Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
La palabra, uno de los vehículos en la comunicación, portadora de sentimientos, conocimientos, realidades, recuerdos, historia, memoria, compromisos, acuerdos, juramentos y tanto más, tal vez en parte de la conciencia e inconsciencia colectiva haya perdido algo de valor. Expresaba el Subcomandante Insurgente Marcos: “…No morirá la flor de la palabra…” dándole desde lo poético la posibilidad de la trascendencia, de la inmortalidad, de la permanencia a pesar de los intentos por destruirla, por desacreditarla. ¿Por quienes?, bien, desde hace tiempo los sectores del poder concentrado han promovido su desacreditación, su desvalorización; no obstante estamos los que venimos resistiendo los embates y ante tamaña agresión, presentamos desde la memoria a la actualidad a quienes enaltecen la palabra intentando recubrirla de humanidad…
Cada término, cada expresión, contenida en una o varias palabras, traen consigo significados diversos, múltiples. El término “Cordobazo” surge del evento popular que marcó, entre otras cosas, la bisagra política e histórica a fines de la década de los ' 60, donde confluyeron el movimiento obrero, estudiantes secundarios y universitarios, vecinos que se sumaban a la pueblada. Esa palabra cobra en el ideario de la sociedad la dimensión de prueba concreta de que, para subvertir un determinado estado de opresión y autoritarismo, las acciones surgidas desde las bases sociales pueden alcanzar sus objetivos, reconociendo la fuerza que en realidad posee el pueblo.
Hay quienes pretenden desconocer el valor fundamental que conlleva el término “Cordobazo”, y no sólo se contentan por desacreditar tanto a actores como hechos, sino que, además, exhiben un alto grado de ignorancia que perjudica a la concientización tan necesaria para nuestra identidad.
Medios de desinformación monopólicos cómplices de tamaña desacreditación, incurren en la mendaz y cobarde actitud de menospreciar el rescate que se hace de la memoria, sus hechos históricos y la reivindicación de los mismos.
“El Cordobazo” llega el 29 de mayo de 1969 para instalarse en el ideario popular, en la identidad que se construye desde lo oculto a lo visible, llega para marcar la impronta, el ícono de las luchas populares. Llega para poner en juego tanto derechos como sueños y conquistas. “El Cordobazo” resume en aquellas jornadas de rebelión popular, el recupero de la palabra para poner el acento en el hartazgo de la sociedad y su necesidad de cambiar la realidad de aquel momento.
Pero también lo hace para los tiempos que después fueron llegando puesto que, a pesar de opresiones, persecuciones, muertes, desapariciones, aquella gesta cimentó la concientización de la fuerza del pueblo ante la arbitrariedad.
Al respecto de “El Cordobazo”, decía Agustín “El Gringo” Tosco: “…es la expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su postergación y su frustración de todos los días…” (1)
Y ante la colonización mental y “cultura del silencio” o la distracción, que pretenden la deshumanización de la palabra, la toma de conciencia se vuelve cuerpo con la proliferación del transmitir los hechos y sus consecuencias, los personajes y sus acciones, las ideas y las convicciones, para ir contra la desvalorización de los términos con los que se pretende relegar al aislamiento a las luchas sociales.
Aislar del trayecto histórico un hecho puntual, desvincularlo de las posibilidades presentes de subvertir una realidad adversa a los intereses colectivos, es parte de la manipulación que el sistema realiza a fin de aumentar el control.
Precarizando la palabra, restándole al término el intrínseco valor alcanzado por la representatividad que adquiere al referenciar una determinada acción colectiva, y desanclarla de los procesos históricos que enmarcan luchas y conquistas, el sistema colonizador logra aislar las mismas desvinculándolas de los procesos en las luchas sociales.
Cuando la colonización, además de las balas y la cruz para someter y diezmar, la prohibición del lenguaje local fue el arma utilizada para imponer lo foráneo, llevando implícito el objetivo de destruir todo aquello que pudiese dar entidad, identidad, a través de la transmisión cultural de lo propio. Allí, cuando se pretende la destrucción del conocimiento, es cuando la palabra, lejos de la cotidianidad, recobra el impresionante valor en la construcción del saber de los pueblos.
Y en esto de la deshumanización de la palabra, en la que confluyen tanto medios de desinformación e incomunicación, como sistemas “educativos” dominantes, se antepone el rescate de la memoria con todos sus ingredientes. Hechos y personajes que rompen la barrera del olvido, a través de la palabra, retornan para alentarnos en una nueva, renovada interpretación de la realidad, en donde las convicciones, las ideas, los ideales, recobran el sentido de la identidad.
Con todo el arsenal disponible, el poder mundial ha pretendido y pretende deshumanizar y controlar la palabra y con ello la voluntad de los pueblos, lo que no han podido y no pueden es engañar a la memoria, tanto individual como colectiva, porque ella retorna en cada oportunidad recuperando la fuerza.
Es así como “El Cordobazo” en cada aniversario que se lo conmemora, regresa con la contundencia de aquel 29 de mayo del ’69, pero redoblando la apuesta a la concientización social, respecto de la importancia que tenemos para revertir lo adverso.
A pesar de las mayores posibilidades que siempre tiene el sistema imperial en esto de la colonización mental, una palabra, sólo una que tal vez casi descuidadamente es incorporada al cotidiano, hace resurgir del olvido la lucha y rompe el aislamiento recuperando el símbolo que representa en las luchas sociales.
La palabra, el término, “El Cordobazo”, ante el descrédito y la deshumanización se impone como ejemplo de lucha y unidad, de coherencia y legitimidad.
Como en todo, de nosotros depende el recuperar, sostener y valorar tanto hechos como palabras que dan sentido y peso a todo lo que va tejiendo nuestra identidad como pueblo.
Que así sea.
Notas, Referencias y Material Consultado
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