Por Sara Rosenberg
La última invasión y bombardeo de Gaza una más en la larga cadena de crímenes de Israel y se produce cuando la unidad política palestina se consolida, cuando Palestina consigue por fin tener representación en la ONU -con derechos limitados-, cuando la guerra del gas se agudiza y cuándo quizás hubiera sido posible encontrar un camino que ponga límite al crimen constante que supone la ocupación israelí de Palestina. Mínimos caminos para la paz, que el gobierno terrorista de Israel clausura al atacar la franja de Gaza, amparado por los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, que son sus proveedores de armas y sus valedores políticos en este genocidio. Pero a pesar de tanta muerte y crueldad, este laboratorio criminal demuestra la irreversible decadencia de aquel mundo nacido del reparto colonial y que continuó con la hegemonía norteamericana, hoy ya perdida. La unidad latinoamericana, el nacimiento de los BRICS, la política de China y de Rusia, abren una nueva era.
En la memoria latinoamericana, el genocidio es un núcleo tan importante que funda nuestras vidas como pueblos en lucha anticolonial durante siglos. La conquista de América fue un largo y constante genocidio que saqueó el continente y permitió el desarrollo del capitalismo en Europa con todo lo que eso significa hasta nuestros días. Genocidio de los pueblos originarios, esclavismo, piratería, robo de los recursos naturales, crímenes y desaparición de enormes riquezas culturales -lenguas y sabidurías ancestrales- se sucedieron de norte a sur sin más objetivo que la acumulación capitalista y el control del mundo. Los que nacimos en la segunda mitad del siglo XX, vivimos el genocidio de las dictaduras militares que continuaron la política colonial e imperial. Décadas infames del siglo XX, en las que los mismos actores -USA, el Mossad y militares franceses fogueados en Argelia asesoraron a los verdugos- acabaron con una generación de latinoamericanos que se oponía a la vieja piratería colonial y a su ambición extractiva, explotadora y destructora.
En Argentina se ha juzgado y se sigue juzgando a los genocidas y ese hecho abre perspectivas en el mundo entero. Es posible juzgar a los genocidas, es posible construir y consolidar instrumentos jurídicos capaces de evitar que los crímenes queden impunes. Porque si algo deja claro esta última ofensiva de Israel, es que cuenta con una impunidad basada en la mentira, en las falsas dicotomías raciales y religiosas, en la memoria pervertida de las tragedias del pueblo judío utilizadas como escudo y justificación. Cuando Hanna Arendt cuestionó que a Eichmann lo juzguen en Israel por crímenes sólo raciales (contra los judíos) y no por crímenes contra la humanidad (de lesa humanidad) fue acusada de ser antisemita, cuando de verdad se estaba adelantando a denunciar a un estado nacido del racismo y el colonialismo. Analizó con gran claridad lo que sucedía dentro del estado de Israel en ese momento, fue capaz de ver las diferencias de clase, el carácter eminentemente colonial del sionismo y denunció los acuerdos tácitos o públicos que hubo con el nazismo.
Hoy existe una legislación que debe servir de precedente internacional: el crimen de lesa humanidad no prescribe. No tiene fecha de caducidad, ni la apropiación de nuestros hijos por la dictadura militar, ni los cientos de niños palestinos masacrados por las bombas compradas con dinero sangriento de los socios mayores: USA y la UE. Más tarde o más temprano han de ser juzgados y sin duda además de nuestro llanto indignado y nuestros pronunciamientos, es hora de poner en pie un instrumento jurídico internacional que sirva para detener la impunidad que es el corazón del crimen.
Durante este terrible mes de masacres en Palestina, los pueblos del mundo entero se han manifestado y han condenado el genocidio de Israel. Un Estado creado por las Naciones Unidas, a quienes las voces de las mayorías de los pueblos del mundo no llegan. Y no llegan porque si algo queda claro después de esta última ofensiva criminal, es el rol cómplice que cumplen estos organismos internacionales. La voz de los pueblos pone en evidencia la urgente necesidad de detener estos crímenes y juzgar a los asesinos -el gobierno y el ejercito israelí- y al mismo tiempo evidencia una vez más la complicidad de la ONU, la Corte penal internacional y el Consejo de Seguridad.
