Disculpad el desahogo, a veces lo necesito.
Después de algunos años en Gaza, sigo sin acostumbrarme al dolor de este pueblo, al sufrimiento de las familias de los mártires, sigue afectándome mucho cada uno de sus hijos muertos, de sus mártires asesinados por las fuerzas israelíes de ocupación.
Todo duele mucho, pero este dolor es especial cuando estos mártires son niños, y es muy doloroso cuando tenemos que encontrarnos con los padres de estos niños.
Gracias al tiempo que llevo en Gaza he tenido oportunidad de conocer a muchas familias, gente amable, acogedora y cariñosa, cuyo sentido de la hospitalidad los lleva a ofrecerte lo que no tienen, familias con muchos niños que te tratan enseguida como si fueras su amigo de siempre, como si fueras parte de su familia cercana, niños con una mirada viva y clara, y una sonrisa que hace olvidar lo que padecen día a día. Una de las familias a las que más he tratado es la familia Baker, una familia de pescadores, modestos, pero muy dignos, bravos, casi todos sus miembros has sido secuestrados varias veces por las fuerzas israelíes de ocupación.
Hoy hemos visitado a la familia Baker para expresarle nuestro apoyo ante la pérdida de cuatro de sus niños. Israel ayer los mató cuando jugaban al futbol en la playa.
Les lanzaron un primer misil, pero éste no dio en su objetivo, los niños echaron a correr para refugiarse en un hotel cercano, desde el cual muchos periodistas presenciaron la escena.
A los asesinos les dió tiempo a apuntar mejor y dieron en el blanco cuando estos niños se habían desplazado ya unos 200 metros.
Intento siempre mantener la compostura en este tipo de encuentros con los familiares de los mártires, pero hoy no lo he conseguido, Me he derrumbado cuando Mohammad Baker, padre de Ismail de 11 años, se me ha lanzado a abrazarme al reconocerme, y cuando he visto todo ese dolor y sufrimiento en su cara.
No he podido mantener el tipo.
Disculpad que esté hablando de mí, pero a veces me resulta necesario como una especie de terapia.
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