Por Alfredo Grande
(APe) La justicia por mano propia y la venganza son dos hechos malditos de la cultura represora. Más allá de todas las salmodias moralistas y apelaciones a la justa acción de la justicia, en realidad estos hechos malditos son execrados tan sólo porque arrasan con el divino tesoro de la cultura represora: la impunidad.
“Mejor un mal arreglo que un buen juicio”, “Justicia lenta no es justicia”, “A los enemigos la Justicia, a los amigos el Poder”. Este refranero da cuenta de que la civilizatoria barbarie que algunos llaman instituciones de la república, vence pero no convence. Vence porque su adversario es el horror de las masacres. El horror de las noches de niebla y muerte. Vence porque en el país de los ciegos y asesinos, el tuerto y el ladrón es rey; vence porque es más fácil votar cada dos años que combatir todos los días; vence porque el nunca más fue interpretado como nunca más al terrorismo de estado, pero pasó inadvertido que no había nunca más para el estado terrorista.
Pero no convence. En el ' 83 la democracia era una novia; ahora es una suegra. Y además una suegra gruñona y carísima. Algunos llaman a esto impuestos al consumo. El delirante hiper consumo, desde yogurísimos hasta teléfonos celulares, siempre de penúltima generación, porque la última es la que salió después que te compraste uno, sostiene la precariedad de una economía que apuesta al despilfarro.
Del tristemente célebre “deme dos” de la dictadura genocida, al “deme varios” en 18 cuotas de la democracia de un país con buena gente. Más de 30 años de democracia para llegar a los puertos inhóspitos donde la mejor opinión es el silencio, sacramento del 18 F. Causas justas convocadas por injustos, causas injustas sostenidas por mujeres y hombres justos. La polarización extrema, donde todo se lee en clave K o anti K en realidad es la defensa patológica frente a un mal mayor: la anomia política en la cual nos hemos empantanado.
Lo que se denomina la “ascención en los extremos” logra que los matices se esfumen, las antiguas “síntesis superadoras” nunca aparezcan, y que las mejores causas se conviertan en crueles cruzadas. Los pescadores de las derechas, que yo he bautizado como “fascistas de consorcio”, felices con los ríos revueltos de los populismos, los socialismos, los comunismos, los troskismos, los progresismos.
El mayor fracaso del Gobierno Nacional es que le ha regalado la iniciativa por la justicia (política, social, económica) a los que han hecho de la injusticia el deporte más rentable. La transversalidad ha quedado reducida a una caricatura grotesca en la cual no queda columna vertebral sana. Los representantes apenas se representan a sí mismos y pueden encubrir esta situación con la magia de las PASO. Muchos pasarán y uno quedará y entonces será el fetiche más necesario, pero menos deseado. Como sentencia nuestra constitución nacional, el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. O sea: no delibera ni gobierna. Lo único que le queda al pueblo es consumir. Y consumir consumo, o sea, endeudarse.
Tenemos claro que nadie votó a Stiusso, que ahora aparece como el gran operador político nacional e internacional. La disolución de la SIDE aparece entonces como la trampa final: matamos al perro pero no eliminamos la rabia. Los servicios que no son de inteligencia, sino apenas de espionaje y sabotaje, son el más consistente golpe blando. Y no tan blando. Desaparecidos en democracia son aterradora prueba de la contundencia de esos golpes.
No deja de ser curioso que para muchas y muchos, incluso destacadas personalidades, el golpe a la democracia, más blando, más duro, es cuando es atacado el Gobierno Nacional. Nadie planteó que la desaparición de Julio López, la de Luciano Arruga, el exterminio planificado de la nación qom, el asesinato de Mariano Ferreyra, eran golpes al estado democrático. Lo que quiero decir aunque lo diga mal, es que a más de 30 años de democracia, sigue la simbiosis entre democracia y gobierno. Se ataca a la democracia cuando se ataca al gobierno.