Ha llegado el momento de crear nuevos instrumentos capaces de salvaguardar la paz en el mundo. Los organismos jurídicos que en su momento debían hacerlo, han demostrado que son serviles a sus amos y que no podemos confiar en su criterio ni en su acción. El aparato jurídico y político de Estados Unidos defiende la extorsión y la usura, el crimen organizado, el tráfico de drogas y seres humanos, el bloqueo criminal a quienes se oponen a sus políticas, la organización de grupos terroristas financiados por los mismos que se llenan la boca con la palabra democracia desde sus asientos en el gobierno. Estos organismos de la democracia formal que deciden las políticas en USA, también controlan los organismos internacionales creados para defender los derechos humanos y que deben ser transformados o desaparecer.
Naciones Unidas pudo haber enviado tropas a Palestina, para defender a la población de los bombardeos indiscriminados y debió haberlo hecho de manera inmediata. Sin embargo, sólo escuchamos letanías y juegos semánticos que terminaron por reconocer el genocidio más que evidente. Como si llamar a las cosas por su nombre fuera algo extraño. Mucho han tardado frente al volumen de las evidencias, porque decir que hay un genocidio es lo elemental para poder pasar a la acción concreta y detenerlo. Pero una vez más se evidencia que los organismos internacionales sólo son poleas de las funerarias y de los “reconstructores de la destrucción que ellos mismos producen” tal como pasó en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, Siria….
America Latina entera, salvo el golpista de Paraguay, condenó enérgicamente el genocidio y enseguida el gobierno de Venezuela encabezó una extensa campaña de solidaridad concreta, no sólo denunciando en los organismos internacionales, sino ofreciendo cobijo a los niños y mujeres palestinas y enviando materiales y ayuda urgente. La CELAC, el ALBA, el MERCOSUR y todos los organismos de América Latina se pronunciaron de manera inmediata y por eso es desde esta salud política de donde deberá nacer el instrumento jurídico capaz de enfrentarse con la impunidad imperial y guerrerista.
Mientras nuestra América se solidariza y activa el internacionalismo, los Estados Unidos votan nuevas remesas de dinero -la última esta semana, 225 millones de dólares para el ejército israelí- para continuar la masacre, dinero para escudos y municiones, para bombas de racimo y armas químicas, dinero para la muerte y el crimen. Pero Naciones Unidas no condena estas transacciones, ni siquiera las considera ilegales, siendo que esta nueva inyección de dinero servirá para continuar con el genocidio palestino.
Nosotros tenemos memoria, somos recolectores de pruebas, testigos de cada espanto que nos toca vivir, no olvidaremos y seremos tercos -como han sido las Madres, las Abuelas y la lucha de nuestros pueblos- y por eso acopiamos día tras día las pruebas, nuestras piedras preciosas de la memoria, que conducirán a los genocidas al Tribunal internacional de los pueblos libres y soberanos. Estos son algunos datos incontestables, que los jueces deberán tener en cuenta como se tiene en cuenta la huella dactilar y el ADN del asesino:
La huella dactilar y el ADN del crimen:
Desde 1948, año de fundación de Israel, EE. UU. ha donado a Tel Aviv 112.000 millones de dólares. Eso convierte a Israel en el mayor receptor de ayuda estadounidense. La mayor parte de este dinero se presenta en forma de ayuda militar al Ejército israelí, una de las fuerzas más poderosas del mundo (…) El apoyo militar no solo beneficia a Israel, sino también en gran medida al complejo industrial militar de EE. UU. Si bien Israel puede gastar una cuarta parte de la ayuda militar en armamento de fabricación nacional, debe destinar el 75% del dinero en armas de fabricación estadounidense. En ese sentido, el dinero va de EE. UU. a Israel para luego volver a EE. UU. El Gobierno de EE. UU. permite los ataques de Israel a la Palestina ocupada mediante la protección en los foros diplomáticos. En 2012, durante otra guerra de Israel en Gaza, EE. UU. bloqueó una declaración del Consejo de Seguridad de la ONU porque el documento no condenaba a Hamás.
En cuanto a fondos para organizaciones exentas de impuestos: Este aspecto del apoyo de EE. UU. a Israel es diferente a los anteriores. En lugar de ser el Gobierno de EE. UU. quien proporciona financiación en efectivo, son los ciudadanos estadounidenses quienes ayudan económicamente a los grupos israelíes. Una organización con sede en Nueva York conocida como Friends of the Israel Defense Forces (Amigos de las Fuerzas de Defensa de Israel) apoya directamente al Ejército israelí. En sus recaudaciones de fondos, esta organización obtiene decenas de millones de dólares. En su última declaración de impuestos, Amigos de las Fuerzas de Defensa de Israel informó de ingresos de más de 62 millones dólares, más de 43 millones de los cuales estuvieron dirigidos a apoyar a los militares israelíes.
Fuente: RT
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