Por Alexandra Nariño
Últimamente se habla mucho de la necesidad de gestos de paz. Las FARC - EP hemos presentado al Gobierno una larga lista de 17 gestos de paz por parte nuestra, incluida la liberación de varios prisioneros, de algunos infiltrados en nuestras filas por el Ejército y cinco ceses al fuego, de los cuales el último está planteado por tiempo indefinido.
Pero para mí, el gesto más grande que ha hecho la guerrilla en pro de la paz en Colombia, a favor de la vida y accediendo al mandato de los y las colombianas, ha sido el de llegar a la Mesa de Conversaciones pidiendo no más que unas simples y mínimas medidas para conseguir condiciones de vida dignas y espacios democráticos para todos y todas. Lo que estamos diciendo es: “cumplan las normas democráticas así como están escritas, para que podamos hacer política sin ser asesinados. De ahí ya miraremos cómo vamos a llevar a cabo las transformaciones revolucionarias que realmente queremos, no se preocupen por eso señores”.
Es decir, ya desde el inicio de estas negociaciones, nuestro punto de partida ha sido la consecución de la democratización del país. En ningún momento pedimos cambios revolucionarios, porque entendimos que estos no serán llevados a cabo por un régimen político como el actual. Así que empezamos a redactar primero decenas, después cientos de Propuestas Mínimas, que se llaman mínimas precisamente porque se remiten al marco de la democracia y no al programa máximo de las FARC - EP.
El Gobierno se ha movido desde el principio dentro de unos parámetros mucho más estrechos; la máxima concesión que ha hecho en la Mesa de Conversaciones ha sido comprometerse con el cumplimiento de la Constitución y las leyes de Colombia. Y eso porque en muchas ocasiones hemos sido las FARC las que hemos reclamado respeto y acatamiento de estas.
Muchos chistes se han hecho en la Mesa al respecto; ¡ La guerrilla en defensa de las leyes ! Las FARC se volvieron constitucionalistas ahora, ¡ qué tal ! La guerrilla representante de la ONU, etcétera.
Sin embargo, detrás de esos chistes se esconde una realidad bastante desalentadora: la realidad de un país en que el centro de la batalla de las ideas se está moviendo cada vez más hacia la derecha. Se está derechizando la opinión pública, al mismo tiempo que aumenta la criminalización de las ideas progresistas o incluso democráticas, hasta tal punto que se volvió revolucionario defender la Constitución, o hasta el punto en que las personas que coinciden en cualquier planteamiento con nosotros, son estigmatizadas y tildadas de terroristas.
Para la muestra un botón. Pedir la suspensión inmediata de una sustancia que envenena sistemáticamente a la gente, la flora y la fauna del país, se volvió ahora un planteamiento radical porque fue planteado por las FARC. Y cualquier planteamiento hecho por la guerrilla es radical, descabellado o cínico. Defienden lo indefendible por la única razón de que defender lo contrario sería apoyar una idea de las FARC.
Entonces tendremos que tachar ahora de radicales a la Organización Mundial de la Salud y al Ministro de Salud Alejandro Gaviria Uribe por atreverse a llamar públicamente a finalizar las fumigaciones con glifosato, basándose en evidencia científica de miles de investigadores de universidades en todo el mundo, quienes seguramente también serán terroristas o castro-chavistas...
¿Qué hacer?, preguntó Lenin. ¿Será que es mejor pronunciarnos a favor de la utilización del glifosato, para que el mundo entero se vuelque a exigir el fin de su uso?
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