Pero el hambre no es un ataque a la democracia. Los niños fumigados, tampoco. Los jubilados maltratados, menos que menos. Si el delirio lúcido de Luis XIV le permitió decir: “El Estado soy Yo”, el delirio no tan lúcido de muchos funcionarios les permitiría decir: “El Estado somos Nosotros”. Y lo más terrible es que tanto Luis XIV como los integrantes del “funcionariato”, tienen toda la razón. Absoluta razón. Obviamente, es una razón represora. Cuestionar, criticar, interpelar, al estado democrático es por esencia, antidemocrático.
La Presidenta dijo, ante la aceptación de los sindicalistas presentes, que por esencia el salario nunca alcanza. No aclaró para qué no alcanza. Porque si no alcanza para la plena satisfacción de las necesidades básicas y no tan básicas, ni siquiera es salario. Es una limosna para sostener la alucinatoria esperanza que de tantas sobras de tantos banquetes, alguna vez nos podamos encontrar con algún banquete. Y es el momento en que la asignación se transforma en resignación, y ésta es cada vez más universal. Resignación ante el colapso de la denominada “división de poderes” que empieza mostrar su verdadero rostro de Pacto Corporativo entre varias familias: la judicial, la legislativa, la ejecutiva. Algunas con más movilidad que otras, con más rivalidad, con más recelos, pero hay pocas dudas que algo se escape de esas tres familias.
También hay familias empresariales, sindicales, profesionales. “Una mano lava la otra y juntas se lavan la cara”. Lavarse y perfumarse, para que nada podrido pueda olerse fácilmente. Por eso no deja de ser notable que El secreto de sus Ojos cuyo desenlace es poner en primer plano la justicia por mano propia, o Relatos Salvajes, que martillea con el tema de la venganza, del “ajuste de cuentas”, tengan una masiva repercusión social.
Cuando Ricardo Morales resuelve encarcelar de por vida a Isidoro Gómez, el asesino de su novia, ejerce la justicia por mano propia. Quizá ilegal, pero absolutamente legítima. Benjamín Espósito, el empleado del juzgado penal, no impide que el justo castigo continúe. Estoy seguro que entre lo legal y lo legítimo, Espósito también eligió lo legítimo. En “Relatos Salvajes”, todos los episodios exaltan a la venganza. Que se diferencia de la justicia por mano propia en la sobrecarga emocional del vengador, cuanto en la desmesura y exageración de sus conductas vengativas. Y cientos de miles de espectadores han ovacionado cada una de las venganzas, filmadas en forma magistral.
Si pensamos a estas premiadas películas como “analizadores sociales”, tenemos que ser negadores seriales para no aceptar que los mecanismos de la Justicia Legal, Legítima, Sorda, Muda, Ciega, o como quieran adjetivarla, están devaluadas y aplanadas en el consenso político social. La marcha del 18 F fue a pesar de quienes la convocaban. Creo que si Piñón Fijo hubiera llamado a marchar, la gente hubiera respondido. Desde ya, habrá ganancia de pescadores. Pero no pensar en por qué el río está tan revuelto, es suicida.
¿Quién es el responsable político de la muerte de Nisman? No digo el culpable para el Código Penal. Si la política regresó para no irse: ¿no sería la mejor manera de enfrentar el golpe blando que él, los, la, las, responsables políticos dieran el necesario paso al costado? No lo hizo Aníbal Ibarra luego de la masacre de Cromagnon, y cuando tardíamente Schiavi presentó la renuncia luego de la masacre de Once, se fue aplaudido.
Macri ha sido sobreseído por la masacre del Borda. La ausencia de responsabilidad política, además de jurídica, es la continuación de la impunidad por otros medios. La justicia por mano propia y la venganza son respuestas demoledoras frente a la impunidad. Coordiné varias veces debates de la película V de Venganza, la magistral creación de Andy y Lana Wachowski. Una de sus memorables frases es: “no es el pueblo el que debe temer al gobierno; es el gobierno el que debe temer al pueblo”. Es el necesario temor a que más temprano, más tarde, tronará el escarmiento. Toda impunidad es reaccionaria. Toda impunidad es una de las manifestaciones del fascismo de consorcio. Y entonces, aunque la democracia se vista de seda, democracia salvaje se queda.
Postdata: recuerdo un antiguo aforismo implicado: “las dictaduras toman lo diferente como incompatible y asesinan; las democracias toman lo incompatible como diferente y se suicidan”.
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