Por Manuel E. Yepe *
Foto: Virgilio Ponce
Estados Unidos se esfuerza por dominar al mundo y lograr la hegemonía siempre que sea posible… esta ha sido su ocupación principal por más de un siglo, “es lo que hacen en Washington para ganarse la vida”, ha escrito el politólogo norteamericano William Blum con su habitual jocosidad.
Blum también ha recomendado una fórmula para abordar los temas históricos y actuales que hoy puede servirnos para analizar las complejidades del derribo del avión malasio que volaba sobre Ucrania: “Cuando las cosas se complican y confunden, cuando tanta información cambiante y tantas explicaciones contradictorias te abruman, intenta ponerlo todo en algún tipo de contexto dando un paso atrás para observarlo en un cuadro mayor y a más largo plazo”.
Luego de que la Federación Rusa hizo públicas las imágenes satelitales, la información de radar y las anomalías en la ruta del vuelo MH 17 del Boeing 777 de la Aerolínea Malasia, correspondía a Ucrania, Estados Unidos y a las naciones occidentales que respaldan al régimen golpista de Kiev revelar sus evidencias sobre el hecho.
Pero, como opina el periodista investigador Tony Cartalucci en un artículo aparecido el 23 de julio en el sitio digital Activist Post con el título “US Appeals to Law of the Jungle in MH17 Case” (“EE.UU. apela a la ley de la jungla en el caso MH17”), a estas preguntas las naciones occidentales han respondido, sospechosamente, con silencio y evasivas.
Al ofrecer la versión oficial estadounidense de los hechos, la portavoz asistente del Departamento de Estado de EE.UU. Marie Harf, declaró a los periodistas que la totalidad de las pruebas con que cuenta Washington proceden de videos y fotografías de “You Tube” u otros medios sociales igualmente imposibles de verificar.
Todos los comentarios formulados por la señora Harf culpando a los separatistas del este ucraniano se basaban, según su propio testimonio, en la veracidad de los clips publicados en “You Tube” y “notas en Facebook”. Harf ni siquiera dejó espacio a la posibilidad de que las evidencias en las que ella basa sus comentarios pudieran ser falsas, estar fuera de contexto o, por algún otro motivo, inexactas.
Es indignante que, en vez de una investigación imparcial que certifique los hechos en relación con el derribo del avión MH17, Estados Unidos pretenda remitir el asunto a los clips de “You Tube” como la base sobre la cual pretende socavar, aislar y reducir a la nación rusa.
A nombre del gobierno de EE.UU., Harf insistió, en que el “sentido común” dicta quien es el responsable del derribo del MH17. A tan simplista afirmación podría responderse con otra pregunta cuya respuesta sería más categórica y demostrativa: ¿En beneficio de quien?
Cartalucci considera que las “pruebas” contenidas en los blogs acusadores contra Rusia están todas orientadas a aislar a ese país. Uno en particular, titulado “Ucrania en guerra”, es una colección de mentiras, propaganda mediatizada, y dudosas reclamaciones coincidentes con las acusaciones contenidas en la agenda de la inteligencia estadounidense promotora del conflicto ruso ucraniano.
Sin embargo, mientras prosiguen las pesquisas sobre la tragedia, la comunidad militar rusa investiga la probabilidad de que un avión de combate de la Fuerza Aérea de Ucrania haya sido el que abatió al Boeing 777 con 298 personas a bordo.
Rusia demanda la publicación del contenido de la conversación entre el expedidor ucraniano y la tripulación como pieza clave para esclarecer la razón por la que la nave comercial cambió de ruta cuando sobrevolaba la región de Donetsk.
A juicio del General de Ejército Vladimir Mijailov, quien fuera comandante de la Fuerza Aérea de Rusia entre el 2002 y el 2007, los organizadores del atentado calcularon que el avión abatido caería en territorio ruso y el Centro ucraniano de control de vuelos de Dnepropetrovsk estuvo implicado en el siniestro.
Mijailov asegura que el Boeing malasio fue derribado por un misil aire-aire disparado desde el caza bombardero ucraniano Su-25, según fuera detectado por radares rusos. La nave fue ubicada ese mismo día y hora en el lugar de la tragedia.
Al exponer una serie de datos del Ministerio de Defensa de Rusia, el portavoz y jefe de la dirección operativa del Estado Mayor Andrei Kartapolov confirmó que el Su-25 puede alcanzar una altura de 10 kilómetros y abatir objetivos a una distancia de cinco a doce kilómetros.
Hoy podríamos preguntarnos si el derribo del avión malasio con cerca de 300 pasajeros a bordo y la condena a Rusia podría ser una nueva gran manipulación para poner al mundo al borde de otra guerra o un gambito necesitado desesperadamente por la OTAN y sus colaboradores en Kiev para invertir la dirección de la marea en una batalla que están perdiendo.
* Periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.
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