Por Alfredo Grande
(APe).- Esta es la última parte del trabajo Fascismo de Consorcio, pero lamentablemente el Fascismo de Consorcio continuará en las próximas décadas. Para aquellos que piensan que soy pesimista, una mezcla de payaso mala onda y Soledad Solari, lean esta información: “Parlamento murguero - Murgas de La Matanza” denunció que el intendente Fernando Espinoza prohíbe los corsos de las murgas independientes y autogestivas por medio de una ordenanza que no permite realizar corsos en espacios públicos. El poder manda a patotear a los murgueros con la Policía. Una vergüenza. Sin embargo, para el oficialismo que organiza el denominado “Carnaval Federal” en la intersección de las avenidas Juan Manuel de Rosas y Presidente Perón, la norma que prohíbe los corsos no existe”.
Como ya he dicho, para muestra basta un botón. Pero ese botón debe cumplir con la función de un analizador. Es decir: aquello que nos permite atravesar lo convencional, la banalidad del bien y la banalidad del mal, y sumergirnos en lo fundante. Lo que es necesario prohibir es la autogestión, incluso de algo tan estacional como una murga. Los dispositivos autogestionarios son el único antídoto contra el fascismo de consorcio. La jerarquía, esa locura permanente de todos los poderes, queda abolida cuando cada sujeto es autor, director y protagonista de su vida. Deja de ser el individuo de la queja, incluso de la protesta, y pasa a ser sujeto del combate. Para eso, es necesaria la inclusión en colectivos, que son grupos con una estrategia de poder.
En el fascismo de consorcio, el poder del individuo es expropiado, y los expropiadores de turno reciben diferentes nombres. El de menor rango: puntero. El ascenso en las jerarquías es motivo de combates caníbales entre los diferentes estamentos que las integran. Algunos llaman a esto “primarias abiertas, simultáneas y obligatorias”. Toda la energía en el fascismo de consorcio está puesta en el origen del poder. La idealización del voto como fuente de toda razón y justicia, es una de las trampas más canallescas.
El posmoderno fraude patriótico ya no necesita la estafa del recuento de votos, ni falsificar la identidad de los votantes. No la necesita pero también la sigue usando, porque es difícil abandonar las viejas mañas. El mejor fraude, el más inapelable, el que no admite ningún tipo de cuestionamiento, es hacer lo contrario de lo que se prometió. Muchos funcionarios actuales, estrellas de la década ganada, fueron seguidores acérrimos y nada paupérrimos del mejor representante del fascismo de consorcio: Carlos Saúl Menem. Su alianza con los Born, luego con los Alsogaray, finalmente con el gerenciador del golpe blando contra Alfonsín. Nada más menos que el Domingo. Diez años en los cuales la traición a la Patria fue moneda de cambio.
Pero al decir de los pibes, el fascismo de consorcio garpa. La corrupción es su daño colateral, frontal y lateral más permanente. No deja de ser curiosamente lamentable, que muchas y muchos que se oponen enérgicamente al fascismo de consorcio, han sido cómplices y copartícipes del Fascismo. Jerarquías de la Iglesia, del Empresariado, de las Academias, etc, han participado de todos los banquetes del absoluto poder de las Fuerzas Armadas para el saqueo y para la masacre.
Alguien podría argumentar que el fascismo de consorcio es un mal menor frente al terror absoluto del Fascismo. Es exactamente al revés. El fascismo de consorcio es el que va preparando, acostumbrando, incluso deseando, al Fascismo. Bertold Brecht lo describe en forma magistral en su obra teatral “La resistible ascensión de Arturo Ui”. Wilhem Reich, discípulo maldito de Freud, el que en forma más profunda fecundó al psicoanálisis con el marxismo, postuló que las masas alemanas deseaban al Fascismo.
Esta fascinación por el fascismo de consorcio quizá explique porqué a los proletarios tanto les ha costado unirse, incluso acercarse. Los burgueses tienen una conciencia de clase en sí y para sí, de la que carecen los trabajadores. En no pocos sindicatos el fascismo de consorcio es asumido con la naturalidad que dan las décadas de poder continuo. En las grandes empresas transnacionales, el nombre que recibe el fascismo de consorcio es “corporación”.
