Por el Lic. Andrés Pérez Esquivel *
El Ministro del Interior, Florencio Randazzo, anunció que a partir de 2015 todos los argentinos que renueven su DNI o domicilio pasarán a tener una tarjeta de identificación “inteligente” que concentrará datos personales biométricos y biográficos, vínculos familiares, el historial clínico, un seguimiento de la rutina de consumo y la movilidad en el transporte. Es momento de debatir sobre estas tecnologías.
El creador de Wikileaks, Julian Assange, dijo el año pasado que Argentina es el país con la vigilancia más agresiva de América Latina, no por el DNI electrónico anunciado, sino por el actual DNI que contiene datos biométricos digitalizados como el rostro y las huellas digitales. Son menos de diez los países que han aceptado crear una base nacional de datos biométricos, como es el SIBIOS en Argentina, e incluso varios países las han prohibido.
En 2010 Inglaterra quiso implementar el mismo DNI “inteligente” pero la presión social lo impidió por constituir un avance injustificado sobre la privacidad y por la falta de garantías de seguridad, en especial después de que lograran vulnerar los chips en 12 minutos. Francia y otros países también prohibieron estos sistemas. Y ni siquiera España incluye tanta información en sus DNI electrónicos.
La particularidad de estos DNI “inteligentes” es que digitalizan y circulan los datos fragmentados del individuo convirtiéndolo en un dividuo, y así es tomado por los sistemas de seguridad informáticos hasta que se requiere, ante la duda, reconvertirlo en un individuo material. Esta digitalización permite construir perfiles sociales y monitorear patrones de movilidad y consumo de toda la población.
En este sentido, Argentina sería un país experimental.
A nivel nacional, el uso público de estos datos conlleva riesgos.
En especial porque el decreto de creación del SIBIOS no estipula mecanismos de control institucional ni civiles, y en principio, todas las fuerzas de seguridad del país pueden acceder a la base sin restricciones normadas.
El año pasado una falla de seguridad permitió la descarga de fotos de todos los argentinos del padrón electoral, por lo que hoy la base ya estaría en manos privadas.
El Registro Nacional de las Personas reconoció la falla pero le echó la culpa al Poder Judicial.
Esta es la antesala de lo que vendrá: los organismos se echarán la culpa entre sí mientras que el daño ya estará hecho.
Que el Estado garantice la identidad de cada ciudadano es un derecho humano fundamental, y a eso deben limitarse los documentos; todo lo demás son aditivos que, además de su dudosa constitucionalidad, son prescindibles y traerán más riesgos que beneficios. Porque a diferencia de una llave o clave virtual, no podremos reemplazar nuestras huellas o rostro ante alguna suplantación de identidad o error técnico.
* Sociólogo, miembro de la Red Latinoamericana de Vigilancia, Tecnología y Sociedad, y de la Asociación Pensamiento Penal (Arg.).
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