las correspondientes tendencias a generar una ética, una plataforma jurídica y una práctica política que se den la mano con esa ideología.
Como he afirmado en otras ocasiones, las reformas en curso en Cuba son programáticas en tanto fueron discutidas y aprobadas por millones de cubanos y finalmente por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, y se están desarrollando dentro de la consigna de alcanzar un “socialismo próspero y sostenible”, dos cualidades bienvenidas, pero los Lineamientos y la consigna no constituyen aún un Programa o una Plataforma Programática que establezca los límites y dibuje el horizonte aproximado de los cambios en curso.
Estas medidas que carecen todavía de un enfoque político integral discutido y aprobado por el pueblo cubano, enfoque para el cual es imprescindible partir de una concepción teórica integral sobre la transición al socialismo en las actuales condiciones nacionales e internacionales. Y es así no por una veleidad teoricista, sino porque de lo contrario se estaría a merced de los acontecimientos y Cuba perdería su capacidad para gobernar las coyunturas.
Esa elaboración teórica debe tener en cuenta los posibles escenarios en la evolución futura de los acontecimientos en Cuba, en el continente y en el planeta, pues solo así podrá enfocarse “con los pies sobre la tierra”.
No estamos en los albores del capitalismo o en su momento de mayor esplendor, ni siquiera en las situaciones de sus primeras grandes crisis como la de 1929, sino en su momento de mayor y más profunda crisis, que tiene al sistema desorientado y huérfano de medios de preservación como no sean los que requieren de la violencia en sus disímiles formas. Basta aplicar el sentido común para avizorar al socialismo como vía de salvación, pero lo que puede cohesionar convincentemente a la sociedad es su explicación integral y consensuada como modo de alcanzar el desarrollo próspero y sostenible.
La orientación socialista en la construcción social en Cuba es no solo posible, sino necesaria ya que se constituye en un camino para el desarrollo, necesitado este de una concepción integral que permita el mejor empleo de los recursos que genere la nación para cumplir con las finalidades que mejor resulten a sus genuinos intereses de justicia social y equidad.
De ahí que sea imprescindible defender el predominio de la propiedad social socialista sobre los medios de producción y servicios fundamentales y demás propiedades puestas al servicio del pueblo por el proceso revolucionario, de ahí el papel imprescindible del Estado, de ahí el papel imprescindible de la participación popular en las decisiones y las acciones, de ahí el papel imprescindible de la educación socialista, de ahí el papel de los medios de comunicación al servicio del pueblo, de ahí el debate constante, abierto, plural de los principales asuntos que conciernen a la sociedad, de ahí la necesidad de la cohesión social alrededor del poder los trabajadores, de ahí la necesidad de blindar a la sociedad cubana contra los intentos de dividir al pueblo, de ahí el papel de la ideología revolucionaria cubana.
En consecuencia, si bien la sociedad cubana no puede obviar las relaciones mercantiles y necesita la inversión del capital foráneo, es imprescindible reorganizar el metabolismo socioeconómico de la sociedad, su esquema político y jurídico, su mundo espiritual cultivando el socialismo.
El papel del Estado revolucionario, de toda la superestructura política, del sistema educacional, de los medios de comunicación, de la familia, es fortalecer la cultura socialista que mantenga la voluntad de subordinar el mercado a la sociedad y ello significa en primer lugar tener un concepto de prosperidad en el que los valores culturales, estén por encima de los materiales, en el que la solidaridad venza al egoísmo y la preservación de la naturaleza venza a la negligencia y a la ambición.
Como en la época en la que Martí combatió las corrientes reformistas, anexionistas y autonomistas, la ideología revolucionaria cubana de cuya articulación conceptual fue entonces su principal protagonista, se ve hoy nuevamente ante el desafío de defender la soberanía y la independencia nacional, la identidad cultural de los cubanos, el futuro de la nación.
Cuidar el lado simbólico
Es elemental que el Estado revolucionario cuide que la eventual ampliación de las relaciones económicas y comerciales con los EE. UU. se produzca con arreglo a principios básicos, como por ejemplo, que estas tengan espacio en los ámbitos productivos; o que todos los acuerdos que se tomen en el terreno económico, comercial o financiero se realicen dentro del marco de las leyes cubanas y en función de los intereses nacionales; o que se garantice a toda costa el predominio de la propiedad social socialista sobre los medios fundamentales de producción y servicios y demás propiedades socializadas; o que no se debilite el papel del Estado revolucionario, etc.
