Por Alfredo Grande
(APe).- Se ha dicho hasta el cansancio, especialmente el cansancio de quien lo escucha, que ya el debate político no puede polarizarse entre izquierda y derecha. Y tampoco entre socialismo y capitalismo. Que los tiempos han cambiado, que la internet ha reemplazado a cualquier forma de encuentro, que lo único permanente no es la revolución sino la contra revolución, que de la revolución por etapas lo único que queda es la tarjeta Cabal, que no hay clase trabajadora y mucho menos proletarios en el mundo, que además de no unirse, ni siquiera se acercan.
Hasta el cansancio se insiste en la creación de nuevas categorías políticas, de tal modo de poder dar cuenta de todos los nuevos fenómenos que, postmodernismo, postmarxismo, postperonismo, postradicalismo y algunos otros post mediante, ya no pueden pensarse con las anquilosadas categorías de los principios de algún siglo.
Del trasvasamiento generacional hemos pasado a un vaciamiento institucional. Del acto de gobierno se pasó a la gobernabilidad, que, como definí alguna vez, es reinar con la apariencia de gobernar. Pero de la gobernabilidad se pasó a la importancia de gestionar.
La palabra clave en los tiempos que corren y que de tanto correr se cansan cada vez más rápido es: gestión. Decir que una persona tiene experiencia en gestión, es un mérito en sí mismo. Nadie pregunta de qué tipo de gestión tiene experiencia. Da lo mismo que sea un hospital o un desarmadero de automóviles. Una cooperativa de trabajo en salud mental o una asesoría financiera para lavar dinero sucio.
La corrupta palabra gestión goza de una neutralidad que espanta. Tiene mayor mérito haber tenido una pésima gestión que no haber tenido ninguna. Como decía un paciente de las relaciones sexuales: mejor malas que ninguna. Que muchas gestiones terminen en terribles indigestiones, con desafueros, trompadas, destituciones, escraches, poco y nada importa. Siempre se puede volver a intentar gestionar, ya que es inmanente a cualquier gestión, gestionar los mecanismos adecuados que garanticen la absoluta impunidad de cualquier gestión.
La puerta giratoria es la única que conocen los funcionarios gestionadores. Lo que denomino “fascismo de consorcio” es, entre muchas cosas, la exégesis permanente de la Gestión. “Sabe gestionar”… acompañado de un guiño cómplice. Y digo cómplice en sentido literal. No hay impunidad sin complicidad. Pero cuando la complicidad es en el nivel de los Estados, hablamos de “copartícipes necesarios”. Incluso para un suicidio, el Estado es copartícipe por acción de lo malo o por omisión de lo bueno. Y no hay complicidad sin una Jerarquía Absoluta, más allá y más acá que esa jerarquía tenga el origen noble de las aristocracias o el profano origen de los votos. Si para nuestro Himno Nacional la igualdad es noble, pocas esperanzas nos quedan.
Para el fascismo de consorcio las mayorías, incluso las mayorías simples, otorgan el ansiado y deseado Absoluto Poder Absoluto. En primera, segunda, tercera vuelta. Lo que importa es ir por todo, y quedarse con todo.
La concepción supraterrenal de este Poder es absolutamente necesaria para el fascismo de consorcio. Supraterrenal no necesariamente significa de origen y mandato Divino. Pero de tenerlo, suma. Hasta el cansancio se insiste en el origen democrático del poder, aunque el destino sea no pocas veces visceralmente antidemocrático.
Hoy la denominada inteligencia que apenas araña ser espionaje y vigilancia, está monopolizada por un militar sobre el cual hay denuncias de violaciones a los derechos humanos. Puede ser inocente, pero todavía no está probado. Y como la mujer del César, no tiene que ser honesta: tiene que parecerlo. Y este general mucho no lo parece. El fascismo de consorcio se construye desde liderazgos consistentes, que al principio al menos exhiben coherencia y disfrutan de credibilidad. Cuando la coherencia y la credibilidad comienzan el descenso, la consistencia se transforma en dura insistencia y luego en delirante persistencia.
Todo ese escenario de por sí lamentable, tiene un aliado que le da el privilegio de la inmortalidad. Lo he denominado hace años como “retroprogresismo”. El progresista, que es algo así como el primo tercero o cuarto del revolucionario, se va enredando en su propia madeja y termina como una araña prisionera de su tela.