La lógica corporativa es la expresión de una jerarquía absoluta, una especie de ley del gallinero 5 estrellas. Si pensamos en España, el fascismo de consorcio del Partido Popular ha preparado el Fascismo. Los amigos del pueblo vasco en Argentina informan: La Fiscalía de ese tribunal fascista que es la Audiencia Española, plantea disolver Askapena y otras organizaciones similares, solicitando además seis años de cárcel para los compañeros Walter Wendelin, Gabi Basañez, David Soto, Aritz Ganboa y Unai Vázquez, a pesar de que todos ellos ya han pasado por prisión. En la Argentina, se habla con llamativa banalidad, de que es un país “presidencialista”. O sea: el Poder Ejecutivo tiene la primera y la última palabra. A ésta última palabra algunos la llaman veto, que para mayor arbitrariedad puede ser “parcial”. Para destruir el todo de una ley, es suficiente con tachar algunos de sus artículos esenciales.
El fascismo de consorcio de Isabel Perón evolucionó rápidamente a un Fascismo que tomó el nombre de Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Desde ya, no era el comunismo de hoy, al menos en sus expresiones partidarias. Era el comunismo de la lucha de clases, del combate contra las burguesías oligopólicas. Esas que luego aplaudieron a la Junta Militar. Pero el primer trabajo de ablandamiento ya estaba hecho. En esas épocas no se hablaba de “golpe blando”, pero fue exactamente eso lo que padeció el Tío Cámpora. No sé cuantos militantes de “La Cámpora” conocen la traición que soportó hasta el exilio y la muerte el Presidente que le dio su nombre.
En el fascismo de consorcio no hay enemigos. Se habla de adversarios, opositores, ocasionales contendientes. Y tienen razón. Porque la categoría de “enemigo” solo designa al enemigo de clase. Y los que sostienen, fomentan, difunden, amplifican y disfrutan de todas las formas de fascismo de consorcio, son de la misma clase. La clase explotadora, apropiadora de todas las formas de la riqueza, y cuya suma, multiplicación y potenciación constituye lo que denomino “cultura represora”.
Es necesario que todos los colectivos que pretenden enfrentar a la cultura represora no copien sus mecanismos. Lo que se denomina sectarismo no es otra cosa que el contagio de fascismo de consorcio en aquellos que quieren combatirlo. Es el comienzo del suicidio político o de los oportunismos mas infames. Otra de las más notables características del fascismo de consorcio, es la absoluta falta de autocrítica.
El periodista y militante político Herman Schiller compartió una editorial “La Side y la criminalidad estatal”, del 31 de julio del 2004, en su célebre programa “Leña al fuego”: “En 1949, cuando la heroica lucha de los ferroviarios confirmaba que no todo el movimiento obrero estaba entregado, fue creado un organismo represivo de inteligencia llamado "Control de Estado", cuyo objetivo era neutralizar los bolsones opositores y combativos que aun quedaban entre los trabajadores. La idea del gobierno era estructurar al nuevo organismo de acuerdo al modelo de las potencias europeas de derecha de la década del treinta. Ese modelo, en Italia, en Alemania, en España y Portugal, así como también en la Francia de Petain, les había dado muy buenos resultados” .
De 1945 a 2015, la SIDE, productora y sostenedora del fascismo de consorcio en el espionaje mas abyecto, se mantuvo como un “estado dentro del estado”. ¿Quién votó alguna vez a Stiuso? Por eso la muerte de Nisman es un analizador implacable del grado de encubrimiento de lo que llamamos democracia representativa. Grotesco político, farsa ciudadana, que para mantener la credulidad de los votantes necesita invertir fabulosas sumas de dinero en infernales aparatos de publicidad. Una década ganada para terminar descubriendo que el Estado sigue con su siniestra presencia tolerando un antro de poder corrupto, y que no solo la procesión, sino también la represión institucional, van por dentro.
¿Disolver la SIDE? Después del proyecto X, la ley anti terrorista, el saqueo de los pueblos originarios, y otras inmundicias, nada puede ser disuelto ya. Hasta el Jefe del Operativo “Deshaciendo Buenos Aires” se permite ser el fiscal de aquello que propicia.
Si la caridad bien entendida empieza por casa, arrasar con el Fascismo también empieza por interpelar el fascismo de consorcio que es como decir, nuestro cotidiano fascista. Guerra cultural contra las derechas, ya que la batalla cultural contra las izquierdas se viene librando hace más de un siglo. Y creo que no son pocos los que están libres de fascismo de consorcio. Quizá solo quepa esperar que tiren las primeras piedras. Y las últimas.
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