Por Gustavo Espinoza M. (*)
No es muy conocida la anécdota, pero sí ilustrativa. Ocurrió en Lima, en marzo de 1923 y pocos días después del retorno de José Carlos Mariátegui al Perú, luego de su periplo europeo.
En aquellos días, por iniciativa de intelectuales y jóvenes se había convocado un acto en homenaje a don Manuel González Prada, al evocarse el quinto aniversario de su deceso. Como número central en el acto celebrado en e principal teatro limeño, se declamó uno de los más consagrados escritos del polémico escritor, aquel en el que, apostrofando a las generaciones derrotadas en la Guerra del Pacìfico, clamara: “¡ Los jóvenes a la obra, los viejos a la tumba !”.
Al fin del acto, un reportero de los que allí estuvieron, se acercó a Mariátegui, a quien reconoció entre los asistentes, e interesado en conocer su punto de vista, le preguntó: -¿Qué opina Ud. de ese mensaje dirigido a los jóvenes?
Y el Amauta respondió más o menos con estas palabras: He visto por las grandes avenidas de Roma desfilar a los jóvenes fascistas cantando la Giovanezza; pero ellos representaban la muerte. En cambio, he visto marchar a los viejos obreros de Turín en huelga; y ellos, representaban la vida.
El recuerdo tiene el objeto de recordar que hay jóvenes, y jóvenes. Unos, apenas iniciado su periplo vital, de pronto se enrolan en destacamentos y facciones contrarias a la juventud. Y, a la inversa, hay personas de edad provecta que conservan vivos los ideales juveniles. Unos, encarnan banderas derrotadas; y los otros, simbolizan, como decía Mariátegui, la juventud del mundo.
Es bueno recordar este episodio cuando se tiene ante los ojos recortes periodísticos de los primeros dìas del 9 de enero de este año, en los que se recogen declaraciones de presuntos “jóvenes” del denominado “Instituto Político para la Libertad”
Estos “jóvenes” salieron a la luz hace ya un tiempo por dos noticias que fueron ampliamente difundidas por la “prensa grande”.
En una, asomaron atacando a Cuba y haciendo una manifestación ante la sede diplomática de ese paìs en Lima para demandar “libertad” para “disidentes”, expresión que púdicamente encubre a la cáfila de terroristas y desertores que buscan el amparo yanqui en la tarea de enfrentar a la Revolución que se vive en la Patria de Martí.
Ellos -estos “jóvenes” del IPL- defendían el poder más viejo y corrupto de la historia humana: el de los opresores y explotadores, responsables de la muerte de millones de jóvenes en el mundo y del hambre y la miseria que atormenta a pueblos y países.
En la segunda ocasión, ligados directamente a la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos aparecían viajando secretamente a Cuba para alentar un proceso de disidencia interior y pretendiendo conseguir que jóvenes cubanos dieran la espalda a su patria y se enrolaran en las filas de la contrarrevolución.
En esa circunstancia, curiosamente, fueron puestos en evidencia no por los servicios secretos de Cuba, que ya los tenían detectados y neutralizados; sino por las propias agencias de prensa del imperio que no resistieron la tentación de revelar esa tarea.
Así, fue conocido el hecho que dos “jóvenes” peruanos anduvieron envueltos en ella. Uno, es hoy “asesor” del Ministerio de Educación en Lima.
En las últimas semanas, estos “jóvenes” volvieron a ser noticia. Aparecieron -nada menos- que apoyando la ya derogada ley 30.288 -la “ley pulpín”- resistida y combatida por los jóvenes de nuestro país.
En conferencias de prensa, probablemente alentadas por el “asesor” del Ministro de Educación, estos mismos representantes del Instituto Político para la Libertad, sostenían que la ley -en ese entonces aún vigente- era “el primer gran paso para combatir el desempleo promoviendo trabajo y la formalización de las empresas”.
En esa línea, aseguraban muy orondos que “los llamados derechos conquistados, han contribuido negativamente en los trabajadores”.
Se referían, por cierto, al salario, la organización sindical, la cesantía, la jubilación, la seguridad social y otros. Preferían que no existieran. Así los capitalistas centuplicarían sus ganancias, crecería el capital, y los ricos serían más felices.
Es conocido el hecho que el 74% de los peruanos finalmente estuvo en contra de esa ley que fue derogada por el Congreso en una votación impresionante. El porcentaje subió al 87% en el segmento comprendido por los alcanes de la ley, es decir, los 17 y los 24 años. Obviamente era una disposición impopular al margen, incluso, de los aspectos “positivos” que se le pudieran encontrar.
La posición de estos “jóvenes” del IPL resultó ser en extremo coherente. Estuvieron a favor de la gusanería contra revolucionaria; trabajaron para los servicios secretos de los Estados Unidos en tareas de espionaje. Y recomendaron en el Perú la ley 30.288.
Ahora, con seguridad, buscan ofertarse como los portadores de un “nuevo mensaje” a la juventud cubana pretendiendo influirla para torvos propósitos.
El esquema, confirma un hecho inobjetable. Quienes defendieron en otras latitudes los intereses de los explotadores, enarbolaron aquí las mismas banderas.
Bajo el membrete de la “juventud” y hablando de ”libertad”, sirvieron los más viejos privilegios de una sociedad decadente y en derrota.
Los jóvenes, no tienen la culpa. La responsabilidad hay que encontrarla en quienes los enrolan para el cumplimiento de tan aviesos planes.
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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