La verdad sea dicha (Contrainjerencia) Por Luis Britto García 1 Medio siglo hace que Alan Turing inventó la máquina Enigma capaz de romper los códigos de g...

La verdad sea dicha (Contrainjerencia)




Por Luis Britto García

1

Medio siglo hace que Alan Turing inventó la máquina Enigma capaz de romper los códigos de guerra alemanes y en resumen cualquier código. Aplicando sus triviales principios Wikileaks descifra las claves que guardan  los secretos: las ocultas cuentas de los políticos mas las inaccesibles secuencias que sirven para transferirlas pasan al dominio público. Se transparentan los activos de los  beneficiarios de los sesenta mil millones de dólares invertidos en importaciones fantasmas, y de quienes se los otorgaron. A la luz pública sale el paradero del Fondo Chino, la mecánica del contrabando de extracción, el monto de las contribuciones para las campañas electorales y la sumatoria de las participaciones de los capos del tráfico de drogas y de personas mas el correo electrónico de la diva el número del celular del espía el nido de amor donde adulteran los infieles  el registro de los paidófilos los componentes contaminantes de todas las mercancías mas las armas químicas biológicas atómicas sicológicas mas las claves para desactivarlas mas la verdad sobre los atentados de falsa bandera, los números que articulan o desarticulan el poder caen en manos del más cualquiera de los cualquieras, se desgarran velos, nieblas, engañifas, muros, máscaras, murallas y la humanidad puede contemplarse desnuda. En la calle agoniza el único tirano: el secreto.

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Con filtraciones de información se cuela asimismo el programa lógico que analiza la coherencia de los mensajes religiosos, filosóficos, políticos, históricos, propagandísticos, estéticos o éticos. Afirmaba Godel que no hay sistema exento de contradicciones, se puede imaginar lo que hace el programa con afirmaciones que no son propiamente sistemas sino globos de ensayo, cortinas de humo, infundios, sueños de la razón o leyendas urbanas, a los pocos segundos no queda títere con cabeza y mucho menos creencias, confianzas, seguridades, fe ni  megaestructuras ni infraestructuras ni superestructuras.

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El material que inunda redes y medios habidos y por haber está sometido al programa que detecta la mentira en las palpitaciones, la dirección de la mirada, las contracciones de la pupila, el entrecortamiento de la respiración, los micro gestos reprimidos o en su defecto en las estructuras del discurso, los circunloquios, las vacilaciones, las perífrasis, los énfasis, las reiteraciones, todo lo que disgrega la confiabilidad en el imperio de la mitomanía.

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Entre tantas falsedades cae el autoengaño, estamos rodeados de celulares, computadores, redes sociales, que saben más de nuestra persona que nosotros. En vano nos fingiremos modestos si el Yo es el único sujeto de nuestro discurso, no podemos considerarnos fieles desde que el GPS nos localiza en los moteles ni consistentes si decimos un minuto esto y al otro lo contrario. No tenemos más biografía que los hábitos de consumo registrados en tarjetas de crédito. El análisis de sueños, de actos fallidos, el electroencefalograma perpetuo que nos realizan celulares y micrófonos que amplifican y graban el monólogo interior que, sin darnos cuenta, vocalizamos nos revelan el horror de lo que pensamos es decir de lo que somos.

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Montañas de data irrefutable revelan el fraude de las profesiones y la especulación de los sentimientos. Se traza la trayectoria de cada moneda y el origen y destino de lo que compra y lo que vende. Se transparenta la ecuación que demuestra que la tasa de ganancia es directamente proporcional a la vileza. Saber la configuración de la totalidad es conocer el fin de todo. El sofoco de la agitación humana tiene por objeto tratar de ignorar esta cifra.

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Saber el fin equivale a su llegada.

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