Por Alfredo Grande
(APe) En una sesión, un paciente dijo en referencia a su divorcio… “mi ex”. Hacía constante referencia a su pasado matrimonial y la única forma que tenía de referirse a la mujer de la que se había divorciado era “mi ex”. Me saturé de esa insistencia y le dije por qué insistía en “mi ex”. Primero el “mi” era posesivo y justamente el divorcio disolvía esa posesión. Segundo: referenciar a una persona como “ex” era miserable. Toda su identidad quedaba reducida, minimizada, en aquel vínculo que ya no existía. Con ojos llorosos, me preguntó: “¿y entonces como le digo?”. La pregunta era obvia. “¿Cómo se llama?”. “Carmen” respondió. “Muy bien: decile Carmen”.
Así en la tierra como en el cielo, así en el consultorio como en la política. Referir a una situación como “ex” es una falsedad. Mecanismo habitual en la cultura represora. Se coloca algo en el pasado cuando el problema es que sigue siendo presente. Quizá no un presente material. Pero sin duda un presente institucional. Aunque la Esma se vista de seda, o de museo, Esma se queda. Y es bueno que así sea.
Muchas generaciones serán necesarias para reparar los desgarros de la masacre perpetrada por las instituciones del espanto denominadas fuerzas armadas. Muchas generaciones serán necesarias para reparar los desgarros de la masacre perpetrada por las instituciones del saqueo denominadas bancos. Pero empezar mal, siempre es terminar peor. A un adolescente sufriendo su absoluta indigencia podríamos nominarlo como “ex niño de la calle”. Si en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse, también hay horrores que nunca pueden ni deben olvidarse.
Toda la parafernalia del “ex” huele a los pútridos olores de la reconciliación, el manto de neblina del olvido, el recordar para no recordar. Se han abolido leyes de obediencia debida y punto final, se ha abolido el indulto, engendros jurídicos producto de la democracia amenazada de Alfonsín y de la democracia cómplice de Menem. Se han realizado juicios por crímenes de lesa humanidad. Pero el modo de producción económica y política que produjo la masacre sigue intacto. Martinez de Hoz vive en la Ley de Entidades Financieras que posibilitó el saqueo de las clases trabajadoras. La lucha por la plena vigencia de los derechos humanos se ha fetichizado. O sea: se toman algunas partes por el todo. Y el Todo es el genocidio. Y tapar genocidios con museos o con abrazos es ingenuo, cómplice y perverso.
No solamente la Esma no puede vestirse de seda, sino que hoy la Esma, o sea, la lógica de exterminio de la Esma, vive en las cárceles, los institutos de reclusión, los prostíbulos donde mujeres secuestradas son torturadas con total impunidad, vive en las naciones de los pueblos originarios, diezmadas por el hambre, las enfermedades, la crueldad de todas las miserias.
Si hay amores que matan, hay abrazos que destruyen. Abrazo de oso, pero con un oso sanguinario y cruel. Nos indignamos cuando escuchamos Ex Esma, lo que a mi criterio está bien. Pero al menos el Poder podría ser coherente y designar a las Fuerzas Armadas, como Ex Terroristas de Estado. No le pido coherencia al Poder. Solamente señalo la brutal incoherencia. El problema mayor es que nos están llevando con bastante prisa y con ninguna pausa, al terreno que el Poder necesita. Presentarse como víctima. Negar su culpabilidad e inyectar culpa en los sobrevivientes. Nuevas historias oficiales se están escribiendo y estoy seguro de que nada tienen que ver con el pensamiento nacional. Y menos popular.
La falsedad sigue siendo la falsa moneda, la cuasi moneda con la cual el Poder paga a mujeres y hombres de bien que votan porque hay democracia. En realidad, es democracia porque se vota, o sea, la democracia aparece cada dos años. Lo demás es cadena nacional. Y fútbol para todos. Pronto con estadios vacíos ya que ni a las mafias bravas se las ha podido combatir. La Esma es y será, sin “ex” que valga, el monumento emblemático a todas las formas de barbarie. El lugar y el tiempo donde la ternura fue desangrada en los altares de la tortura. Pero es el monumento que el Poder no tolera en su verdadero rostro. Lifting y siliconas son necesarios.
El Poder necesita la memoria heroica. La estatua. El mausoleo. Los pobres de la tierra cultivan con la tenacidad del labriego los recuerdos y la memoria histórica. Y no hacen diferencia entre combatientes y poetas. El artista es un inventor de belleza. Y no hay mayor belleza que la lucha por la justicia, por la felicidad, por la fraternidad. Si de locos y poetas todos tenemos un poco, ese es el problema a resolver. Con poco no alcanza, porque el Poder siempre tiene muchos locos siniestros y muchos mediocres poetas a grandes sueldos.
“Pero la reinscripción vincular será proveedora de identidad si, al mismo tiempo, el chico se reapropia también de su saber, de su hacer y de su poder implícitos en sus estrategias de sobrevivencia en la calle, interrogándose sobre su origen, su devenir, redescubriéndose como niño, joven, pueblo, trabajador, condición de acero y cristal, presencia profética de la calle.” Palabras de Alberto Morlachetti que son poesía y son combate. La presencia profética es lo que el Poder más teme. Más le aterra. Por eso buscará por todos los medios, incluso los legales (parafraseando a Lenin) eliminar a todos los profetas. Y no debemos dudar: pueden conseguirlo. Volverán a escribir el pasado, inventarán el presente, y alucinarán el futuro. Lo único nuestro es este presente. Porque en él decidimos qué pasado tuvimos y qué futuro deseamos. Antes que sea tarde y alguien por cadena nacional nos explique qué es la “Ex Democracia”.
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