Por Andrés Figueroa Cornejo
El Primero de Mayo en la capital del país andino estuvo caracterizado por la realización de dos actos centrales: uno del Comité de Iniciativa por la Unidad Sindical, CIUS, que agrupa a diversas confederaciones, federaciones y sindicatos bajo la consigna "Por un sindicalismo clasista y combativo"; y el otro, de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, cuya dirección milita en los partidos de Nueva Mayoría y hablan de la reforma laboral y la Asamblea Constituyente.
En medio de un contexto signado por la corrupción del sistema político dominante, como nunca antes, la actividad del sindicalismo clasista logró congregar a miles de personas, organizaciones sociales y políticas, que expresan las fuerzas anticapitalistas y antiimperialistas de Santiago de Chile, contando con la asistencia de un número similar de participantes que la tradicional conmemoración de la CUT, extensión del oficialismo en el Ejecutivo del Estado.
EL CIUS levantó un escenario en la Alameda poniente, a un costado de la Universidad de Santiago de Chile, mientras que la CUT erigió otro igual, también en la Alameda, pero a la altura del Centro Cultural Gabriela Mistral. Entre ambas mediaron alrededor de 4 kilómetros.
La iniciativa clasista funcionó como un catalizador de los sectores que plantean la independencia política del pueblo trabajador respecto del empresariado, el Estado y el gobierno de turno. El único orador fue el dirigente del sindicato de la Asociación Chilena de Seguridad, Víctor Quijada, quien reivindicó a los líderes históricos del sindicalismo chileno, Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest. Asimismo, Quijada hizo referencia a la crisis del capitalismo, al saqueo de recursos naturales, los daños ambientales del extractivismo minero, energético, forestal y marino, y la súper explotación humana. Asimismo, reivindicó el fin de la postergación en la que se encuentran las regiones fuera de la metrópolis y, ante la crisis institucional que sacude a Chile, llamó a ‘Que se vayan todos’ y a la necesaria alfabetización política de los intereses de los oprimidos/as. Así también realizó una propuesta de demandas de lucha básicas basada en las 8 horas de trabajo, el derecho a huelga, a educación y salud gratuitas, vivienda digna; contra la flexibilización laboral, el contratismo y el subcontratismo; contra el sistema privado de administración de los ahorros previsionales (AFP); la igualdad entre trabajadores y trabajadoras, entre otras.
Por su parte, y al otro extremo de la Alameda, la presidenta de la CUT, acompañada del vocero de gobierno, Álvaro Elizalde, y la ministra del Trabajo, Javiera Blanco, hizo referencia a las reformas laborales y llamó a la presidenta Michelle Bachelet a efectuar un plebiscito para una Asamblea Constituyente. Al respecto, vale señalar que Bachelet mediante cadena nacional de televisión recientemente habló de un ‘proceso constituyente’ como una manera de sortear la crisis del sistema de partidos políticos y su vasallaje respecto de los intereses del gran empresariado. Si bien, Bachelet no ofreció detalles de la idea que tiene de "proceso constituyente", lo cierto es que, históricamente, la elaboración de constituciones es el resultado de las relaciones de fuerza realmente existentes en una sociedad. En Chile se ha contado con tres Cartas Magnas (1833, 1925, 1980). Las tres han sido producto de un reordenamiento del poder entre las clases dirigentes y han sido formuladas por ‘comisiones de expertos’ que han arrebatado la genuina participación y los intereses de la población, como también han actualizado un modelo político, económico y social de opresión en un momento dado. Esto es, la trama jurídica de un país es expresión de la hegemonía de una clase sobre otra, y en Chile todavía los pocos dueños de todo tienen el sartén por el mango, mientras paulatinamente se reestructura de menos a más, el movimiento popular. Aún más claro: en las actuales relaciones de fuerza, cualquier proceso constituyente por arriba, aunque sea formalmente votado o no, ¿por qué tendría que beneficiar a los trabajadores y los pueblos oprimidos de Chile?
Finalmente, otra de las distancias sustantivas entre ambos actos fue que el clasista y combativo estuvo cercado de fuerzas especiales de carabineros, se emplearon carros lanzaaguas sin mediar provocaciones, además hubo un sinnúmero de detenidos y heridos; mientras que en la actividad oficialista de la CUT, simplemente no hubo represión policial ni hostigamientos de ninguna especie.
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