También habrá un natural acercamiento entre los ciudadanos de ambas naciones, algo que debe resultar enriquecedor para ambas partes, en particular por el intercambio cultural que ello implicará.
Pero es imprescindible también cuidar el lado simbólico en la eventualidad de una ampliación de las relaciones en general con los EEUU. No se trata solamente de los símbolos que son más visibles (10), como las banderas, sino también de los que entran de la mano del espejismo armado por el capitalismo tardío para estimular el consumismo y la homogeneización del gusto, por ejemplo el pollo Kentucky, los McDonald´s, Starbucks, etc. cuya presencia en el mercado cubano es prescindible (11). Obviamente se mantiene el reto de generar la capacidad para garantizar alimentos sanos en cantidad y calidad suficientes para el consumo nacional y para el turismo.
El Programa es imprescindible aunque no lo resuelve todo
En la sociedad cubana existe la preocupación de si estamos o no preparados para el fin del bloqueo. Más que discutir ese punto lo importante es continuar preparándonos para ello, ya que más temprano que tarde esa política destinada al fracaso terminará.
Existe también preocupación por el futuro de las personas que durante años dieron sus mejores esfuerzos para sostener el rumbo socialista, pero sin posibilidades reales de insertarse con resultados en las oportunidades que hoy abren las medidas económicas en curso.
Existe preocupación entre los jóvenes, acerca de las posibilidades reales que tienen que abrirse camino en las actuales y futuras condiciones que tendrá la sociedad cubana.
Y hay un debate en la sociedad que no está en los medios de comunicación acerca de todos estos temas y particularmente de los económicos, acerca de la posibilidad real de abrirse camino en el terreno económico con una orientación socialista y sobre las desigualdades sociales hoy más visibles y crecientes que nunca antes.
Y es imprescindible activar la economía nacional.
El levantamiento del bloqueo abrirá un amplio espacio para que los intereses económicos, financieros y comerciales de las empresas norteamericanas pugnen por participar en esas oportunidades lo que no se producirá de manera “ordenada” sino que el interés por la ganancia será el único elemento que lo caracterizará de modo general. El ordenamiento, la racionalidad en esa relación económica y comercial que permita salvaguardar los intereses de la nación cubana puede ponerlo únicamente el Estado cubano.
La conjugación entre los objetivos de desarrollo del país y los intereses de las empresas norteamericanas que quieran invertir en Cuba, impondrá requisitos espaciales y temporales en esa relación, cuya única regulación puede provenir del Estado cubano, representante de los intereses de la sociedad cubana.
La orientación de la política no puede desarrollarse con eficiencia si no hay una concertación también eficiente de las voluntades. Para lograrla se necesita el consenso mayoritario de la sociedad en torno a un programa discutido y compartido por las mayorías ciudadanas, que oriente y paute todo el proceso de canalización de los esfuerzos del país para salir adelante en los distintos frentes de actividad, que defina los límites de los cambios y argumente esos límites, que esclarezca el porqué necesita la sociedad cubana cuidarse de la absorción del país por parte del mercado.
Un programa que aborde integralmente el enfoque de la vida nacional, sintetice el devenir histórico de la sociedad cubana, su presente y el futuro deseado y que fundamente la articulación de las actividades socioeconómica, organizativa, jurídica normativa e ideológica política, donde se confirme la importancia del poder popular, del papel del partido y de las organizaciones que ha generado el cambio revolucionario en el país, donde se reafirmen la práctica y los modos de hacer la política en Cuba, así como las principales direcciones de su necesaria actualización.
Un programa que argumente los alcances posibles hoy de las políticas sociales, que confirme la política exterior de la revolución, que fundamente la política comunicacional del país, que argumente las políticas educacional y cultural de la nación. Un programa sujeto a su vez a la actualización cuando se observe esa necesidad.
Se trata principalmente de trazar el camino hacia un empoderamiento creciente de las bases de la sociedad: el barrio, la comunidad, los colectivos laborales, etc., para un anclaje duradero del socialismo como orientación de la construcción social en la cotidianidad de las personas.