El progresismo no avanza, pero su retroceso es tan bizarro, tan rebuscado, tan saturado de falsedades y de falsos profetas, que encubre su trágico final. Es retro porque prepara el advenimiento del fascismo de consorcio. Un botón que vale de muestra. Felipe González que puso la alfombra roja a Aznar. Aníbal Ibarra le dio la masacre de cromagnon al ingeniero de la triste figura, Mauricio que es Macri.
Una de las pornografías políticas del retroprogresismo es culpar a las víctimas de sus desgracias. Casi 200 masacrados en Cromagnon, más del doble de la masacre de Amia. Ellos y ellas, masacrados, tuvieron la culpa de la destitución del Jefe de Gobierno.
El cinismo y la cara de piedra son constantes de todas las formas del retroprogresismo. La pareja siniestra “fascismo de consorcio - retroprogresismo” tiene en nuestra querida y sufrida Patria aproximadamente el 85% de la intención de voto. La amalgama es realizada en los altares del Estado Nación. El Estado es el botín de guerra y el botín de tregua tanto del fascismo de consorcio como del retroprogresismo.
Desde ya, un Estado como gran gerenciador del capital nacional y transnacional. La armonía entre capital y trabajo, la comunidad organizada, la alianza de clases, todos los mitos todos que sostienen el robo institucionalizado que alguien bautizó como “plusvalía”.
Si como sostengo hace ya décadas (¡ como pasa el tiempo !) el escándalo es la cara visible de la hipocresía, la muerte post asesinato del fiscal Nisman pone en superficie que en su fundante, el fascismo de consorcio y el retroprogresismo se dan la mano. Obviamente una mano bañada en la sangre de las víctimas de todo tipo de crueldad.
Las secuelas de las masacres son peores que las masacres. La Trata es una masacre de mujeres, y no es viable sin que los Estados sean copartícipes en algunos o en todos sus niveles. La dignidad del villero no es lo mismo que la dignidad de la villa. Que no casualmente fue bautizada como “miseria”.
La gestión necesita que si hay miseria, crueldad, todo tipo de injusticias, barbaries civilizatorias, nunca, pero nunca, se note. Algunos llaman a esto pauta oficial de publicidad.
El hada azul de toda política de estado, para que a los pinochos de turno no se les descubra el aumento del tamaño de la nariz después de cada conferencia de prensa. El resultado de la batalla sin final entre fascismo de consorcio y retroprogresismo no es importante. El nazismo ganó ampliamente la segunda guerra mundial y su vigencia actual se llama Actas Patrióticas. Para que no se noten las pruebas del auto atentado. Los herederos de las masacres de Roca siguen siendo masacrados. La “gran democracia del norte” asesina presidentes y extermina pueblos. No tengo ganas de elegir entre un rotweiller y un mastín napolitano. Son dos especies asesinas.
Toda política que interpele a esa siniestra pareja, tendrá que construir su propia coherencia, su propia consistencia y por lo tanto, su propia credibilidad. Penosa y patéticamente, el mesianismo, el sectarismo, el iluminismo, el pragmatismo, son el veneno que el fascismo de consorcio y el retroprogresismo ha infiltrado en los colectivos que pretenden combatirlos.
El permanente análisis colectivo de la implicación es necesario para no empezar luchando contra todos los banquetes, para luego conformarse comiendo las sobras. Deseo incluir un párrafo del documento de APEMIA: “Para terminar con la impunidad y saber la verdad, hacemos un llamamiento a todo el pueblo argentino para que, junto a organizaciones políticas, sociales y de derechos humanos, impulsemos una campaña exigiendo que se constituya en el Parlamento una Comisión Investigadora Independiente, integrada por referentes incuestionables del pueblo argentino, los familiares de las víctimas y diputados y senadores. Exigimos la apertura de los archivos secretos, la disolución efectiva de la Secretaría de Inteligencia y el esclarecimiento de la muerte de Nisman y de la masacre impune de la AMIA”. La verdad nos hará libres, pero antes hay que conquistar la libertad necesaria para desear la verdad. Y ese deseo de verdad podrá arrasar con el fascismo de consorcio, el retroprogresismo y solo entonces será nuestra la profecía de Milanés y “caminaremos las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada”.
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