Por Carlos Antonio Lozada, integrante del Secretariado de las FARC - EP.
Para nadie es un secreto que en Colombia históricamente los medios de comunicación han estado en manos de unas pocas familias, que los han sabido utilizar como eficaz herramienta ideológica para perpetuarse en el poder y como instrumento propagandístico al servicio de las agrupaciones políticas que representan los intereses de esas élites. Periodismo, negocios y política siempre han ido de la mano en nuestro país.
Tal ha sido el monopolio de los medios en Colombia que todavía hoy, solamente contamos con dos diarios, dos canales privados de televisión y dos grandes cadenas radiales de cubrimiento nacional; además de unos cuantos periódicos, emisoras y canales regionales; que por supuesto, también están en manos de las élites que dominan el mundo de los negocios y la política en los departamentos y regiones.
Al mismo tiempo, una tupida red de leyes y disposiciones legales, estrangulamiento económico, despidos, amenazas, atentados y asesinato de periodistas hacen parte de las prácticas a que recurre la clase dominante para impedir el surgimiento de medios de prensa alternativa, o para silenciar las voces que desde la prensa tradicional se han atrevido a cuestionar dicho monopolio en nuestro país.
Es así, como los medios juegan un activo papel, a favor de los intereses de la clase dominante dentro del conflicto económico, político, social y armado que afecta a los colombianos, a pesar de que invariablemente traten de presentarse como neutrales y al servicio del conjunto de la sociedad.
No tenemos que hacer mucho esfuerzo para ilustrar lo anterior. Basta con detenernos a analizar con un poco de detalle la información contenida en cualquiera de los periódicos, portales web, emisiones de radio o televisión para confirmar esa verdad incontrovertible.
Si se trata de un paro o una huelga; como la que actualmente lidera FECODE, federación sindical que agrupa los educadores a nivel nacional; los titulares y notas periodísticas que se ocupan del tema, antes que las justas reivindicaciones de los maestros, destacan mayoritariamente la posición gubernamental a través de sendas entrevistas a la Ministra de Educación; o, ver por ejemplo, la forma en que se cubren las noticias relacionadas con Bogotá, con un marcado sesgo contra su actual Alcalde; o, el tratamiento dado a los conflictos socio-ambientales generados por los grandes proyectos de infraestructura y minero energéticos; y, ni hablar de la forma en que se presentan las notas periodísticas que hacen referencia a la hermana república de Venezuela; y así, podríamos seguir mencionando ejemplos hasta el infinito.
Caso aparte, por el costo en vidas humanas y las implicaciones éticas que tiene, es el cubrimiento del conflicto armado y de las conversaciones de paz que buscan poner fin a ese enfrentamiento entre colombianos. Con muy pocas excepciones, los medios, cajas de resonancia de voces y tambores de guerra, han jugado un activo papel dirigido a justificar y propagandizar la guerra, por la vía de atizar odios y deformar la realidad, tal como se hace evidente en la forma en que cubrieron los hechos ocurridos en el departamento del Cauca, en los que perdieron la vida 11 militares y otros 18 resultaron heridos, para solo hablar de un caso reciente.
Como no ha sido poco, ni insignificante el papel jugado por los medios en la guerra, asimismo, estamos convencidos que su aporte es decisivo en la búsqueda de la paz; dado su rol y la responsabilidad que conlleva el hecho de trasmitir la información sobre la guerra y la paz a la sociedad y por lo tanto en formar opinión pública a favor o en contra del proceso.
Hace unos días, estuvo en La Habana un grupo de periodistas invitados a conversar por la Delegación de Paz de las FARC - EP. Ya antes habíamos realizado un par de reuniones con directores de otros medios; con el objetivo de intercambiar opiniones sobre el proceso de paz y el cubrimiento del mismo por parte de la prensa.
Por nuestra parte, consideramos que han sido encuentros muy productivos, además de cordiales y francos, de los cuales derivamos no pocas enseñanzas, comenzando por el mutuo reconocimiento como partícipes de una misma realidad llamada Colombia; algo de no poco valor en una sociedad fragmentada por un prolongado enfrentamiento armado, en el que todos los sectores de la sociedad han jugado uno u otro papel, defendido uno u otro interés.
No somos tan ingenuos para pensar que dichos encuentros puedan cambiar la esencia de los medios omodificar el marco de intereses económicos y políticos que representan; pero si aspiramos a que sea un primer paso en el camino de encontrar elementos comunes que puedan aproximarnos en torno al objetivo supremo de lograr la paz para la patria. En ese punto radica la importancia de dichos encuentros que aspiramos a continuar y ampliar a otros medios y periodistas.
La coyuntura histórica que vivimos es decisiva para los colombianos; de lo que suceda con el proceso de paz, incluyendo las conversaciones con el ELN, que ojalá muy pronto pasen a la fase pública, depende el futuro de Colombia y de las próximas generaciones de compatriotas. No es que esta sea la última oportunidad, como lo aseguran algunos con tono de amenaza; no, mientras haya guerra, la paz seguirá siendo un objetivo a lograr; lo que sucedes es que si dejamos pasar esta oportunidad, la próxima llegará después de no sabe cuántos muertos y quizás cuántas tragedias más de las que arrastra consigo la guerra.
No aspiramos a que los medios y los periodistas como por encanto, pasen a hablar bien de las FARC; pero lo que si pedimos es unir voluntades en torno a la paz con justicia social como un objetivo que en este momento histórico debe convocar a todos los colombianos sin ningún tipo de distinción; ya que finalmente lo que buscamos en la Mesa de conversaciones es acabar con la guerra como método fallido para zanjar las diferencias y abrir espacios para que aprendamos a resolverlas por medio del debate civilizado, franco y abierto de las ideas.
En ese propósito, el lenguaje es factor fundamental y los medios tienen allí un campo de acción de gran importancia. Desescalar el lenguaje, contribuir a reducir las tensiones y la polarización, sobre todo en los momentos de crisis del proceso, es el aporte que la sociedad colombiana espera de quienes desde los medios han contribuido a inflamar las pasiones del enfrentamiento armado.
En un estado de guerra, a veces, se hace más daño a la sociedad con lo que se dice y se publica, que con un arma de fuego.
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