El partido debe ser la voluntad visible de la sociedad cubana de salvaguardar la soberanía, la independencia nacional, la identidad cultural, el camino propio valores todos que en nuestro caso van de la mano con la orientación socialista de la construcción social; su razón radica en su papel de conciencia crítica de la Nación, la cual solo puede ser una síntesis colectiva. En consecuencia su tarea principal es asegurar en todos los ámbitos de la sociedad la más amplia participación ciudadana, el pluralismo político, el debate abierto de los principales temas nacionales y locales, además de los internacionales y el derecho a decidir de la ciudadanía. En esa dirección, es indispensable que el liderazgo político a todos los niveles propicie el análisis crítico abierto de los temas que conciernen a toda la sociedad.
Naturalmente, el hecho de tener un programa en modo alguno resuelve el desafío a favor de la nación, pero es un fundamento indispensable para establecer las bases consensuadas del desarrollo futuro, en el que se defina en sus principales rasgos el concepto de socialismo alrededor del cual se desarrollará el país en una perspectiva de mediano y largo plazos, que establezca claramente los límites a la propiedad privada, que confirme la validez de la democracia socialista cubana, del modo en que se reproduce en Cuba el poder popular a todos los niveles, a la vez que valide los cambios que procedan en sus estructuras y funcionamiento, otro tanto con respecto al partido, a las organizaciones de la sociedad, todo con vista a alcanzar como dijera el presidente Raúl Castro toda la democracia posible.
NOTAS:
(1) Licenciado en Ciencias Políticas, Diplomado en Teoría del Proceso Ideológico, Dr. En Ciencias Filosóficas, profesor titular del Instituto Internacional de Periodismo José Martí donde preside la cátedra de periodismo de investigación.
(2) Ver Declaración de Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, http://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2014-12-17/discurso-del-presidente-barack-obama-sobre-las-relaciones-con-cuba/ (18-2-15)
(3) Nafeez Ahmed. “Pentagon preparing for mass civil breakdown”, The Guardian, 12 de Junio de 2014. http://www.theguardian.com/environment/earth-insight/2014/jun/12/pentagon-mass-civil-breakdown (23-1-2015)
(4) Ibídem
(5) Ibídem.
(6) http://webmail.enet.cu/horde/imp/message-dimp.php?ajaxui=1&mailbox=SU5CT1g&uid=525&uniq=1421827285087 (21-1-2015)
(7) Ver Cubadebate http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/01/28/raul-castro-en-iii-cumbre-de-celac-la-solidaridad-en-nuestra-america-sera-decisiva/ (16-2-15)
(8) Ver Cubadebate: http://www.cubadebate.cu/noticias/2015/01/26/fidel-castro-para-mis-companeros-de-la-federacion-estudiantil-universitaria/#.VOJB9_mG-qc (16-2-15).
(9) Ver Cubadebate http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/01/28/raul-castro-en-iii-cumbre-de-celac-la-solidaridad-en-nuestra-america-sera-decisiva/ (16-2-15)
(10) Elier Ramírez Cañedo en un artículo titulado La “nueva política de los EEUU hacia Cuba" (II parte y final) sostiene que “Desde hace mucho tiempo estamos siendo testigos de una cruenta guerra de símbolos, por lo que resulta ineludible reforzar en el imaginario social nuestros símbolos y atributos nacionales, así como nuestras tradiciones más populares. Hoy nos hace mucho daño el hecho que una bandera cubana no pueda ser comprada a un precio asequible para el bolsillo de la mayoría de los cubanos o que nuestros niños no puedan tener calcomanías, juguetes y otros objetos con la imagen de animados cubanos como el Elpidio Valdés o Meñique y que ese vacío sea llenado por Mickey Mouse y el Pato Donald. No porque Mickey Mouse y el Pato Donald nos vayan ahora a crear grandes problemas, sino porque no tener lo alternativo, lo que más nos representa e identifica, es lo ciertamente lamentable. Al propio tiempo, nuestra ley y reglamento de símbolos nacionales necesita de una actualización urgente, pues la que existe prácticamente nos ata de pies y manos frente a la avalancha neocolonizadora.” (Ver: Cubadebate, http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/02/07/la-nueva-politica-de-los-estados-unidos-hacia-cuba-ii-y-final/#.VONz20D4KNA (17-2-15).
(11) Hay quien sostiene que tales productos típicos del modo de vida norteamericano serán necesarios para satisfacer la demanda del turismo que provendrá de ese país, pero ese argumento es insostenible. Cuando viaja un turista a otro país, a otra cultura, corresponde que se adapte a los usos y costumbres del país que visita, no puede esperar una “extensión” del suyo.
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