Por Norberto Ganci, Director de "El Club de la Pluma"
Cuando se presentó la posibilidad de crear un espacio comunicacional que pudiese romper con moldes, estereotipos, recetas consabidas, sabíamos que contábamos con un piso, con una base, pero desconocíamos y desconocemos el techo en esto de la integración.
Suponer que los modelos heredados impuestos para ejercer periodismo, para concretar comunicación, deben ser los que prevalezcan para justificar y sostener la labor, es quedarnos y repetir constantemente el ejercicio de la manipulación, desde un lugar desafortunado, mezquino, rapiñero.
Desde las concepciones sobre historia, política, arte, ciencia, que fueron impuestas como indiscutibles, se han formateado desde conciencias, mentes, objetivos, actitudes, hasta la construcción de la personalidad, la individualidad. Se ha inoculado la falaz idea de la personalidad, en una consuetudinaria y perversa ilusión del ser y su importancia en la sociedad. Una sociedad competitiva, carente de empatía, pero fanatizada y embrutecida, realizando, ejerciendo cultos a la inconsistencia, a la banalidad, a lo efímero.
La educación, desde el conocimiento y transmisión de una historia alejada de la contundencia documental, pergeñada para generar civilizaciones obedientes a un orden determinado y explotadas para la consecución de deplorables objetivos, ha sido manipulada conveniente, discutible y convincentemente para ejercer el control poblacional. Lo mismo exactamente ha ocurrido con la comunicación: la “fabricación” de medios y ejecutores de incomunicación y desinformación ha sido una de las actividades más denodadas desde los espacios mundiales de poder.
Pero más allá de las manipulaciones y condicionamientos, el pensamiento propio y la autodeterminación en el análisis pueden -y lo hacen- brindar la posibilidad de romper con los esquemas y modelos impuestos, pueden promover la desarticulación del andamiaje dominante. Desde la decisión personal a la colectiva está la posibilidad de revertir, de transformar, de revolucionar.
Asumirnos responsables por cada una de nuestras actividades y sus consecuencias es fundamental en esto de la construcción colectiva de identidad.
El pensamiento crítico, si bien no ha sido el promovido desde las aulas, desde los supuestos primeros conocimientos a adquirir, es lo que posibilita asumirnos principales actores sociales para reconvertir supuestas e impuestas realidades.
Por ello, una propuesta comunicacional donde tuviesen cabida el arte, la ciencia y la cultura significaba el desafío de romper con los paradigmas comunicacionales compelidos. Utilizar un medio de comunicación para repetir hasta el hartazgo los moldes orientados a la alienación, es la decisión de convertirse en otro esclavo multiplicador más en la infernal cadena para la dominación poblacional. Despertar las conciencias, promover desde la duda hasta alguna tenue certeza, es lo que nos propusimos desde el comienzo.
¿Y quién dijo que sería fácil? Nada de eso. Nada es fácil cuando se trata de ir contra una multitudinaria corriente deshumanizada; porque, convengamos en que más allá de las expresiones condolientes ante los crímenes que padece la humanidad, pocos son los que denuncian y combaten la atrocidad de la carencia de pensamiento, de razonamiento, hasta de incertidumbre. En ese marco, cualquier cambio es muy difícil, aunque imperiosamente necesario.
Pero las adversidades, los dolores, las soledades, los ninguneos, las traiciones, no han podido hasta el momento distraernos de la tarea que nos hemos impuesto para intentar romper, aunque sólo sea un poco, la frontera hegemónica de incomunicación. Por supuesto que no es fácil, pero tampoco imposible. Sólo es cuestión de convicción. Tal vez más que convicción sea la tozudez de continuar horadando los aparentemente infranqueables muros del “saber”, del “conocer”.
En este trayecto inicial de diez años, es mucho, mucho lo que hemos sembrado y cosechado. Y no sólo conocimiento. Hemos descubierto tantos y maravillosos mundos, los cuales quisiéramos mostrar, presentarlos para compartir la fortuna de haber experimentado tamaño obsequio.
En comunicación, podríamos acordar en que existen dos grandes carriles por donde elegir transitar. Uno, el conocido e impuesto donde se mezclan desde la politiquería a la farandulesca frivolidad, desde interesadas e impresentables connivencias, a macabramente maquilladas realidades. El otro, el más complicado, el que no obtiene -porque no los persigue-, los glamoures y recompensas por serviles obsecuencias. Lleva mucho más trabajo y esfuerzo para sostenerse, perseverar y no claudicar ante adversidades de toda índole. ¿Adivinen cuál elegimos?...
“Tienes que comprender que la mayor parte de los humanos son todavía parte del sistema.
Tienes que comprender que la mayoría de la gente no está preparada para ser desconectada.
Y muchos de ellos son tan inertes, tan desesperadamente dependientes del sistema, que lucharían para protegerlo.” (1)
Tal vez suene descabellado o temerariamente delirante recurrir a una cita como la anterior para graficar, de alguna manera, esta aparente disputa entre un camino y el otro en comunicación. No obstante presuponer una antojadiza manipulación de las conciencias a través de lo comunicacional, no es tan desequilibrado. Sobrevivimos a un permanente bombardeo de información, de propuestas (imposiciones) que empujan al consumismo, a una avalancha de inconsistentes e inservibles productos de toda índole, que nos sumergen en una existencia ¿paralela?.
Hay otras realidades, otras vivencias, otras problemáticas, pero pareciera que la frivolidad y el exitismo efímero han obnubilado conciencias y certezas.
Los medios de desinformación han jugado fundamental papel a la hora de lograr esos objetivos, acompañados por una formación educativa que, a pesar de esfuerzos por reconvertirla, promovió la competencia y el personalismo para lograr el éxito individual por sobre el colectivo.
Los medios, en esto de la construcción social de identidad, historia, realidad, tenemos una de las tareas más comprometidas y delicadas. Decidirnos no permanecer en la irracionalidad, en el engaño, ejerciendo como cómplices de la esclavitud de un amo despiadado. Decidimos destruir las fronteras de la incomunicación, desinformación y deformación, aportando desde nuestro pensamiento crítico, desde la duda, desde el cuestionamiento permanente, desde la investigación y la profundización en la búsqueda de conocimiento. Esta decisión marcará la diferencia entre una genuina labor comunicacional y una servil repetición sistemática de inutilidades.
Por ello, cuando decidimos tomar el camino más empinado, más costoso, el más desalentador y algunas veces el más ingrato, lo hicimos, y lo hacemos, porque estamos convencidos en la concreción de las utopías. Porque desde la mirada esperanzadora de la diversidad, la pluralidad y la integración, creemos fervientemente en la construcción colectiva de nuestra identidad, nuestra historia y nuestra realidad.
Nos hemos propuesto el derribar fronteras, avanzar contra el no saber, contra la indiferencia, y fijamos rumbo hacia la integración colectiva y multiversal.
Nos hemos propuesto continuar haciendo esto de llevar a la vista y al oído de cada uno que se cruce en nuestro camino, una alternativa comunicacional irreverente ante los modelos instituidos.
Y nos hemos propuesto continuar, mal que les pese a los agoreros promotores de la desesperanza, porque más que nunca reafirmamos que “el enemigo del pueblo es la imposición del silencio, el condicionamiento de la palabra y la precarización del pensamiento”. Ante eso proponemos pluralidad de voces, libertad y valor a la palabra y contribución al crecimiento ideológico de los pueblos.
Que así sea.
Notas, referencias y material consultado
(1) (Morfeo a Neo) The Matrix”.
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