Por Carlos del Frade
(APe).- -Los niños empiezan a enfermarse por el miedo, el estrés, las ondas de choque de las bombas, el ruido cotidiano. Los padres hacen todo lo posible para distraerlos, para que esta cruda violencia no los abrume -dijo el sacerdote argentino Jorge Hernández, párroco de la iglesia Sagrada Familia en Gaza.
El padre Hernández no quiere dejar esa tierra condenada por el estado terrorista de Israel, principal intérprete del imperio norteamericano en esos atribulados arrabales del mundo. En su parroquia ha recibido a 28 chiquitos discapacitados para abrazarlos, para cuidarlos.
“Lo cierto es que los crímenes se multiplican. Desgraciadamente una familia cristiana se vió afectada al ser bombardeada la casa contigua a la suya. Ventanas rotas, humo, grito, confusión fue el trágico escenario de la noche para esta familia. Esto es lo que está sucediendo aquí. Nosotros estamos bien. Hay personas que han agradecido nuestra presencia aquí. Nos recuerdan cada tanto: “Ustedes no nos van a abandonar, ¿no es cierto?. Sin embargo, ¿qué difícil que es encontrar la palabra justa, la palabra de aliento, la palabra de esperanza, el consejo oportuno?...”, reflexiona el cura Hernández.
Y desde el corazón mismo del poder imperial, el ex secretario de Trabajo de la era Clinton, Robert Reich, se sinceró sobre los miles de chicas y chicos que vienen desde El Salvador, Honduras, Nicaragua y México y que ahora resultan un peligro para la seguridad de Estados Unidos.
-He estado viendo en la cobertura en los medios a estadounidenses en la frontera que insisten con pancartas y gritos que los niños -la mayoría de ellos refugiados de la guerra contra las drogas que nosotros creamos- regresen a su casa. Yo no sugiero que se permita el paso a todos los que quieran venir, pero estos son niños desesperados… ¿Qué pasó con la generosidad, la decencia y el gran corazón de este país? -se preguntaba Reich hace algunos días en su cuenta de Facebook.
Los pibes masacrados en Gaza, los chicos que serán deportados o encerrados en nuevos ghetos como los que piensa la administración Obama, son señales de las consecuencias políticas de los grandes negocios del sistema: armas y drogas.
Quizás por eso, desde un costado del mapa rosarino, un muchacho humilde junta los recuerdos de sus seres queridos asesinados en estos últimos años bajo el demencial pulso del negocio narco con las imágenes que vienen de Gaza.
-No sé si quiero que el Pocho festeje su cumpleaños en el cielo. No sé si quiero que Mercedes Delgado lo haga. No sé si quiero que el Gabi lo haga. No sé si quiero que Joroba. No sé si quiero que el Cache. No sé si quiero que Javir, el pibe de la Chaio lo festeje allá. No sé si quiero que el Gordo y Joselo lo hagan. No sé si quiero que el Vieja lo haga. No sé si quiero que el Garufa lo haga. No sé si quiero que el Tronqui festeje su cumpleaños con ellos. No sé si quiero que Fernando lo haga. No sé si quiero que Elvio López festeje su cumpleaños por allá. No sé si quiero que el Caray, el hermano de un hermano de la vida, lo haga. No sé si quiero que Beto, otro hermano mío, festeje en el cielo. Si sé... NO QUIERO... De lo que sí estoy seguro, con el permiso de los familiares y amigos, es de que si se juntan allá van a armar una Asamblea para debatir que mierda está pasando acá en la Tierra... ...Espero que convoquen al maestro de Neuquén, al estudiante de Buenos Aires, a los dos pibes que se fueron desde Avellaneda, a los cumpas del Mocase y los Qom. A los pibes de Moreno: Mono, Paton y Jere. A Luciano Arruga. A Julito López y a los muchachos que no me acuerdo pero que me duelen igual. A todos los que se fueron aquel 19 y 20 de diciembre del 2001. A los pibes de Cromañon y a los muertos que no vemos, ni conocemos los nombres y rostros y que mueren a manos del gatillo fácil. Esto es a la memoria de todos los pibes caídos por la corrupción de los diferentes gobiernos de turno... La tristeza que siento por las muerte de los pibes en Gaza es la misma que siento cuando los pibes se mueren acá en la Plaza -escribió Rodrigo “Bichito” Gauna, militante social, creador de esperanzas concretas y sencillas desde el profundo lejano noroeste rosarino, en el barrio Ludueña, donde hace casi medio siglo un cura de verdad, Edgardo Montaldo, se las ingenia para multiplicar presentes mejores. Postales y razones de la guerra contra los pibes, del suicidio humano.
Fuentes: Diario “La Capital”, Rosario, sábado 19 de julio de 2014; informe de la licenciada en Relaciones Internacionales, Griselda Algarañas, del jueves 17 de julio de 2014 y escrito de Rodrigo “Bichito” Gauna del viernes 18 de julio de 2014.
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