Por Lázaro Fariñas *
Foto: Virgilio Ponce
En los últimos tiempos y debido al llamado intercambio cultural entre los Estados Unidos y Cuba, han estado pasando por Miami diferentes artistas cubanos que residen en su patria. Por supuesto que esto es a pesar de los deseos de la caverna anticubana de esta ciudad. Muchos de esos artistas solamente pasan por Miami y siguen a otros lugares de este país a donde han sido invitados a actuar, algunos otros se presentan en diferentes locales de aquí, para disfrute de miles de cubanos que aquí residen y que no han cortado sus vínculos con la tierra que los vió nacer.
Ya son tantos los artistas cubanos que andan de paso o los que actúan localmente que los ultraderechistas criollos ya no se molestan en organizar actos de protesta contra la presencia de los mismos. En primer lugar, porque las últimas veces que lo hicieron quedaron sumergidos en un profundo ridículo cuando los protestantes eran seis o siete y el público que acudía a los conciertos eran cientos. Realmente, ya nadie les hacía caso a los vociferantes cavernícolas que gritaban improperios desde la acera de enfrente del lugar de la presentación de los artistas procedentes de Cuba.
Recuerdo que, años atrás, asistí a un concierto que ofrecieron los Van Van en un auditórium del centro de esta ciudad y la policía tuvo que intervenir ya que se presentaron cientos para hacer la protesta, mientras cientos, también, bailábamos dentro del local disfrutando de la inigualable música de esa tan formidable orquesta de Cuba. Eran otro tiempos, y Miami, a pesar de que la ultraderecha aún sigue presentando sus afilados colmillos, ya muy pocos le hacen caso, y muchos menos le temen. Para que no me malentiendan, aclaro que, aunque en este aspecto en específico cada día se parecen más a los tigres de papel, aún siguen siendo tigres y siguen teniendo ferocidad, siguen teniendo el control de los medios de esta ciudad y siguen teniendo un gran poder económico, pero, definitivamente, su poder de coacción ha disminuido significativamente y en parte se debe a la llegada, en los últimos veinte años, de cientos de miles de emigrados que ni los conocen, ni les importa lo que estos trogloditas piensan. Son cubanos que han llegado a estas costas no en busca de esa famosa libertad de la que tanto aquí se habla, sino como cualquier otro inmigrante, en busca de mejores opciones económicas. Los que están llegando desde Cuba en los últimos años, en busca de nuevas oportunidades, no odian a su patria como muchos de esos que llegaron hace décadas odiando a la revolución, a Cuba y por supuesto, a su pueblo.
La ultraderecha poco puede hacer para impedir que lleguen los artistas cubanos a los Estados Unidos ya que, aunque ellos no lo crean, ellos no son los Estados Unidos. Podrán controlar los medios de comunicación de esta ciudad, pero no pueden evitar que el Departamento de Estado les otorgue visas para entrar en este país a los que a ellos les dé la gana y no a los que la morralla anticubana de Miami quiera. Lo más que pueden hacer estos militantes del odio es hacer protestas callejeras, pero como ya expliqué, esas han desaparecido por falta de quórum.
Los artistas cubanos que llegan a Miami, hay veces que cometen el error de acudir a algunos de esos programas que aún quedan en la televisión local, con la idea de promover sus presentaciones. Error craso de esos artistas, ya que en esos programas, cuando los invitan, lo menos que desean es hacerles promoción a los artistas o a sus conciertos. Los invitan para ponerles trampas tratando de que hagan declaraciones políticas en contra del gobierno cubano. Aparte de que son unos tramposos, están obsesionados en su odio a todo lo que huela a Cuba.
Hace unos días, el magnífico canta autor Tony Ávila, fue malamente aconsejado para que participara en uno de esos programas y allí le cayeron en pandilla con un desborde de odio y de vulgaridad, acusándolo de todo lo que les dió la gana, sin el más mínimo respeto por el invitado. Ávila se defendió muy bien, repitiendo una y otra vez que él no había acudido allí para hacer declaraciones políticas, sino para hablar de su presentación musical en un cabaret local. El programa se llama Arrebatados y hay que estar arrebatado para asistir a una pocilga como esa.
Lo que le ocurrió a Tony Ávila le debe de servir de ejemplo a los artistas cubanos que llegan aquí. Si acuden a esos programas, que sepan que allí los esperan los buitres con sus bocas llenas de odios y de miserias humanas, para ofenderlos y humillarlos.
* Periodista cubano residente en EE. UU.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario